JOHN CONNOLLY: TUMBAS SIN NOMBRE. HERBERT LEWIS: UN CABALLERO A LA DERIVA. RESCATES: OCAMPO, FONTANARROSA, GOMBROWICZ

En la más reciente novela del irlandés John Connolly (autor de la serie del detective Charlie Parker) todo resulta una suerte de danza macabra de venganzas y crímenes que se registran en lugares siniestros de Europa donde -en cierto modo- persisten los ecos de la llamada “guerra de los Balcanes”, que estremeciera a la desaparecida Yugoslavia de fines del siglo XX, con su repugnante carga de racismo y genocidio. 

En efecto, en Tumbas sin nombre (que si bien pertenece a la saga de Parker no lo tiene al detective como protagonista, sino a sus colaboradores Louis y Angel, especialmente al primero), no hay lugar para la ley y el orden, sino para la ilegalidad, la sevicia y la mal llamada “justicia” por mano propia. Una serie de crímenes que producen, al comienzo, serbios marginados de la ley que libran sus propias batallas lejos de su terruño y que tienen, en ese ámbito, como protagonistas centrales a los hermanos Radivan y Spiridon Vuksan. Ambos cargan un pasado signado por la guerra y sus odios nunca olvidados, nunca saldados. 

Pero, en el “momento” de la historia, Ravidan (el que más piensa y evitar matar mientras puede) y Spiridon -criminal por excelencia- se encuentran en la mala, por decirlo con palabras de la calle, dado que están en situación de debilidad, atacados por una banda criminal que se está apoderando de sus territorios, en tanto los mandamases de Belgrado tampoco quieren verlos deambulando por Serbia en momentos en que buscan hacer buena letra para ingresar a la Unión Europea. 

Sin embargo, antes de emprender la salida de los países de la Europa más occidental (Países Bajos, Austria), cometen el “error” de vengarse en la persona de un tal De Greef (y su familia) por crímenes que alcanzaron a integrantes de su misma banda. Y el “error” estriba en que De Greef mantenía amistad con un señor llamado Louis a quien los asesinatos y las venganzas le suelen calzar como anillo al dedo. 

De manera que, devenido ángel vengador, con su amigo y pareja se traslada a Europa para, desde su perspectiva, despejar la escoria, vale decir, intentar liquidar a los hermanos y a sus secuaces, contando con la complicidad indirecta de algunos agentes de inteligencia quienes también quieren ver desaparecer a los hermanos y demás, aunque, eso sí, haciendo la vista gorda para no ensuciarse las manos. 

Al margen. Las historias del detective y sus amigos se están “demorando” en arribar a nuestro idioma. Antes las traducciones resultaban más o menos inmediatas, pero ahora no. Tumbas sin nombre fue publicada en inglés dos años atrás, y ya circula en ese idioma Las furias, integrada por dos novelas cortas, mientras Connolly anunció que está preparada una nueva ficción de la saga que aparecerá el año próximo. En esos casos, protagonizadas por Parker. 

En Tumbas sin nombre el detective prácticamente no aparece y cuando lo hace se vuelve no más que como actor secundario. En la historia, el todo gira en torno a los actos vengativos de Louis y a la huida sin fin y sin sentido de los hermanos y los escasos integrantes de su banda en extinción. Con el adicional de una suerte de bruja de edad indefinida, salida de las oscuridades de los Cárpatos, que -aunque sumada a los Vuksan y conectada con el difuso “más allá” (característica central de la saga)- poco agrega a la historia central. Una segunda concesión de Connolly a sus lectores. 

Porque, en rigor, el relato es centralmente un rudo policial, nada concesivo, “bañado” en sangre, casi un canto a la sevicia y a la ilegalidad. Nadie se salva acá y las muertes, algunas crueles en exceso, son las constantes centrales de la historia. 

Connolly no es “piadoso” con nadie, empezando por el mundo de los bosnios y siguiendo por las reiteradas “ilegalidades” de los servicios de inteligencia. Y terminando por la pareja asesina, ubicados al margen de la ley, con repetidos ánimos de venganza y sin el menor sentimiento de empatía. Ni de clemencia. 

La novela es atractiva, pese al tema y los múltiples crímenes que marcan sus páginas. Sin embargo, se extraña a Parker con sus heridas, sus pesadillas, y los dolores que le produce eso tan difícil para él que es soportar la existencia cotidiana y convivir, al mismo tiempo, con un territorio de odios y demonios. Habrá que esperar las próximas entregas.

Tumbas sin nombre (The Nameless One), de John Connolly

Tusquets, Barcelona-Buenos Aires, 2023, 435 páginas

Traducción de Vicente Campos

En Noticias desde el sur, comentarios sobre las novelas de Connolly: El frío de la muerte; La ira de los ángelesMás allá del espejoLos amantesVoces que susurran, Cuervos; El invierno del lobo; Tiempos oscuros; La canción de las sombras; La mujer del bosque; En lo más profundo del sur. En varios de los comentarios se encuentran datos sobre el autor, así como diversos videos.


 
UNA PEQUEÑA, EXCEPCIONAL, OBRA MAESTRA

Henry Preston Standish tiene treinta y cinco años, es un ambicioso hombre de negocios instalado en Nueva York, casado y con hijos, que -agobiado por sus obligaciones y como una especie de vacaciones- ha decidido cubrir el trayecto entre Honolulú y Panamá en un carguero, el Arabella, que lleva escaso pasaje. Practicante de deportes, vive bien y se siente mejor. En el viaje ha conocido, pero no intimado, a sus contados compañeros de viaje. Supo más de ellos que de él, nada anormal, porque ha sido lo habitual en la práctica profesional y que mucho le ha servido en su trabajo. 

Debido al viaje se siente bien consigo mismo, en paz, podría decirse. En una de esas jornadas, se despierta en plena madrugada y, luego de pasar por el comedor donde la cafetera siempre encendida le permitió beber un café caliente y tonificante, recorrió el barco, solitario en ese momento (vale decir que nadie lo vio, salvo el cocinero, quien en la práctica no lo registró), hasta el momento en que, tomado de un asidero, se acercó al lugar donde, desde el barco, se estaba más próximo al agua. 

En apenas un instante se descuidó, pisó una mancha de aceite y antes de terminar de darse cuenta cayó al Pacífico sin que nadie lo advirtiera, demorándose en comprender lo que le estaba ocurriendo. Sin embargo y más allá de la sorpresa, recordó los consejos de un oficial marino y nadó vigorosamente para alejarse de las peligrosas hélices del barco. Eso fue todo, podría decirse, porque Standish quedó allí, nadando en el mar, mientras el Arabella comenzaba a alejarse de él, lenta, persistentemente. 

En rigor, es en ese momento que comienza la historia narrada por Lewis, quien habla de las peripecias de Henry, tratando de sobrevivir mientras aguarda la presunta ayuda, la multiplicidad de pensamientos que se cruzan por su cabeza, ya referidas a su situación desesperada, como de su historia persona y, como contrapunto, va contando lo que ocurre a bordo de la nave, en la que tanto tripulantes como pasajeros se demoran, demasiado, en advertir la ausencia del (así llamado) caballero. 

Acertadas palabras. Bien dice José María Guelbenzu, en El País de España, que esta ajustada y tan bien narrada novela se centra en “la soledad y, más concretamente, el desamparo que acompaña a la soledad absoluta”. Lewis mantiene el interés del relato debido a su habilidad de escritor, impidiéndole distracciones al lector, logrando sostener con (aparentes) débiles hilos la trama del relato que, como es fácil advertir, se sustenta “apenas” con las diversas vicisitudes (físicas, emocionales) que va acusando el nadador (quien por considerable tiempo logra mantenerse a flote), mientras va perdiendo no solo las ropas y elementos que hacen a su persona, sino también lo que podría llamarse el contacto con la misma existencia y cuanto la justifica. Va perdiendo progresivo contacto consigo mismo. 

Lewis se reserva para el final capítulos elaborados con notable sutileza, atravesados tanto por el dolor como por la exaltación, narrando el desamparo absoluto de un ser humano enfrentado a sus límites. 

¿Por qué hablo de pequeña obra maestra? Porque, elaborada con hilos que deberían tender a desaparecer en cualquier momento, no solo que la sostienen, sino que la mantienen firme hasta el desenlace que nos lleva a las palabras de la madre del protagonista: “Eras solo un cuerpecito cálido cubierto de pelusilla, un corazón inocente que latía ante mí”. 

El autor nació y murió en Nueva York. En su breve vida trabajó como corresponsal en Shanghai y más tarde en el New York Journal, publicó tres novelas -la primera de ellas es la aquí comentada, de 1937-, fue guionista de cine para la 20th Century Fox, obtuvo una nominación al Oscar por el guion de Sucedió en la Quinta Avenida (película de 1947, de mucho éxito en esos años), pero terminó engrosando la lista negra del macartismo. Regresó a Nueva York donde colaboró con la revista Time. Sin embargo, ahogado por las deudas y el alcohol, murió de un ataque cardíaco en 1950, a los cuarenta y un años.

Un caballero a la deriva (Gentleman Oberboard), Editorial Periférica, Cáceres, España, 2023, 148 páginas, traducción de Ángeles de los Santos

La editorial argentina La bestia equilátera había publicado este libro años atrás con el título de El caballero que cayó al mar, con traducción de Laura Wittner. Por su parte, Periférica anticipa que dará a conocer otra novela de Lewis, Spring Offensive, de 1940.

RESCATES: SILVINA OCAMPO, FONTANARROSA, GOMBROWICZ

Bajo el cuidado de Ernesto Montequin, el sello Lumen ha editado la obra completa de Silvina Ocampo (1903-1993), autora de excepción quien, en vida, ocupó como una suerte de segundo plano en ese universo literario liderado por Jorge Luis Borges y completado por su esposo, Adolfo Bioy Casares.

En vida, esta original escritora, poco (y a veces nada) hacía para difundir su obra gestada a partir de la irrealidad. En ella los objetos “se activan” cobrando si no vida propia una dimensión distinta, peculiar, la naturaleza absorbe a lo humano, nada es como aparenta, aquello que se puede considerar real se va volviendo otra cosa que se adscribe a un mundo diferente, irrepetible, nunca del todo definido. En la obra, la niñez tiene su lugar, también el amor, la siempre compleja relación entre el hombre y la mujer. Entre los seres humanos.

La decena de títulos publicados en forma simultánea permite recuperar libros publicados en vida de la autora, tales como Autobiografía de Irene, Cornelia frente al espejo, La furia, Los días y la noche y Las invitadas, así como otros conocidos luego de su fallecimiento, entre ellos Las repeticiones (cuentos), La promesa (novela corta) y La torre sin fin (breve texto destinado al orbe infanto-juvenil). Los que se agregaron son El dibujo del tiempo, libro “misceláneo” que reúne artículos, entrevistas y un sinfín de textos sueltos que no habían sido compilados con anterioridad. Es el volumen más grande de la serie -cuatrocientas páginas-. Los otros inéditos en libro son Invenciones del recuerdo, autobiografía en versos libres, y Ejércitos de la oscuridad, tomado de un cuaderno escrito entre 1969 y 1970 dedicado a Alejandra Pizarnik. Todos ellos significan una buena oportunidad para leer o releer a una escritora impar.

El segundo “recuperado” es el enorme, inolvidable, humorista Roberto Fontanarrosa, a quien tanto se lo extraña desde que falleciera en 2007 a causa del ELA. Por suerte para sus seguidores han quedado sus populares cuentos y su incomparable humor gráfico en el que sobresale esa gran creación llamada Inodoro Pereyra.

Desde la década de los años ’70 hasta los primeros años del siglo actual, el “renegau” hizo reír a generaciones de lectores que leyeron sus aventuras y desventuras vividas en su mundo rural y un tanto surrealista al lado de su perro Mendieta y su mujer, “la” Eulogia. Ahora, Inodoro ha vuelto a librerías en un volumen de gran calidad, tamaño y cuidado, con prólogo de Tute (un casi sobrino de Fontanarrosa, por ser hijo de Caloi, ambos, amigos entrañables). El Inodoro Pereyra de Oro 1 (Planeta), de casi 550 páginas, está integrado por los primeros dieciséis volúmenes de la historieta, y será seguido por el 2 y un tercero, con material inédito, que completará la serie.

Humor del bueno, inagotable y diferente, El Negro (se admitirá el mote hoy políticamente incorrecto) se permitió todo en su gran creación, de manera que el Renegau puede tropezar tanto con Borges como con el Quijote, darle asilo a King Kong y conocer a Kun Fu como al Increíble Hulk. Puede relacionarse con la indiada y con la “polecía”, vivir en el desierto o recibir a un ángel con espada flamígera, robarse a la Eulogia carnavaleando o encontrarse con el mismo Malo. Todo es posible en ese mundo delirante, absurdo, cargado de sutilezas y de bromas de distinto orden, siempre ocurrentes siempre certeras. Fontanarrosa no se ponía límites y el lector agradece. Y vuelve a extrañarlo.

Debe agradecerse la existencia de esta muy cuidada edición, digna de todo elogio. Y más allá de su precio…

El tercer rescate tiene que ver con el escritor polaco Witold Gombrowicz, quien estuviera ligado de tantas formas a Argentina, en la que vivió veinticuatro años, ignorado por los más, y -en cambio- admirado por los “iniciados”, gente joven que supo de la alta calidad de su literatura antes de que el mundo hiciera lo propio.

Antes de llegar a nuestro país, Gombrowicz fue un joven autor

que, más allá de los escándalos, ninguno grave, que producía en la Varsovia de entreguerras, supo escribir en su país natal la mayor parte de su mejor obra. Esto es, sus cuentos de Memoria del tiempo de la inmadurez (después reunidos en Bacacay), la gran novela rupturista Ferdydurke y su mejor obra teatral, Ivonne princesa de Borgoña.

El sello El cuenco de plata, que por suerte ha logrado publicar la totalidad de su obra, incorpora ahora Los poseídos, que recupera un folletín escrito por “Witoldo” en 1939 y publicado con seudónimo en diarios de la época. La parte final, que estuvo perdida, se encontró en la década de 1980. La edición lleva prólogo de la viuda del escritor, Rita Gombrowicz. 

En Noticias desde el sur: comentarios sobre Ferdydurke; Teatro completo; Bacacay y Recuerdos de juventud. Entre esas notas se encuentran datos biográficos del autor, comentario sobre el libro Incomodar con estilo, de Nicolás Hochman, un breve homenaje a Bruno Schulz, diversos videos y distintos enlaces a internet

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