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Gombrowicz
con su mujer, Rita Labrosse, y el perro Psina en Vence, Francia, 1967
Bacacay, de Witold Gombrowicz. El Cuenco de
Plata, Buenos Aires, 2015, 232 páginas. Traducción de la edición original:
Sergio Pitol. Traducción de cuentos añadidos e inéditos: Bozena Zaboklicka y
Pau Freixa. En Argentina: 198 pesos.
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Luego del rescate de Ferdydurke, la novela
central del polaco Witold Gombrowicz, la editorial argentina que se ha
propuesto publicar la totalidad de su obra prosigue con su propósito al
reeditar Bacacay, cuentos escritos en su gran mayoría en la década de 1930 y que el propio autor recopilara en los años ’50. En la edición argentina se
incorporan otros tres textos, también de la misma época, que hasta ahora no
habían sido recogidos en libro.
“Al leer hoy esas lejanas novelitas –expresó
Gombrowicz poco antes de morir- me digo: ¡vaya, pues no dejan de tener su
riqueza! Vibran con cortocircuitos sorprendentes, con visiones inesperadas,
bullen de humor y de juego…”.
No le faltaba razón. Sus cuentos son
inaugurales y –hoy diríamos- ajenos a lo políticamente correcto. Son cuentos
corrosivos, agresivos además de “juguetones” y fieles a su premisa central:
expresarse de todas las formas posibles contra lo instituido. Eróticos sin
declararlo explícitamente (salvo en “La virginidad”, uno de sus relatos más
logrados), agresivos a su manera y enfrentados al mundo conservador en el que
el propio Gombrowicz se movía, en la Varsovia de entreguerras.
Un joven que no puede dejar de bailar ante un
famoso abogado; un hombre de escasos recursos que asiste al banquete de una
condesa que deviene en orgía gastronómica; un burgués que no puede reprimir su
amor por las criadas; un hombre embarcado en un peligroso viaje en buque; otro
que vive extrañísimas aventuras mientras su vida peligra; un gigante derrotado
por una rata; un policía que investiga una extraña muerte… Tales, algunas de las anécdotas de los cuentos incluidos en este libro, historias que refieren al
absurdo, otra piedra basal de y en la obra de Gombrowicz.
“Transcurridos cuatro años
pasea ahora de nuevo con
su prometida por los
senderos del parque”
Una virgen inquietante. La virtud central de “La virginidad”, uno de los mejores cuentos de Witoldo, es la de haber sabido narrar las inquietudes profundas de una joven virgen, absoluta ignorante de las relaciones sexuales, apelando a situaciones casi irracionales, que despiertan en ella sensaciones y actitudes insospechadas.
La ingenuidad absoluta de Alicia, la
protagonista, queda demostrada cuando no entiende por qué su prometido Pablo le
pide la mano. “¿No va a pretender que
me corte una mano?”, llega a preguntar, asustada. Pero esa ingenuidad se
quiebra cuando un pordiosero le tira una piedra que, aunque le produce dolor,
también la hace sonreír.
De ahí en más se desatarán en ella inesperadas perturbaciones que no puede sofrenar y que le generan reacciones impensadas, como
robar una cuchara y esconderla y hacerle preguntas a su madre, relacionadas –entre
otras cuestiones- con la desnudez y la inmundicia.
Pablo, que ha hecho suyas las palabras de
Chateaubriand (“la virginidad asciende del ser más bajo en la escala biológica y
llega al hombre, y del hombre salta a los ángeles y de los ángeles a Dios”),
idolatra a Alicia, por lo que no puede entenderla cuando ella le hace una
invitación particular que habla de sus deseos más recónditos, de su explícita
carnalidad.
“El banquete revistió todo
el esplendor imaginable y
rozó las esferas sublimes”
El banquete real. En una determinada monarquía, el rey celebrará
sus esponsales con la archiduquesa, para lo que se dispone la realización de un
espléndido banquete. Pero cuando se está en sus preparativos, el rey –demostrando
su impudicia- reclama un pago, un soborno que sobresalta a sus súbditos
inmediatos, empezando por el viejo Canciller. Éste comprende que el rey, al
exhibirse corrupto ante la duquesa puede hacer peligrar al mismo reino.
Entonces propone “enclaustrar al Rey en el Rey”, es decir, evitar que se desmadre, que pierda entidad ante su prometida.
El banquete se llevará a cabo pero, por
indicación del Canciller, cada una de las acciones del rey deberá ser imitada
por la concurrencia, por lo que de ahí en más habrá un in crescendo de actos
cada vez más irracionales, producidos por el monarca para diferenciarse de su
corte y al mismo tiempo copiados por ella para que el rey, y con él reino, no
se derrumbe.
Como dije, “La virginidad” es un gran relato y
“El banquete” también lo es y por eso me he detenido en ellos, pero Gombrowicz
está también muy bien representado, en cuanto a su pluma, a su escritura tan
personal, y a su filosofía, en otros textos, tales como en ““El bailarín del
abogado Kraykowsky”, “El festín de la condesa Kotlubaj” o “En la escalera de
servicio”. Por otra parte, los cuentos inéditos rescatados, sin ser obras cumbres, complementan muy bien
la fértil primera etapa creativa del autor escrita en su casi totalidad en
Polonia, es decir antes de que se radicara en Buenos Aires, donde vivió 24 años.
“Lo que yo me propongo en mis obras es quizá
sencillamente debilitar todas las construcciones de la moral premeditada, a fin
de que nuestro reflejo moral inmediato, el más espontáneo, pueda manifestarse”,
expresó el gran escritor. Estos cuentos son una fiel expresión de su ideario.
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Sobre el título: Cuando Gombrowicz resolvió
recopilar sus cuentos lo llamó Bakakaï”, por razones fonéticas, en homenaje a
la calle Bacacay de Buenos Aires donde, al parecer, vivió en una casa de pensión. El nombre
recuerda a una batalla entre las tropas argentinas (del Río de la Plata) y las
del imperio de Brasil. La editorial que está recuperando su obra resolvió
“rebautizarlo” con el nombre correcto de la citada calle porteña.
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Los cuentos completos. De Memorias del tiempo de la inmadurez son los cuentos “El bailarín del abogado
Kraykowsky”, “El diario de Stefan Czarniecki”, “Crimen premeditado”, “El festín
de la condesa Kotlubaj”, “La virginidad”, “En la escalera de servicio” y
“Aventuras”. Los cuentos posteriores a ese libro, incorporados por Gombrowicz a Bacacay, son: “Acerca de lo que ocurrió a bordo de la goleta Banbury” (1932),
“La rata” (1937) y “El banquete” (1946). Por último, los inéditos ahora
publicados se titulan “El drama de los señores barones” (1933), “El pozo”
(1935) y “Pampelan en el parlante” (1937).
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