RELATOS ESCALOFRIANTES, DE ROALD DAHL

Diseño: Gerardo Morán

Pocos como el británico Roald Dahl para inquietar con sus historias. Pocos como él para contarnos historias en los que humor y crueldad se dieran cita en cantidades equivalentes y para que el desasosiego calase hondo en sus millones de lectores que lo han seguido durante décadas en el mundo entero. Lectores de todas las edades, aunque especialmente los más jóvenes, niños incluidos.

Tuvo la sabiduría de no tratar a los niños, sus lectores preferidos, con indulgencia, aunque supo contenerse a tiempo como para que sus historias no se transformaran en terroríficas, de insoportable lectura. En ellas muchas veces los relatos se volvían tensos y arduos, pero terminaba encontrándose una “salida” para las situaciones planteadas.
También escribió muchas historias para adultos. Lo fuerte en él fueron sus cuentos, aunque hubo lugar para algunas novelas, obras teatrales y textos autobiográficos. Los cuentos de Historias escalofriantes están destinados a los lectores mayores de catorce años, pero darán satisfacción también al lector adulto. Porque si algo sabía Dahl era narrar.

El primero de ellos, “Tatuaje” resulta premonitorio. En realidad su título original es “Skind” o “La piel” y data de 1952. En el relato cuenta de la manera en que un viejo  empobrecido deambula perdido por las calles de París hasta que por casualidad pasa frente a una galería de arte donde exhiben cuadros de alguien que, termina dándose cuenta, conoció en su juventud. 

La curiosidad lo lleva a ingresar a la galería de donde, por su aspecto, lo quieren expulsar. Pero él tiene una poderosa razón para estar ahí: no sólo conoció al artista homenajeado–que presumiblemente ha muerto- sino que lleva en su espalda un enorme tatuaje con el rostro de su mujer, que el pintor había estampado en su juventud. El viejo despierta en el público súbito interés y de pronto aparecen personas en comprar el trabajo. 




Una famosa pierna de cordero. Conocí el relato de Dahl “Cordero asado” (“Lamb to the Slaugther”, “Cordero al matadero”, es su título original, 1953) con antelación a su lectura, a través de la magnífica versión que dirigió el mismísimo Alfred Hitchcock para su famosa serie de televisión “Alfred Hitchcock presenta”, interpretada por Barbara Bel Geddes. Notablemente fiel al relato original y, en simultáneo, de gran calidad visual.

La historia, que se ha vuelto muy famosa, se inicia cuando Mary Maloney, esposa de un policía, es sorprendida cuando este le comunica su decisión de separarse. Ella un poco impensadamente toma una drástica actitud y como ese partcular detalle no se puede contar porque destruiría el “misterio” del relato, solo cabe decir que a partir de allí el texto se desenvuelve casi como comedia reidera, aunque en rigor no existan demasiados motivos para la alegría.

Y la pierna de cordero congelada tendría mucho para contar. Si pudiera hablar. Y la dejaran entera… Gran relato, quizás el mejor de la antología por su absoluta redondez, sostenido por un sarcástico humor.






De todo un poco. Las restantes ficciones resultan de variada factura. La más fallida, que es también la más extensa, es “El cirujano” (“The Surgeon”, 1988) referida al regalo de un diamante que un príncipe agradecido le entrega a un cirujano que le salvó la vida, el robo que se produce de la joya referida y situaciones derivadas del hecho, que Dahl quiere volver comedia de enredos y que termina diluyéndose. 

Como contrapartida, diría absoluta, se encuentra “El deseo” (“The Wish”, 1953), breve historia sobre un niño que juega a cruzar una alfombra que se encuentra en la sala de su casa. Lo que comienza como un juego va enrareciéndose hasta derivar en un estremecedor, pero también ambiguo, final, en el que Dahl despliega toda su fascinante maestría.

“Un cuento africano” (“An African Story”, 1946) es uno de esos relatos que se encuentra dentro de otro, o narración enmarcada, y que rescata una historia que conoció un soldado inglés, muerto en tierra africana, historia que ha dejado plasmada en un escrito y que refiere a una sórdida venganza tomada por un viejo aldeano, con el añadido de la turbadora presencia de una letal serpiente mamba negra que noche a noche “roba” la leche de una vaca, sin dañarla…

“La máquina de sonido” (“The Sound Machine”, 1949) habla del inventor de una máquina que le permite escuchar sonidos que no perciben los humanos. Y las perturbaciones que le traen tal posibilidad. 

“Galloping Foxley” (id., 1953m podría traducirse como "Zorro galopante") tiene como protagonista a un conservador vendedor de seguros quien en un viaje en tren parece reconocer a quien convirtió su pase por un internado en un infierno, y todos los tristes recuerdos que ese encuentro le produce. 

“Mi querida esposa” (“My Lady Love, My Dove”, 1953) muestra a un rico matrimonio que recibe a una pareja de desconocidos para jugar al bridge. Una instalación de micrófonos ocultos revela las verdades intenciones de los visitantes y la inesperada decisión que toma la dueña de casa, sorprendiendo de nuevo a su marido. Es otro pase de comedia, muy extenso, a medias logrado.



“Cuidado con el perro” (“Beware of the dog”, 1944), es una historia situada en plena guerra mundial y lo que le ocurre cuando un aviador inglés cae abatido y se despierta en un determinado hospital. Y cómo, por un simple cartel leído a la distancia, descubre cuál es la verdadera situación en la que se encuentra. 

“El campeón del mundo” (“The Champion of the Word”, 1959) habla de dos cazadores furtivos de faisanes y lo que les ocurre cuando adoptan una nueva táctica para capturar a esos animales. Queda por fin “Apuestas” (“Dip in the Pool”, 1952) cuyo protagonista, que viaja en un crucero, participa en una apuesta y pierde. Y como quiere recuperar el dinero adopta una decisión extrema para el que necesita un testigo, eligiendo al menos recomendable. Un gran cuento, con estremecedor final inesperado y dosis de humor negro incluidas. Dahl, a pesar de algunos tropiezos, no defrauda.

Relatos escalofriantes (Skind and other stories), de Roald Dahl.
Loqueleo (Santillana), Buenos Aires, 2017, 260 páginas.
Traducciones de, entre otros, Flora Casas y Frank Schepler, revisadas para la presente edición

Un fragmento

Skin, la edición en inglés de
Relatos escalofriantes
“Siguió avanzando paso a paso, bordeando las manchas, deteniéndose entre una y otra para decidir el lugar exacto en el que debía poner el pie. En una ocasión pudo elegir entre continuar por la izquierda o por la derecha. Se decidió por la primera posibilidad porque, aunque parecía la más difícil, no había tanto negro. Era este color lo que lo ponía nervioso. Lanzó una rápida ojeada por encima del hombro para ver lo que había avanzado. Había recorrido casi medio camino, y ya no podía volverse atrás. Había llegado a la mitad y no podía ni retroceder ni saltar a un lado porque se encontraba demasiado lejos; y al contemplar la gran mancha roja y negra que se extendía ante él experimentó una antigua sensación de miedo y mareo en el pecho, como aquella vez que se perdió en la parte más oscura del bosque de Piper, una tarde de la Pascua pasada”. (p. 118, del cuento "El deseo").

Datos para una biografía

Roald Dahl nació en Gran Bretaña en 1916 donde falleció en 1990. Empezó a escribir cuentos en 1942, después de pasar sus años de juventud trabajando en África para la empresa Shell y siendo piloto en la Segunda Guerra Mundial. Su peculiar mundo, lleno de imaginación, fantasía y grandes dosis de humor y crueldad, lo convirtió pronto en un autor de culto. La consagración definitiva le llegó en 1964, con la publicación de su novela más recordada: Charlie y la fábrica de chocolate. Escribió cerca de treinta libros y una decena de guiones de cine. Unos sesenta de sus textos han sido llevados al cine o a la TV, entre otros por directores de la talla de Alfred Hitchcock, Tim Burton, Steven Spielberg y Wes Anderson. Tanto se involucró con el cine que uno de sus guiones fue la base para una película de la serie de James Bond (“Sólo se vive dos veces”). Dahl creó personajes tan populares como los gremlins. Estuvo casado durante treinta años con la famosa actriz norteamericana Patricia Neal, con la que tuvo cinco hijos. Se divorció en 1983 y ese mismo año se casó con quien había sido la mejor amiga de Neal.

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