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Composición: Gerardo Morán |
“Relatos
escalofriantes” (“Skind and other stories”), de Roald Dahl.
Loqueleo (Santillana), Buenos Aires, 2017, 260
páginas.
Traducciones de, entre otros, Flora Casas y
Frank Schepler, revisadas para la presente edición.
En Argentina: 195 pesos. En España: 10 euros.
Pocos, como el británico Roald Dahl para
inquietar con sus historias. Pocos como él para contarnos historias en los que
humor y crueldad se dieran cita en cantidades equivalentes y para que el desasosiego
calase hondo en sus millones de lectores que lo han seguido durante décadas en el mundo entero. Lectores de todas las edades, aunque especialmente los más
jóvenes, niños incluidos.
Tuvo la sabiduría de no tratar a los niños,
sus lectores preferidos, con indulgencia, aunque supo contenerse a tiempo como
para que sus historias no se transformaran en terroríficas. En ellas muchas
veces los relatos se volvían tensos y arduos, pero terminaba encontrándose
una “salida” para las situaciones planteadas.
También escribió muchas historias para
adultos. Lo fuerte en él fueron sus cuentos, aunque hubo lugar para algunas
novelas, obras teatrales y textos autobiográficos. Los cuentos de “Historias
escalofriantes”, están destinados a los lectores mayores de 14 años, pero darán
satisfacción también al lector adulto. Porque si algo sabía Dahl era narrar.
El primero de ellos, “Tatuaje” resulta
premonitorio. En realidad su título original es “Skind” o “La piel” y data de
1952. En el relato cuenta como un viejo que se ha empobrecido deambula perdido
por las calles de París hasta que por casualidad pasa frente a una galería de
arte donde exhiben cuadros de alguien que, termina dándose cuenta, conoció en
su juventud. La curiosidad lo lleva a ingresar a la galería de donde, por su
aspecto, lo quieren expulsar. Pero él tiene una poderosa razón para estar ahí:
no sólo conoció al artista homenajeado–que presumiblemente ha muerto- sino que
lleva en su espalda un enorme tatuaje con el rostro de su mujer, que el pintor
había estampado en su juventud. El viejo despierta en el público súbito interés
y de pronto aparecen interesados en comprar el trabajo. El relato deriva en un
final “inquietante”, propio de Dahl, pero lo curioso es que una historia
similar tiene notable actualidad, puesto que ha aparecido una persona llamada Tim
Steiner, de origen suizo, a quien le han pintado su espalda un cuadro comprado
en 150 mil euros y con el que se quedará
el marchand que lo adquirió cuando Steiner fallezca. Increíblemente. Casi un
calco del cuento de Dahl.
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La versión de "Cordero asado" dirigida por Hitchcock |
Una famosa
pierna de cordero.
Conocí el relato de Dahl “Cordero asado” (“Lamb to the Slaugther”, “Cordero al
matadero”, es su título original, 1953) con antelación a su lectura, a través
de la magnífica versión que dirigió el mismísimo Alfred Hitchcock para su
famosa serie de televisión “Alfred Hitchcock presenta”, interpretada por Barbara
Bel Geddes. Notablemente fiel al relato original y, en simultáneo, de gran
calidad visual.
La historia, muy famosa, se inicia cuando Mary
Maloney, esposa de un policía, es sorprendida cuando éste le comunica su
decisión de separarse. Ella, quizás sin pensarlo, toma una drástica actitud y
como el detalle no se puede contar porque destruiría el “misterio” del relato,
cabe decir que a partir de allí el texto se desenvuelve en términos de comedia
reidera, aunque no existan demasiados motivos para reír.
Y la pierna de cordero congelada tendría mucho
para contar. Si pudiera hablar. Y la dejaran entera… Gran relato, quizás el
mejor de la antología por su absoluta redondez,
sostenido por un sarcástico humor.
De todo un
poco.
Las restantes ficciones resultan de variada factura. La más fallida, que es
también la más extensa, es “El cirujano” (“The Surgeon”, 1988) referida al
regalo de un diamante que un príncipe agradecido le entrega a un cirujano que
le salvó la vida, el robo que se produce de la joya referida y situaciones
derivadas del hecho, que Dahl quiere volver comedia de enredos y que termina
diluyéndose. Como contrapartida diría absoluta, se encuentra “El deseo” (“The
Wish”, 1953), breve historia sobre un niño que juega a cruzar una alfombra que
se encuentra en la sala de su casa. Lo que comienza como un juego va
enrareciéndose hasta derivar en un estremecedor, pero también ambiguo, final,
en el que Dahl despliega toda su fascinante maestría.
“Un cuento africano” (“An African Story”,
1946) es uno de esos relatos que se encuentra dentro de otro, o narración
enmarcada, y que rescata una historia que conoció un soldado inglés, muerto en
tierra africana, historia que ha dejado plasmada en un escrito y que refiere a
una sórdida venganza tomada por un viejo aldeano, con el añadido de la turbadora presencia de una letal serpiente mamba negra que noche a noche
“roba” la leche de una vaca, sin dañarla…
“La máquina de sonido” (“The Sound Machine”,
1949) habla del inventor de una máquina que le permite escuchar sonidos que no
perciben los humanos. Y las perturbaciones que le traen tal posibilidad. “Galloping
Foxley” (id., 1953) tiene como protagonista a un conservador vendedor de
seguros quien en un viaje en tren parece reconocer a quien convirtió su pase
por un internado en un infierno, y todos los tristes recuerdos que ese
encuentro le produce. “Mi querida esposa” (“My Lady Love, My Dove”, 1953)
muestra a un rico matrimonio que recibe a una pareja de desconocidos para jugar
al bridge. Una instalación de micrófonos ocultos revela las verdades
intenciones de los visitantes y la inesperada decisión que toma la dueña de
casa, sorprendiendo de nuevo a su marido. Es otro pase de comedia, muy extenso,
a medias logrado.
“Cuidado con el perro” (“Beware of the dog”,
1944), es una historia situada en plena guerra mundial y lo que le ocurre
cuando un aviador inglés cae abatido y se despierta en un determinado hospital.
Y cómo, por un simple cartel leído a la distancia, descubre cuál es la
verdadera situación en la que se encuentra. “El campeón del mundo” (“The
Champion of the Word”, 1959) habla de dos cazadores furtivos de faisanes y lo
que les ocurre cuando adoptan una nueva táctica para capturar a esos animales. Queda
por fin “Apuestas” (“Dip in the Pool”, 1952) cuyo protagonista, que viaja en un
crucero, participa en una apuesta y pierde. Y como quiere recuperar el dinero
adopta una decisión extrema para el que necesita un testigo, eligiendo al menos
recomendable. Un gran cuento, con estremecedor final inesperado y dosis de
humor negro incluidas. Dahl, a pesar de algunos tropiezos, no defrauda.
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"Skin", la edición en inglés de "Relatos escalofriantes" |
“Siguió avanzando
paso a paso, bordeando las manchas, deteniéndose entre una y otra para decidir
el lugar exacto en el que debía poner el pie. En una ocasión pudo elegir entre
continuar por la izquierda o por la derecha. Se decidió por la primera
posibilidad porque, aunque parecía la más difícil, no había tanto negro. Era
este color lo que lo ponía nervioso. Lanzó una rápida ojeada por encima del
hombro para ver lo que había avanzado. Había recorrido casi medio camino, y ya
no podía volverse atrás. Había llegado a la mitad y no podía ni retroceder ni
saltar a un lado porque se encontraba demasiado lejos; y al contemplar la gran
mancha roja y negra que se extendía ante él experimentó una antigua sensación
de miedo y mareo en el pecho, como aquella vez que se perdió en la parte más
oscura del bosque de Piper, una tarde de la Pascua pasada”.
Datos para
una biografía
Roald Dahl nació
en Gran Bretaña en 1916 y falleció en 1990. Empezó a escribir cuentos en 1942,
después de pasar sus años de juventud trabajando en África para la empresa
Shell y siendo piloto en la Segunda Guerra Mundial. Su peculiar mundo, lleno de
imaginación, fantasía y grandes dosis de humor y crueldad, lo convirtió pronto
en un autor de culto. La consagración definitiva le llegó en 1964, con la
publicación de su novela más recordada: “Charlie y la fábrica de chocolate”. Escribió
cerca de treinta libros y una decena de guiones de cine. Cerca de sesenta de
sus textos han sido llevados al cine o a la TV, entre otros por directores de
la talla de Alfred Hitchcock, Tim Burton, Steven Spielberg y Wes Anderson. Tanto se involucró con el cine que uno
de sus guiones fue la base para un episodio de la serie de James Bond (“Sólo se
vive dos veces”). Dahl creó personajes tan populares como los gremlins. Estuvo casado durante treinta
años con la famosa actriz norteamericana Patricia Neal, con la que tuvo cinco
hijos. Se divorció en 1983 y ese mismo año se casó con quien había sido la
mejor amiga de Neal.
En Internet:
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