Diseño: Gerardo Morán |
Incomodar con estilo. El exilio de Gombrowicz en
Argentina, de Nicolás Hochman. Dobra Robota Editora, Buenos Aires, 2018,
198 páginas. Prólogo de Martín Kohan. En Argentina: 300 pesos
Witold
Gombrowicz residió veinticuatro años en la Argentina, entre 1939 y 1963. Mientras duró su presencia en el país fue un desconocido
para el gran público, pero, al mismo tiempo, supo despertar entre aquellos que
sabían de su existencia fervores extremos o rechazos absolutos. La redacción de
lo que sería después su Diario, que
se publicó en una revista de exiliados polacos que se editaba
en París, más la irrupción súbita, inesperada y “revolucionaria” de su novela
capital, Ferdydurke, también en
Francia, así como la puesta en escena de su teatro bajo la dirección del
argentino Jorge Lavelli, pusieron de súbito su nombre en circulación de tal
manera que al poco tiempo ya se hablaba de él como seguro candidato al Premio
Nobel de Literatura.
Witoldo,
como lo llamaron sus amigos argentinos, pudo disfrutar muy poco de los halagos
de la fama. Había regresado a Europa en ese 1963 a causa de una beca, pero las
enfermedades (primero el asma, luego el corazón) le fueron minando las fuerzas
e imposibilitando regresar, como quería, a nuestro país. Instalado en Vence, en
el sur de Francia, con quien fuera su secretaria y más tarde su esposa, Rita
Labrosse (hoy Rita Gombrowicz), falleció en 1969.
Su teatro
revulsivo “calzó como un guante”, en aquellos años fervorosos y revueltos
(mitificados años ’60 del siglo pasado), porque con toda facilidad se acopló a
las piezas dramáticas (y absurdas) de Ionesco y Beckett y, Lavelli mediante, se
las representó no sólo en París sino en diversos escenarios europeos con fuerte
repercusión crítica y apoyo del público.
Pasados
aquellos años de fervor, vida y obra de Gombrowicz tuvieron sus flujos y
reflujos y muchas veces cayeron en verdaderos conos de sombra. Cada tanto, sus
libros fueron reeditados, cada tanto se recordó su excéntrica y contradictoria
personalidad, ambos vistos -por cierto- con otras perspectivas según fueron
pasando los años.
Pero, al
mismo tiempo, la propia obra de Gombrowicz se estaba desdibujando. Por suerte,
el sello argentino El Cuenco de Plata llegó a un acuerdo con la viuda del autor
polaco y, esta vez sí, desde 2015 viene publicando la totalidad de los trabajos
del autor de Cosmos, con nuevas
traducciones en la mayoría de los casos y con un sensible, y ponderable,
control editorial.
Así, a la
decena de libros del gran autor ya publicados, se le suma ahora Teatro Completo, edición muy esperada
por sus seguidores, toda vez que resultaba imposible conseguir algunas de las
escasas ediciones dedicadas a su dramaturgia. En el prólogo, los compiladores
Zaboklicka y Freixa precisan que las obras en los hechos no han sido publicadas
en libro desde hace décadas, salvo El
casamiento.
Luis Medina Castro en Ivonne, dirigida por Lavelli, Buenos Aires, 1972 |
Las obras. En
rigor, Gombrowicz nunca se consideró dramaturgo, tanto que escribió muy
pausadamente sus obras y sin la intención de que se les representara, hasta el
momento en que lo alcanzó la fama. Esas obras son Ivonne, princesa de Borgoña (1938), El casamiento (1948) y Opereta
(1966). En la edición se añade Historia,
un texto que Gombrowicz comenzó a esbozar en 1951 y que quedara inconcluso,
porque sus intenciones creativas derivaron en lo que terminó siendo Opereta.
Las obras
giran en torno al fasto, a la fiesta, en ambientes palaciegos (cuando no hay
príncipes hay reyes). En los tres casos, Gombrowicz reflexiona sobre la Forma,
es decir lo formal instituido (el Padre, el Poder, la Nación), que se opone a aquello
que llamaba “increado” y que se manifiesta a través de la inmadurez, de lo que
está en gestación, representado por el Joven, que es decir el individuo y la
libertad.
De la trilogía,
Ivonne es la que más ha resistido el
paso del tiempo. No debería sorprender, porque fue escrita en los años de
juventud de Gombrowicz, el autor rupturista que llamaba cada vez más la
atención en los círculos culturales de la Varsovia de los años ’30 del siglo anterior.
Fueron los fecundos años creativos que dieron como resultado la redacción de
los cuentos de Memorias del tiempo de la
inmadurez (1933), la novela Ferdydurke
(1937) y la referida obra teatral, de 1938.
En ella, el
príncipe Felipe se compromete con la mujer que nadie espera: Ivonne, una
princesa sin gracia ninguna, una suerte de “expresión” informe que podría
llegar a destruir lo instituido y por eso la corte ataca, buscando impedir lo
que el príncipe se ha propuesto y que puede significar el aniquilamiento de lo establecido
(el Reino, la Corte, lo Ancestral). Basándose en la farsa, con ecos del teatro
shakespereano, Gombrowicz elaboró una obra recargada de humor y, también, de un
sin-sentido que mantiene hoy todas sus cualidades.
Distinto es
que lo pasa con El casamiento y Opereta. Un sinfín de acotaciones del
autor y de quien fuera su co-traductor, Rússovich, habla de las dificultades
que ambos tuvieron para, digamos así, hacerse entender con la primera de las
dos obras que, por otra parte, resulta muy extensa y hasta tediosa. No por nada
se dice que el propio Witold comentaba que era imposible de representar. Ella
acusa un problema adicional, a mi manera de ver: se afirma que se trata del
sueño de un soldado polaco luchando en Francia contra los alemanes, pero nada
de eso “dice” la obra dado que en su desarrollo no emerge el menor indicio de que
estamos ante un sueño o, en todo caso, ante una verdadera pesadilla.
Opereta es
más concisa, pero está también mellada por el paso del tiempo. Sin duda, lo
mejor de Gombrowicz está en sus novelas, sus cuentos y su inefable Diario, aunque el teatro resulte también
insoslayable, porque su obra supone una totalidad y cada uno de sus “opus”
implica matices de lo que hizo este polaco incalificable que, como bien dice
Hochman, llegó para incomodar.
Además de Teatro
Completo, de Witold Gombrowicz la editorial El Cuenco de Plata ha publicado
las novelas Ferdydurke, Trans-Atlántico, Pornografía y Cosmos, los cuentos
completos reunidos en Bacacay, su Diario, también el Diario Argentino (páginas extraídas del Diario), los textos de Peregrinaciones
Argentinas, el Curso de filosofía en
seis horas y cuarto y, aparte, el libro Gombrowicz
en Argentina, de Rita Gombrowicz. Para el año próximo proyecta editar Recuerdos de juventud (antes conocido
como Recuerdos de Polonia) y,
posiblemente, Kronos, una serie de
crudos apuntes autobiográficos que Gombrowicz escribió a lo largo de su vida y
que se publicaron por primera vez, en polaco, en 2013.
Nicolás Hochman |
En el país de la inmadurez
“Lo impropio
fue en Gombrowicz lo más propio: se esmeró en no encajar a lo largo de toda su
vida”, señala Hochman en su libro, un intento de dilucidar las causas por la
que el escritor polaco rompe barreras y se instala en un país desconocido, cuyo
idioma le es totalmente extraño, así como sus usos y costumbres. Un exilio
voluntario, “dispuesto a romper todo y a pasarla mal” con la finalidad (quizás)
de dar la angustiosa, y nada banal, batalla para encontrarse a sí mismo.
Gombrowicz,
advierte Hochman, mintió mucho, cambió las versiones relativas a su presencia
en la Argentina y en la práctica no terminó de explicar por qué, aprovechando
la circunstancia del viaje a Buenos Aires de un buque polaco, decidió quedarse
mientras que sus compatriotas regresaban a Varsovia para combatir contra el
enemigo alemán, recién estallada la guerra.
El autor
polaco sostuvo que debió quedarse a causa de la contienda bélica, que lo
sorprendió. No parece haber ocurrido tanto así, aunque Hochman no adhiere con
rapidez a la convicción, bastante generalizada, de que Gombrowicz no podía
ignorar que el conflicto bélico estallaría de un momento a otro. Y que decidió
tomar definitiva distancia de todo aquello, romper incluso con su familia, para
gestarse un espacio personal.
“Miente
–dice el ensayista- y con sus mentiras se inventa una historia, se forja una
identidad, hace de sí mismo un personaje que antes no estaba ahí”. Y eso que en
sus primeros años de vida argentina Gombrowicz la pasó muy mal. Desconocía el
idioma, tuvo sus desplantes con el mundo burgués, conservador, que lo recibió
de buena gana al comienzo de su estadía, y sólo logró una cierta tranquilidad
económica cuando consiguió que lo emplearan en el Banco Polaco.
¿Por qué se
quedó? Quizás porque el país desconocido, ubicado en un extremo del mundo, le
significaba el lugar donde podía vivir como quisiera, actuar de la manera que
lo hizo, es decir sin rendir cuentas a nadie. Se relacionó con el mundo
marginal de Retiro, conoció a mucha gente joven (entre ellos al propio Roberto
Santucho, antes de que éste se convirtiera en el principal jefe del Ejército
Revolucionario del Pueblo). Al mismo tiempo, contando ya con mínimos ingresos,
en esos años ’50 logró retomar y ampliar su obra e ir colocándola de a poco en
el escenario europeo.
“Lo impropio
fue en Gombrowicz lo más propio –escribe Martín Kohan en el prólogo-: se esmeró
en no encajar a lo largo de toda su vida”. Allí están sus acciones, sus
declaraciones, sus escritos, para demostrarlo. De eso habla este buen y
exhaustivo ensayo, una nueva ventana para acercarse a un autor inquietante,
hacedor de su propio mundo, de su personal e intransferible territorio.
Preguntas, dudas, conjeturas
-Empecé a leerlo
a los veintidós años, muy intrigado por lo que Sabato, y sobre todo Milan
Kundera, decían de él. Kundera lo ponía a la par de Kafka y Joyce, junto a
Musil y Broch, como uno de los autores fundamentales del siglo XX.
-¿Qué fue lo primero que leíste de o sobre él?
-Primero Ferdydurke. Después Cosmos. Después pasó un tiempo hasta que empecé mi
tesis, y ahí sí leí todo lo que tiene publicado en español, y algunas cosas
más.
-¿Has recorrido los lugares más significativos donde
vivió Witoldo en Argentina? ¿Cuál de todos ellos te ha impactado más y por qué?
-En Buenos
Aires casi todos, supongo, y también algunos en otras ciudades. Seguramente el
más llamativo es Venezuela 615, porque todavía se mantiene, se puede entrar, y
en el departamento de al lado de donde vivía está la librería Witolda. Pero
particularmente me gusta pensarlo a Gombrowicz en el Puerto, en Retiro, de
noche. Creo que ese contraste habla mucho de él y de su obra.
-¿En qué momento consideraste que estabas preparado para
encarar el ensayo?
-Se fue dando
naturalmente. Primero escribí un artículo sobre él y Kafka, cuando era
estudiante. Después hice la tesis de licenciatura sobre su exilio. Después la
de doctorado. Creo que en todo momento supe que no quería que se quedara en un
texto académico, pero decidí no adaptarlo hasta no tener la certeza de que se
iba a publicar, y en dónde, porque sabía que de acuerdo a quién fuera el
editor, el libro iba a ser diferente. Cuando hablé por primera vez con Gabriela
de Mola, de la editorial Dobra Robota (que en polaco quiere decir buen trabajo),
nos pusimos de acuerdo de manera instantánea y ahí todo estuvo mucho más claro.
-Desde tu óptica ¿el paso del tiempo ha afectado, en
parte o en todo, la obra de Gombrowicz?
-Sí, no podría
ser de otra manera. Felizmente.
-¿Cuáles serían, entonces, esas obras?
-Creo que vale
para toda su obra. Toda. Recientemente estuve en Polonia y una de las cosas que
más me llamaron la atención es cómo es leído allá hoy. Lejos de ser el escritor
polémico, provocador, disruptivo e inmaduro en el que pensamos acá, para muchos
polacos Gombrowicz es un autor aburrido, consagrado, que están obligados a leer
en la escuela secundaria.
-¿Cómo considerás a este gran escritor? ¿Como a un autor
polaco, como a un autor polaco-argentino o (lo más riesgoso) como a un autor
argentino que escribió en polaco?
-Creo que nunca
dejó de ser polaco, pero para eso tuvo que irse. Que Argentina lo influenció
muchísimo, pero de ahí a considerarlo un escritor argentino no es correcto, más
allá de los juegos y las chicanas, que por supuesto celebro. Un escritor polaco
atípico, eso sí, que sin proponérselo quedó ubicado, para mí, en la tradición
de Conrad.
-La novela “de cierre” en la obra de Gombrowicz, Cosmos,
está como omitida en tu estudio ¿hay un por qué?
-Yo no diría
que está como omitida. Al igual que pasa con Los hechizados,
o Pornografía, o la mayoría de sus cuentos, o gran parte de su
teatro, no tiene elementos que a mí me hayan servido para hablar de su exilio.
Mi ensayo no busca ser una biografía, ni un libro que contenga un aparato
crítico total, ni hacer un paneo por toda su obra, sino trabajar con un aspecto
muy puntual de Gombrowicz, su vida y su obra, y a partir de ahí comenzar a
hilvanar algunas preguntas, dudas, conjeturas.
“Gombrowicz fue un provocador que terminó triunfando un
poco pese a él. Un tipo terriblemente inteligente, ácido, desubicado, fuera de
lugar, que no se cansaba de estar en contra de cualquier cosa, persona o idea
que se le pusiera adelante. En lo personal, como lector, muchas veces me pasa
que sus textos me resultan repulsivos, pero les encuentro tanto material para
deshilachar que el disfrute viene después. Es decir, después del mal trago
inicial que él preparaba con tanto esmero. Es una literatura agridulce que acá
siempre cayó muy mal y fue rechazada siempre. Inclusive ahora. Es cierto que
desde que Piglia dijo que era el mejor escritor argentino del siglo XX (una
provocación superadora del mismo Gombrowicz) y que Germán García empezó a
escribir algunas cosas sobre él, se lo empezó a mirar con otros ojos, pero ni
siquiera se lo lee formalmente en las carreras de Letras. Es curioso, o
sintomático, que lo lean, casi con exclusividad (y en soledad), escritores,
académicos, intelectuales y dramaturgos, y no un público más heterogéneo. Ese
fue uno de asuntos que quisimos cambiar con el Congreso Gombrowicz, que buscaba
hacer mucho más ameno el encuentro con el polaco. Creo que nos fue bastante
bien, porque muchísima gente que nunca había escuchado hablar de él terminó
acercándose, leyéndolo, averiguando quién era. En mi obra hay mucha influencia
de su obra. No tanto en cuanto al estilo, pero sí a algunos temas, o más bien a
la manera de buscar desacralizar las miradas, de relativizar qué es importante,
de marcar contrapuntos donde se supone que no debe haberlos”.
Nicolás Hochman (Buenos Aires, 1982) es doctor
en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y profesor y licenciado
en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es director de la
productora cultural UnaBrecha y el Congreso Gombrowicz, y presidente de la
asociación civil Grupo Heterónimos. Fue consejero editorial de la revista Lamujerdemivida y
director de Witolda. Revista de la persistencia. Es
autor de la novela Los Casquivanos y del ensayo Incomodar
con estilo. El exilio de Gombrowicz en Argentina.
Video: “Witold
Gombrowicz y la juventud”, grabado en Vence en 1969 y subido a Youtube por
Santiagov el 14.5.10. Duración: 4,02 minutos.
Que Personaje misterioso e intrigante que era Witold Gombrowicz. Y, si.. concuerdo con Nicolás Hochman, nunca se sabrá bien que fue lo que lo empujo a Witold a quedarse a vivir en esta tierra tan lejana. Pero, bueno, lo que es valido es que su figura camino por estas mismas calles ( durante mas de 24 años) y que Witoldo se forjo una personalidad propia para ir forjándose en los campos de la literatura. En fin, excelente comentario (Sr. Carlos Roberto Morán) sobre los 2 libros de este enigmático autor, que se ha editado hasta el momento.
ResponderEliminarMás que extraño y contradictorio, Gombrowicz se supo siempre distinto y así se plantó ante el mundo. Pagó, a mi manera de ver, un precio alto. Pero dejó obra tras de sí, tanto que a casi cincuenta años de su muerte se lo sigue tomando en cuenta. Gracias por tu mensaje.
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