LOS POSEÍDOS, DE WITOLD GOMBROWICZ

 

El polaco-argentino Witold Gombrowicz (1904-1969) solo consiguió la fama en sus últimos años de vida, luego de que el director argentino Jorge Lavelli (fallecido en París el 9.10.23, a los noventa años) pusiera en escena sus tres obras teatrales en la capital gala y su narrativa fuera traducida al francés, así como su Diario. En entreguerras, Witoldo fue un escritor joven algo escandaloso en la Varsovia de la época. Pero no era conocido más allá de las fronteras polacas. Y mucho menos lo fue cuando decidió radicarse (presuntamente por breve tiempo) en Argentina, donde terminó viviendo veinticuatro años (1939-1963) y escribió varias novelas fundamentales, tales como Trans-Atlántico, Pornografía y Cosmos, sus obras teatrales Opereta y Matrimonio y gran parte de su inclasificable Diario.

En Polonia había sorprendido con sus cuentos de Memorias del tiempo de la inmadurez (que más adelante sería rebautizado con el título de Bacacay), su obra teatral Ivonne, princesa de Borgoña, y, de manera especial, su heterodoxa novela Ferdydurke, máxima expresión de su talento. Poco antes de viajar a Argentina (y antes de declararse la guerra) había publicado como folletín en diarios varsovianos, lo que aquí se conoció como Los hechizados (1977/1982) y que ha vuelto ahora con un título diferente y más incisivo: Los poseídos. 

Pese a la existencia de Los hechizados, de cierta manera Los poseídos es una verdadera novedad, porque está completo (se encontraron algunos capítulos, los finales, en la década de 1980) y es una traducción directa del polaco, en tanto que la que podría denominarse primera versión fue traducida del francés y presentaba un final abrupto, es decir, truncado. En cambio, el nuevo final “cierra” el relato, además de que al haberse traducido directamente del polaco se han podido conocer fragmentos omitidos en aquella oportunidad, así como presenta sutiles cambios, interpretaciones más ajustadas a lo que fuera el lenguaje particular del autor. 

La historia. Ella gira en torno a un antiguo castillo y a la posibilidad de que, aunque se encuentre no solo en decadencia, sino próximo al derrumbe, pueda albergar tesoros. También, a la posesión que ese vetusto edificio puede ejercer sobre algunos de los seres humanos que ingresen a él. El folletín fue publicado entre el 4 de agosto y los primeros tres días de septiembre de 1939, en dos periódicos de Varsovia. Los capítulos finales desaparecieron. Ocurrió que en 1986 un intelectual polaco descubrió las ediciones faltantes y por eso se logró recuperar la historia en su totalidad. 

El relato se desarrolla en dos planos: el que transcurre en el orbe de lo cotidiano, en este caso en un ámbito de propietarios rurales, esa aristocracia un tanto marginada a la que decía pertenecer el propio autor, y el mundo del castillo, caracterizado por posesiones nunca aclaradas y habitada por un conde loco, su secretario (que quiere apoderarse de las presuntas riquezas que alberga el lugar) y un mayordomo que recuerda a las películas de terror de la época. 

A la casa de la señora Ocholowska y su hija Maja llega un joven profesor de tenis para darle lecciones de dicho deporte a la joven. Pronto, entre ambos, se entabla una relación ambigua, no tanto referida a la mutua atracción, sino a características de ambos, que se semejan. Esa ambigüedad se irá acrecentando con el correr de las páginas y más aún cuando los dos, por diversas circunstancias, ingresen al castillo, del que les resulta difícil salir. 

En el castillo, como se dijo, vive un conde que se encuentra al borde de la locura y que añora a su hijo fallecido. El secretario, que tolera las excentricidades del noble porque anhela apoderarse de sus presuntas riquezas, es también el novio (no demasiado querido) de Maja. Asimismo, un historiador que visita la finca de Ocholowska, busca las mismas riquezas, pero tanto él, cuando logra ingresar, como algún otro que lo imita, logra sentirse tranquilo en ese lugar opresivo, ganado por la oscuridad y el abandono y, al parecer, también por lo maligno. La “síntesis” de esa constante intranquilidad la da una simple toalla que, colgada sin que nadie la toque, parece tener vida propia, al oscilar de manera incesante. 

Antinomias. En la propiedad rural, la luz, la tranquilidad, el sentido común. En el castillo la opresión, lo desconocido, el mal.

 Las miradas de los otros, la forma increada en contraposición a la Forma, en cuanto a aquello inmodificable. La Forma que supone una Totalidad (el adulto, la familia, el Poder en cualquiera de sus expresiones), tales las constantes en la obra de Gombrowicz. A ello debe añadirse su defensa de la inmadurez, porque en ella resultaba válido el error, porque significaba la vía para el Conocer. Allí, señalaba el escritor, en la inmadurez, en su erótica, anidaba la Vida, con sus constantes errores y aciertos, con caminos que se descubrían y que llevaban a otros caminos y a otros más. 

Algo de todo eso se presenta en el folletín. El más evidente es ese encuentro entre Maja y el tenista y, en cuanto a la Forma, ella está representado por el secretario Cholawicki, que en todo momento y circunstancia busca ganar, triunfar sobre los demás. El Poder lo puede… 

Los poseídos no tiene las ambiciones, y los logros, de las tres grandes novelas de Gombrowicz, esto es Ferdydurke, Trans-Atlántico y Cosmos. Las intenciones, las búsquedas y los logros en esos inolvidables “artefactos” literarios son insuperables. Cada una de sus teorías se encuentran muy bien desarrolladas y en los dos primeros casos se ven acompañadas por un humor insuperable. Cosmos es distinta, porque supone la gestación de una suerte de realidad paralela a lo cotidiano, un orbe misterioso, próximo a la crueldad, en gestación. Una novela en clave, que muestra a un autor interesado en incursionar en una temática, compleja, heterodoxa, y considerablemente oscura. 

El folletín habla sí, de misterios, que al final se van dilucidando, de situaciones oscuras que se vuelven comprensibles en la parte final de la historia. Y el todo acude a lo más simple: dos almas que al final se encuentran y, con ello, se disipan las cerrazones, la incomprensión de los hechos. Y retorna la calma. El carácter de las personas es lo que se termina imponiendo, dice el autor a través de uno de los protagonistas. 

Sirve entonces, esta historia, para completar la obra de Gombrowicz, advirtiéndose que, detrás de un cierto juego literario, con poco espesor, también está ese mundo propio, el territorio de Witoldo (como lo llamaron sus amigos argentinos) que buscó mantener vivo contra viento y marea. Bienvenida, entonces. 


Los poseídos
(Opetani), de Witold Gombrowicz

El cuenco de plata, Buenos Aires, 2023, 343 páginas

Traducción de Pau Freixa y Božena Zaboclicka

Introducción de Rita Gombrowicz

Edición de Julio Patricio Rovelli





En Noticias desde el sur

Comentario sobre Ferdydurke, datos sobre la primera traducción de la novela en la Argentina, datos biográficos del autor

Comentario sobre Bacacay, relatos

 Comentario sobre Teatro Completo de Gombrowicz (Ivonne, princesa de Borgoña, Matrimonio, Opereta) e Incomodar con estilo. El exilio de Gombrowicz en Argentina, de Nicolás Hochman, entrevista a este autor y, en video, entrevista a Gombrowicz, realizada en Vence, Francia, en 1969, con subtítulos (duración cuatro minutos)

 Comentario sobre Recuerdos de juventud, recuadro dedicado a Bruno Schultz, datos biográficos del autor y un segundo video con entrevista realizada a Gombrowicz en Vence, Francia, con subtítulos (duración tres minutos)

 

Comentarios