SÉ MÍA, DE RICHARD FORD

(diseño de Gerardo Morán)
(detalles de las fotografías y video al final)

“Trato de decir sí a la vida, eso es lo que hago”, Richard Ford.

Frank Bascombe está de regreso. No se trata de una persona extraordinaria, tampoco de un famoso ni, menos, de un guerrero vencedor, aunque ha debido librar muchas batallas. Pese a todo, a sus setenta y cuatro años persiste en su búsqueda de una cierta felicidad, aunque ese todo incluye muchos equívocos, no pocas tristezas, así como el hecho de ser consciente de que vive en un país muy crispado, cada día que pasa más dividido, cargado de violencia y extravíos. 

Bascombe es el gran personaje que ha creado Richard Ford, eximio narrador estadounidense que en cuatro novelas y un libro de relatos lo ha expuesto con crudeza y con una sensible comprensión de sus actos (buenos y de los otros), al tiempo que con gran sutileza logró conectar la historia personal del protagonista con la general de su país. 

De manera que en la primera de ellas, El periodista deportivo (1986), “contó” la década de 1980, con El Día de la Independencia (1995) fue el turno de los ’90, Acción de Gracias (2006) se correspondió con el comienzo de siglo, los relatos de Francamente, Frank (2014) nos sitúan en la década del 10 y el de ahora se desarrolla exactamente en 2019, año “parteaguas” porque fue cuando Joe Biden comenzó su enfrentamiento con el entonces presidente Donald Trump, a quien derrotó al año siguiente (cuatro años más tarde el litigio se ha reabierto con impensado cambio de protagonista demócrata, pero con el mismo enfrentamiento ideológico y con pronóstico incierto).

Bascombe, como él mismo lo recuerda en el comienzo de su relato, ha vivido una vida signada por no pocas desgracias: tiempo atrás debió asistir a la agonía de su primera exmujer, perdió a uno de sus hijos cuando era una criatura, ha pasado por dos divorcios, sobrevivió a un huracán, recibió un disparo en el pecho y superó al cáncer, amén de soportar un estado depresivo intenso que en forma reiterada amenaza regresar.

Pero su inri no concluye allí, puesto que cuando más necesita descansar, distenderse, a través de su hija Clarissa, con la que no se lleva precisamente bien, se entera que su otro hijo, Paul, padece ELA, esa enfermedad terminal que va atrofiando músculos mas no el cerebro. Frank terminará haciéndose cargo de su primogénito, pesado, antipático, pese a las protestas de la hija quien no lo cree capacitado para afrontar tan compleja tarea.

La novela es, centralmente, la epopeya, física, pero más que nada emocional, que afronta Frank para la atención de su hijo de cuarenta y siete años a quien, encima, le propone la “aventura” de viajar en un antiguo coche caravana, o casa rodante, hasta el monte Rushmore, en Dakota del Sur, donde están tallados en piedra los rostros de cuatro presidentes norteamericanos, objeto de masivas visitas durante todo el año. 

El adicional es que el viaje lo emprenden, con múltiples dificultades, en un invierno crudo y despiadado, un traslado cargado de peripecias que se extiende en un recorrido de más de 2.700 kilómetros, suerte de novela de carretera o road movie, tan propia de la narrativa norteamericana, aunque presumo que no haya sido la intención central de Ford, sino la de, al tiempo de registrar las multiplicidad de encuentros y desencuentros entre padre e hijo (lo que le posibilita calar muy en lo hondo de sus emociones) también va exhibiendo el perfil contemporáneo del país y connacionales a los que “pinta” con vitriólicas ironías.

Importan también las recurrentes visitas a la monumental y famosa Clínica Mayo (en Rochester, en el helado estado norteño de Minnesota) para la atención de Paul y, en otro orden, los intentos vanos de Frank de vincularse con mujeres, especialmente con la masajista Betty Tran, oriunda de Vietnam, cuyos gestos “rigurosamente calculados” son mal interpretados, dado que los entiende como prometedores (inexistentes) mensajes de amor. También lo pretende con Catherine Flaherty, a la que conoció en sus tiempos de periodista deportivo, pero ella le cierra todas las puertas posibles.

Así es que en tanto mantiene una constante confrontación con su hijo enfermo, Bascombe se enfrenta a la soledad propia, raigal, mientras insiste, pese a los contratiempos, en encontrar una cierta forma de felicidad. Al fin de cuentas, acepta con crudeza que será su hijo el que morirá primero mientras que a él le queda aún un tiempo por vivir.

 A sus ochenta años Richard Ford, maestro del relato, sabe transmitir emociones de todo orden, narrar el paisaje, los entornos. Asimismo, logra describir con sabiduría, por ejemplo cuando habla sobre el frío. Los personajes se sienten agredidos por las bajísimas temperaturas y el lector puede percibirlo en toda su crudeza debido a la reconocida habilidad del autor.

La otra constante refiere a la vulgaridad.

Eso es así porque el autor de Lamento lo ocurrido hace que Frank y Paul visiten sitios poco o nada glamorosos como lo son un casino regenteado por integrantes de una tribu aborigen, un museo del maíz, en el que las cosas más tontas y triviales, desde remeras a calzadores, desde pastas dentífricas a marcos de fotografías, están relacionados (o, llegado el caso, confeccionados) con dicho producto. A eso se suman hoteles de nula calidad, estaciones de servicio, playas de estacionamiento, bares y restaurantes del común, y similares. 

La descripción de lugares y personas que van encontrando a su paso recuerdan los perfiles, estereotipados, que suelen adjudicarse al orbe “trumpista” (que quedara muy visibilizado en el asalto al Capitolio en 2021). No es casualidad, porque Ford es un convencido demócrata que en la actualidad y de manera pública apoya la candidatura presidencial de Kamala Harris. 

Y, luego de distintas peripecias, al fin los Bascombe arriban al monte Rushmore, poblado de turistas patriotas (visitan el lugar unas dos millones de personas por año) quienes, como ellos, han viajado desde todos y cada uno de los rincones de los Estados Unidos para contemplar los gigantescos rostros pétreos de Washington, Lincoln, Jefferson y Theodore Roosevelt, reales o presuntos “padres de la patria” quienes, desde la perspectiva de Frank (o sea del autor) poco y nada tienen para “decirles” a los actuales habitantes de la contradictoria nación que contribuyeron a forjar. Allí también surge el epítome de la vulgaridad que, de manera cruda, el protagonista (de nuevo: el propio Ford) se esmera en destacar*. 

Como también ha ido señalando, de una u otra manera, las crispaciones y enfrentamientos de toda clase que viven sus conciudadanos, entre los que no es un tema menor la violencia de las armas. No por nada, al visitar Rushmore, Frank teme que desde las alturas alguien le dispare sin motivo alguno. 

El protagonista no disimula sus enconos con Paul, quien a los cuarenta y siete años destila odios y se muestra indócil, molesto, harto de la cruel enfermedad que va minando sus fuerzas y su ánimo. No está claro por qué el padre insiste en realizar ese viaje que es casi un vía crucis para los dos. Sin embargo, cumplen con sus propósitos. Se podría decir que después de todo algo han logrado en medio de una soledad existencial bastante explícita. Si no canto de felicidad, al menos una apuesta reiterada por la vida cuando esta los ha llevado al borde mismo del abismo.

”Sus recuentos vitales tienen algo de estoicismo frío, una desengañada lucidez sin remordimientos”, expresa Gonzalo Tomé en El Periódico de Barcelona. Es así, es un relato de emociones en las que, sin embargo, no desbordan. Es una novela de sobrevivientes que tratan de entender, de entenderse. De aceptar lo tantas veces inaceptables.

 Aunque en lo personal hubiera deseado menos extensión y, cada tanto, mayor intensidad, vuelvo a quitarme el simbólico sombrero ante el maestro.

Quizás es la despedida de Frank. Quizás lo sea la del propio Ford. Un hombre digno, un escritor difícil de encontrar. Difícil de olvidar.

*La ironía adicional es que Rushmore le fue arrebatado a la tribu sioux en 1870 y hasta el día de hoy ese pueblo sigue reclamando su devolución, sin aceptar el dinero que se le ha ofrecido hace más de cuarenta años y que hoy llegaría a los mil millones de dólares. Historia que sin duda Ford debe conocer, pero que no es mencionada en la novela

 Se mía (Be mine), de Richard Ford. Editorial Anagrama, Barcelona, 2024, 393 páginas. Traducción de Damià Alou 

Fotografías (de arriba abajo): coche en carretera nevada de Dakota del Sur; sede central de la Clínica Mayo, en Rochester, Minnesota; Museo o Palacio del Maíz, en la ciudad de Mitchell, Dakota del sur, considerado único en el mundo en su tipo; el Monte Rushmore, en las Colinas Negras, próximas a Keystone, en la misma Dakota del Sur. Las figuras tienen dieciocho metros de altura, promedio; la edición en inglés de Sé mía.

En Noticias desde el sur

Comentarios: Francamente, Frank (cuentos) y Canadá (novela), datos biográficos del autor y entrevistas realizadas en 2015 en medios españoles. 19.12.2015

Richard Ford recibe el Premio Princesa de Asturias de novela.16.7.2016

Comentario sobre Entre ellos (autobiográfico), video: discurso de Richard Ford al recibir el Princesa de Asturias 

Comentario sobre Lamento lo ocurrido, relatos, datos para una biografía, video, entrevista de Mariana Enríquez en Buenos Aires, duración una hora, ocho minutos, traducción simultánea. 11.11.2019

Video

Entrevista de la escritora y periodista Llucia Ramis a Richard Ford, realizada en Barcelona el 10.7.2024. Subida a YouTube por el sello Anagrama. Duración; 37,24 minutos. Subtitulada


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