DANZA DE LAS SOMBRAS, DE ALICE MUNRO


Danza de las sombras (Dance of the Happy Shades), de Alice Munro

Lumen, Barcelona-Buenos Aires, 2022, 295 páginas

Traducción de Eugenio Vázquez Nacarino

El presente libro es el único que restaba conocer de la gran autora canadiense. Publicado hace cincuenta y cuatro años no decepciona. Está integrado por cuentos comparativamente superiores a lo que llegaría poco después 

“Esta vez la música se impone con tanta naturalidad, exigiendo tan poca atención, que apenas nos sorprende. Toca una pieza que no nos resulta familiar. Es una melodía frágil, distinguida y alegre, que evoca la libertad de una gran felicidad inmutable. Y lo único que hace esta chica (…) es transmitir esa emoción mientras toca”. (p.293). 

  En años recientes, se han rescatado los primeros libros de ficción de la canadiense Alice Munro, maestra del relato. Algunos de ellos (Algo que quería contarte, ¿Quién te crees que eres?) la mostraron, digamos así, “en carrera”, es decir tratando de afianzar una voz propia, esa que terminaría asombrando y que, con toda justicia, le llevaría al Premio Nobel de Literatura en 2013. 

Sin embargo, y por comparación, este primer libro escrito entre la crianza de sus tres hijas, sus frustraciones de escritora y su poco feliz primer matrimonio, se revela sólido. Más sólido, en todo caso, de lo que vendría inmediatamente después. En él se dan “cita” el mundo campesino y conservador de la Canadá de posguerra, la pobreza y la soledad -íntima, profunda- de sus personajes. 

Las mujeres, de distintas edades, que protagonizan estos relatos, nos cuentan en privado cuanto sienten o saben y, en cambio, no suelen hacerlo con la gran mayoría de sus conocidos, porque no se dan los contactos reales, profundos, con los restantes convivientes.

 

LOS CUENTOS

 

Uno de los relatos más reveladores de las intenciones de la entonces joven Munro es el primero de la serie, “El vaquero de la Walter Brothers”, en el que la hija de un viajante lo acompaña en su patética gira, en la que cuesta vender sus productos entre la gente muy pobre, muy marginada, de Canadá. Finalmente, padre e hija visitan a una mujer, desconocida para la pequeña, pero que hace cambiar el estado de ánimo del padre, le revela a la chica un pasado en el que la desconocida tuvo mucha incidencia. Entre padre e hija se impone un pacto de complicidad: el mundo alegre, despreocupado e ignorado del padre no le será revelado a la madre, cuando regresen. 

“Las casas flamantes” revelan la profunda inequidad que se cierne sobre una mujer pobre a la que se intentará sacar del medio porque las casas flamantes no pueden convivir con el deterioro y la marginalidad. “Imágenes” sitúa a una niña que visita a su abuela en un mundo que no conoce y que incluye su reacción (que la paraliza) ante la posibilidad de un crimen que al final no se produce. Allí también se registra un acto de complicidad entre padre e hija, algo que no se contará a los mayores. 

“Gracias por el paseo”, habla del machismo y de la dificultosa, si no imposible, comunicación entre los sexos. “El despacho”, de la necesidad del cuarto propio reclamado por Virginia Woolf (y de las vicisitudes que experimenta la protagonista para contar con un espacio privado en cuanto escritora). “Mejor el remedio”, tiene que ver con la vergüenza que pasa una joven al beber -sin querer- más de la cuenta en una sociedad pueblerina, notoriamente represiva. 

 “La hora de la muerte” y “El de la mariposa”, cada uno a su modo, hablan de la pobreza y la exclusión social. “Chicos y chicas” de manera indirecta se refiere a una acción “libertaria” y de cómo tal acción, la suelta de un animal, no puede ser interpretado por los adultos, conservadores, adocenados, máxime si lo ha hecho una mujer, por joven que fuere. “Postal” tiene que ver con el amor no correspondido y con la reacción de otra mujer que busca protestar ante un hecho que considera injusto. Y sin ser correspondida ni entendida. 

“El vestido rojo, 1946”, retoma -desde otro ángulo- los temas de la pobreza, la postergación social y, más aún, las dificultades de las jóvenes para ser comprendidas por sus mayores. También sobre el primer amor y la incomunicación generacional. 

“Domingo por la noche” sitúa a dos “contrincantes”: la señora Gannett y su empleada Alva, el agua y el aceite, la mutua incomprensión, la insalvable diferencia de clases. “Un viaje a la costa” vuelve sobre la pobreza y, otra vez, la dificultad de comunicación generacional. “La Paz de Utrecht”, se detiene en la difícil relación entre sí de dos hijas y de ambas con la madre enferma. 

Queda, por fin, el relato que da título al libro. Un texto complejo que comienza hablando de una anodina reunión anual de una vieja profesora de música con sus alumnos y que da un inesperado salto cualitativo cuando una de ellas, con limitaciones mentales, ofrece ese concierto pleno de intensidad, de vida, que otros alumnos, que en realidad todos quienes están reunidos, jamás podrían entregar.

Tales los temas que abordó Munro en su primer libro. Se podrá decir que varios de ellos son recurrentes, pero la escritora no incurre en la repetición sino que tiene habilidad suficiente como para contar distintas y consistentes historias. 

Este libro tiene significación, además, porque remite al pasado inmediato de Munro, dado que cuatro años más tarde de la aparición de su libro, ya con sus hijas crecidas, tomó la doble decisión de separarse de su primer esposo James Munro y aceptó una plaza como escritora residente en la Universidad de West Ontario. En 1976 se casó con Gerald Fremlin, geógrafo y editor, con quien estuvo unida hasta la muerte de este en 2013. 

La autora dejó de publicar diez años atrás, porque su memoria le jugaba malas pasadas. Se extrañará su pluma excepcional. La suerte es que nos ha dejado una simpar obra. Imperecedera. 

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Fotografías, de arriba abajo: ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura 2013. Lo recibe la hija de Munro, Jenny, de parte del rey Carlos Gustavo de Suecia. Cubierta de la edición en inglés de Dance of the Happy Shades

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