Algo que quería contarte (Something I’ Been Meaning to Tell You), de Alice Munro
Lumen, Barcelona- Buenos Aires, 2021, 298 páginas
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
En este libro pueden advertirse las líneas maestras de la gran narrativa de
Alice Munro, que refinaría en libros posteriores. Un ponderable rescate
Tenía una mirada dulce y
risueña, pero seria, concentrada (¿era esa la mirada que los hombres tenían
después de hacer el amor, y que ella nunca vería?)
¿Qué es lo que desea contar,
contarnos, Alice Munro? Aquello que será insinuado, más que narrado con
claridad, “detectado” por ella en la vida cotidiana, en la vida de la gente
común de su entorno, esa gente austera, silenciosa, tantas veces pobre, que
guarda sus secretos y que la autora, como quién no quiere la cosa, sutil,
inteligente, empática, irá develando de a poco, como si quitara capas de una
cebolla infinita.
Algo que quería contarte data de 1974 y es de verdad un excelente rescate, porque se trata de un
libro que refleja la madurez entonces alcanzada por Munro. En efecto, este
volumen aparece en el momento en el que al fin ha soltado amarras, dejando de
ser la escritora circunstancial “escondida” detrás del ama de casa que -al
parecer- se dedicaba solo al hogar y a cuidar a su prole.
Ella tenía 43 años, dos años antes se había divorciado
de su primer marido, James Munro (padre de sus tres hijas) y casi de inmediato comenzó
a alejarse del ama de casa que escribía sus cuentos en la tabla de planchar.
Ese año fue escritora residente en la Universidad de Western Ontario y, en
simultáneo, había vuelto a un viejo amor, el geólogo Gerard Fremlin, con quien
iba a casarse en 1976.
“En veinte años -dijo entonces- nunca tuve un día en
el que no debiera pensar en las necesidades de otra persona”. Ese 1974 resultó
pues un año epifánico para ella, el momento de su auténtica liberación.
Y ese año entregó este libro integrado por trece relatos largos, que requiere
la paciencia de quien lee para arribar a esos finales únicos, tan propios de
Munro, que terminan develando la “trama secreta” de la ficción o, en otros
casos, lo que ha querido decir con esas historias aparentemente triviales.
Qué habilidad exquisita para decir tanto con (aparentemente)
tan poco. Acá debería agregar varios signos de admiración. Por
ejemplo, cuando se refiere al sexo (más que advertible en los relatos “Algo que
quería contarte”, “La barca abandonada”, “Marrakech” y “Dime sí o no”). El sexo
en la edad adulta, en el despertar de los adolescentes, en la fidelidad y,
especialmente, en la infidelidad. Realidades íntimas y complejas, que Munro
logra exponer con pericia, tratando de comprender, de entender a la criatura
humana en toda su complejidad.
La otra habilidad (tiene varias, felizmente) de Munro
refiere a la complejidad de sus cuentos, a lo imbricado de cada trama. Con ella
hay que ir despacio, desbrozando la selva de cada relato. Quien lea el cuento
que da título al libro, durante gran parte de su desarrollo difícilmente tenga
en claro qué se propone contar con las historias de las hermanas Char y Et, las
aventuras amorosas de la primera y el acompañamiento y hasta la complicidad de
Et, quien no conocerá el amor, pero que terminará en su vejez acompañando al
cuñado. Y en este caso es mejor no agregar más.
Un relato marroquí. Hay que cuidarse en ese sentido, porque el misterio de cada relato está en lo que subyace. Así, La aventura marroquí de Jeanette (nieta de Dorothy) no es lo importante, ni la relación de Dorothy con su hermana Viola, sino aquello que se dirá al final del impecable relato “Marrakech” y que tampoco conviene develar acá.
El sentido de cada historia demanda atención y,
algunas veces, el adicional de la paciencia, pero siempre habrá buenos
resultados. Como ocurre en “La barca perdida”, relato sobre adolescentes que en
el verano encuentran una barca semidestruida que les permitirá, una vez
arreglada, navegar a medias y alejarse del lugar donde viven para permitirse un
momento de holganza, de libertad, que implicará una liberación sexual que los
pondrá en camino hacia la madurez y el dolor de crecer.
En “Dime sí o no” habla de la infidelidad, En
“Verdugos”, de los amargos recuerdos de una mujer ya envejecida sobre su niñez
marcada por los hostigamientos de sus compañeros escolares, de la compañía de
Robina, una sirvienta que, a su modo, la ayudaba a vivir y de un incendio que
provoca muertes y que resultó para esa niña una suerte de culposa liberación. Y
que el paso del tiempo no termina de borrar.
En “El valle de Ottawa” habla de la relación
(compleja, ardua) madre e hija mientras realizan un viaje a lo que llamaríamos
el campo durante la guerra. Viaje que, de parte de la hija, tiene la intención
de comprender más a su progenitora, mientras esta va perdiéndose en la
penosa enfermedad de Parkinson.
En “Cómo conocí a mi marido”, la autora opta por un
cierto humor para no narrar en términos trágicos lo que significó para una
jovencita el despertar sexual y sentimental que está contado con tanto desparpajo
como inocencia.
Tales algunos ejemplos que tomo de este libro extenso,
con sus relatos que reclaman atención y que entrega no siempre fáciles pistas
para los “misterios” que en él subyacen. Como puede advertirse, hace cuarenta y
siete años Munro había comenzado a dictar cátedra. Felizmente.
Un fragmento
Está muerto, lo sé. Un hombre de traje oscuro, algún
tipo de gerente o funcionario, sale para examinarlo. Algunas personas siguen
andando con su equipaje, como si nada hubiera pasado. No miran en esa
dirección. Otras, como yo, se acercan hacia el sitio donde yace el anciano, y entonces
se detienen; se acercan y se detienen, como si el cuerpo emitiera unos rayos
peligrosos.
-Debe de haberle fallado el corazón.
-Un ataque.
-¿Ha muerto?
-Seguro. Mire como lo cubre ese hombre con su abrigo.
El funcionario se ha quedado en mangas de camisa.
Tendrá que llevar la chaqueta al tinte (a la tintorería). Me alejo haciendo un
esfuerzo, camino hacia la entrada de la estación. Es como si no debiera
marcharme, como si el grito del hombre justo antes de morir, ahora muerto,
siguiera aún exigiéndome algo, aun cuando no sé qué es. Ante ese grito Hugh, y
Margaret, y el rosacruz, y yo, y todos los vivos, retrocedemos. De pronto lo
que digamos o sintamos no suena relevante, no viene al caso. Como si a todos
nos hubiesen dado cuerda hace mucho tiempo y girásemos fuera de control,
vibrando, haciendo ruidos, pero al menor contacto nos pudiéramos detener, y
vernos unos a otros por primera vez, inofensivos y quietos Sé que esto es un
mensaje; de verdad creo que lo es; pero no veo cómo entregarlo. (pp.230 y 231).
Fotografías: Arriba: Alice Munro en los años en que escribió Algo que
quería contarte. Más abajo, lateral izquierdo: una callejuela en Marruecos.
Segunda fotografía: La edición del libro en idioma inglés.
En el blog
Video
“Alice Munro en sus propias palabras”. La autora fue
entrevistada en su casa de Victoria, Canadá, en noviembre de 2013,-año en que
obtuvo el Premio Nobel de Literatura- por Stefan Åsbereg, de la Academia Sueca.
La entrevista reemplazó a la habitual disertación que deben hacer los premiados
en Estocolmo al recibir el galardón. Munro no realizó el viaje por razones de salud.
El reportaje se desarrolló en idioma inglés, pero se puede ver con subtítulos en
castellano (buscar en Configuración). Subido a YouTube el 7.12.2013. Duración: 29,20 minutos. Un video de
excepción.
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