LOS FUEGOS DE OTOÑO, DE IRÈNE NÉMIROVSKY

Los fuegos de otoño (Les feux de l’automne), de Irène Némirovsky

Salamandra, Barcelona, 2020, 250 páginas

Traducción de José Antonio Soriano Marco

En España: 18 euros. No se lo ha distribuido aún en la Argentina

 

“Regresa” Irène Némirovsky con un potente fresco sobre las vidas comunes en la Francia afectada por las guerras, la pobreza y, especialmente, la corrupción en los sectores de poder. Con su brillante pluma logra la vivisección de las familias burguesas de su tiempo

 

¿Ves? -le decía- son los fuegos de otoño. Purifican la tierra; la preparan para las nuevas semillas. Vosotros sois aún jóvenes. Esos grandes fuegos aún no han ardido en vuestras vidas. Pero se encenderán. Y devorarán muchas cosas. Ya lo veréis, ya lo veréis…”.

 

Irène Némirovsky fue redescubierta en 2004, cuando un manuscrito conservado por sus hijas durante décadas “se transformó” en una formidable novela, Suite francesa, que llegó a conmover al mundo literario de todas las latitudes y puso de nuevo en circulación el nombre de una excepcional escritora que el paso del tiempo había hecho caer en un inexcusable olvido.

 

Némirovsky había sido famosa en los años ’30 del siglo pasado (plena época de entreguerras), pero nunca terminó de ser aceptada por la burguesía francesa, dada su procedencia extranjera y (especialmente) su condición de judía. La escritora hizo grandes esfuerzos para integrarse, hasta llegar a convertirse al catolicismo, y sin embargo jamás obtuvo la nacionalidad gala. 


La nefasta consecuencia fue que terminó en un campo de concentración donde resultó ultimada el 17 de agosto de 1942. Su esposo, el banquero Michel Epstein, correría igual suerte.

 

Las hijas, Denise y Elizabeth, serían salvadas por familias católicas y preservarían los originales de la obra póstuma de la autora, integrada por las novelas Suite francesa, la aquí comentada y El ardor de la sangre, publicada tiempo atrás, su biografía de Chéjov y varios libros de cuentos.

 

Los fuegos de otoño fue escrita poco antes de la internación de Némirovsky en el campo de concentración de Auschwitz. Sin embargo, se dio tiempo no solo para concluirla sino también para corregirla. El libro aquí comentado lleva las correcciones incorporadas en 2014. Antes, en 1988, fue publicada en nuestro idioma la primera versión con el título de Fogatas.

 

Otra vez, esta gran, exquisita autora, en la novela vuelve a dar en la diana, auscultando como ella sola lograba hacerlo el alma mezquina de aquellos franceses que buscaban “la salvación” a cualquier costo. Para hablar sobre ese mundo de seres que iban tras “la oportunidad” propia sin importarles el precio a pagar, los males que podían causar, Némirovsky entrega un relato “panorámico” que comienza en los inicios de la Primera Guerra Mundial y cierra en 1941, ya iniciada la funesta Segunda gran contienda bélica.

 

Varios personajes enriquecen la novela, especialmente los oportunistas Raymond Détang y Bernard Jacquelain, y más aún este último, quien en el comienzo de la novela tiene 17 años y a esa edad se enrola para ir a la guerra. Le durarán poco el entusiasmo y los principios que lo llevaron a filas, porque retornará cínico y con ansias de triunfar a como dé lugar.

 

El trato cruel. El “otro rostro”, el de los seres débiles, pero también sensibles, está representado por Thérèse, su primer esposo, Martial Brun, la señora Pain, abuela de la primera, y varios más que deben soportar la sevicia de la guerra (de las guerras en este caso), o sea el “trato cruel” que produce sobre los pobres seres, mujeres y hombres de a pie que deben pagar todos los costos, incluyendo las vidas de los seres queridos. O las propias.

 

Uno de ellos es Martial, que hace de la guerra un apostolado a costa de su propio sacrificio personal. Y la otra es la misma Thérése, quien por amor tolera aquello que no debería aceptar. Los débiles, dice Némirovsky, por el solo hecho de tratar de sobrevivir, de ser aceptados por los demás, solo conocen dolores y desprecios.

 

El fresco que legó la ucraniana-francesa es, como ha ocurrido con la mayoría de sus restantes trabajos, de gran riqueza, pleno de sutilezas y detalles. Obligada por las circunstancias que vivía por entonces, acicateada por la proximidad de su propia muerte (debía llevar la amarilla estrella de David, una forma de estigmatizarla en forma cotidiana), se dedicó a escribir como si sintiera que debía dejar asentado su testimonio vital.

 

Mucho conocía Némirovsky sobre el arribismo, dado que vivió toda su vida rodeada de banqueros, de gente ligada a las finanzas. También incidieron en su vida las relaciones humanas, especialmente las que mantuvo con su madre, una mujer frívola que nunca quiso a su hija porque a través de ella se sentía envejecer. En el video que acompaña a esta nota, las referencias a la madre de Némirovsky resultan agudas y hasta terribles. Y, para peor, muy ciertas.

 

Novela impar, podría decirse, a pesar de que la autora acude a lo que podría considerarse un final “feliz”, no puede dejar de advertirse que más allá de los personajes la contienda sigue sembrando tristeza y dolor. Todo eso está también presente, suerte de persistente telón de fondo, en este relato ejemplar.

 

La edición francesa
Un fragmento

 

Se levantó para encender una lámpara y, tras unos instantes de silencio, murmuró: No volverá a menudo. Allí la vida es distinta, qué se le va a hacer. Hizo un gesto vago que indicaba a la vez Estados Unidos y aquel mundo desconocido y brillante, en el que el dinero era fácil, la gente se divertía y las mujeres se entregaban sin amor.

Volvió a sentarse en silencio y siguió adornando el sombrerito negro. Era viejo; había teñido el fieltro porque había que ahorrar, que mirar en qué se gastaba el dinero. Su pensión de viuda y los valores rusos apenas daban para vivir. A Bernard ya no le interesaba aquella “felicidad pequeñoburguesa”. Él iba a hacer negocios millonarios en Estados Unidos. Détang lo había introducido en el mundo de los políticos y los financieros. “Si supieras lo que se cuece ahí dentro…”, decía Bernard. Lo decía y sabía que estaba mal, pero se aprovechaba, pescaba en río revuelto, como los demás. Él, que había ido a la guerra, pensaba, y decía, que habría sido mejor especular con las reservas estadounidenses. Se reía de todo, no respetaba nada, ni a las mujeres, ni el amor, ni las ideas por las que habían combatido.

Thérèse clavaba la aguja y la hundía, la clavaba y la hundía, cosía aplicadamente, sin alzar la vista”. (pp. 132 y 133).

 

En el blog

 

Comentario sobre Domingo, cuentos de IN

Comentario sobre La presa, novela de IN

Comentarios sobre Los bienes de este mundoJezabel y El malentendido, novelas de IN; sitios de internet ligados a la autora, datos biográficos de IN y video de una entrevista a Denise, hija de Némirovsky, realizada en francés en 2009

Nota al cumplirse el 75º aniversario de la muerte de la autora (17.8.2017)

 

Video

 

“Iréne Némirovsky, escritora ejecutada en Auschwitz”, video de Radio Sefarad.com, subido a YouTube el 29.1.20. Duración: 11,21 minutos. Excelente informe sobre la triste vida de la autora de Suite francesa




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