Una noche en el paraíso (Evening in Paradise: More Stories)
de Lucía Berlin
Alfaguara,
Barcelona, 2018, 292 páginas
Prólogo de Mark
Berlin, colofón de Jeff Berlin. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
En España: 19,90 euros. En Argentina: 629 pesos.
Fue una
sorpresa para todos: una bella, muy bella, mujer, llegó de ninguna parte para
sorprender al mundo con su juventud y con una serie de cuentos extraordinarios
que conmovieron, dejando profundas huellas que aún persisten.
En realidad, se
trataba de una especie de realidad virtual, porque la mujer joven y bella ya
había muerto cuando su nombre y su estampa aparecieron hace dos años en el
firmamento literario, primero de los Estados Unidos, luego a escala
internacional. Cuando murió, en 2004, era una anciana que soportaba varias
enfermedades y su belleza a lo Elizabeth Taylor había desaparecido mucho tiempo
atrás. Pero, por suerte, lo que no era realidad virtual fueron y son sus
cuentos de excepcional calidad, perdurables sin la menor duda.
Esa especie de
“milagro” literario se llamó Lucía Berlin.
Ella tuvo una existencia azarosa y en vida llegó a publicar seis libros de
relatos que no tuvieron la menor resonancia. Fue la persistencia de su amiga y
admiradora Lydia Davis (y también la del editor Stephen Edison) la que
posibilitó que en 2016 conociéramos Manual
para las mujeres de la limpieza, un sorprendente libro de relatos que
colocó a su autora en un sólido (también tardío) pedestal.
Como
“observadora, cruda, divertida y brillante” la calificó Andrea Aguilar (con
mucho acierto) al publicar una nota sobre ella en El País de España. En esa nota se anticipaba que el “fantasma” de Lucía
regresaba en un nuevo tomo de relatos rescatados, recopilados esta vez por sus
hijos Mark y Jeff Berlin, quienes contaron con la asistencia de la editorial
norteamericana Farrar, Straus & Giroux. Y así, con la edición de Una noche en el paraíso, he podido volver
a “escuchar” la fuerte voz narrativa de la escritora norteamericana.
En la primera
colección de sus cuentos, algo más de cuarenta, están los más elaborados y,
digamos, los más “alejados” de su autobiografía. Los que integran la nueva
selección resultan muchas veces relatos personales, casi privados, “salvados”
por la agudeza creativa de su autora. Sus personajes centrales, todos
femeninos, pueden llamarse Decca, o Laura, o Maya, pero el lector sabe que en
ellos subyace Lucía Berlín.
Ficciones, sin duda, pero también autoficción. Como bien dice su hijo Mark en
el prólogo: “Mi madre escribía historias verdaderas, no necesariamente
autobiográficas, pero casi”.
La nueva
selección tiene una intencionalidad cronológica y ello se debe a que, en los
Estados Unidos, aparecieron simultáneamente los cuentos y una autobiografía de
Berlin (que concluye en 1966, porque la autora interrumpió su redacción de una
manera un tanto abrupta). Este segundo libro, que incluye fotografías, se titula
Bienvenida a casa y será publicado en
octubre próximo en nuestro idioma.
La vida de
Berlin se caracterizó por un ir y venir permanente, que duró años. Cuando niña,
debido a que su padre llevaba a su familia de un lado a otro por estar ligado a
la minería. En uno de esos viajes recaló en Santiago de Chile, donde Lucía
vivió una vida casi principesca, al punto de que fue el príncipe Alí Khan quien
le dio fuego para su primer cigarrillo…
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Lucía con su hijo David |
Sobresaltos. Pero pronto
desaparecieron las rosas y la vida de la escritora fue de sobresalto en
sobresalto. En pocos años se casó tres veces, tuvo cuatro hijos y no mucho más
tarde debió enfrentar al mundo con sus escasas armas. Fue entonces que debió
practicar diversos oficios, incluyendo el de empleada doméstica. Aquejada desde
joven de una escoliosis que iría a perforarle un pulmón en su edad adulta, hubo de luchar también contra el alcoholismo que la acompañó mucho, demasiado
tiempo.
Pero Berlin
nunca bajó los brazos. Tanto fue así que logró vencer la enfermedad e ingresar como
profesora universitaria, tarea que desempeñó con –señalan- mucha eficacia
durante más de veinte años. La leyenda no dejó de remarcar que ella terminó
viviendo en un garaje, en la casa de uno de sus hijos, David, pero éste la
desestima porque aclara que ese sitio fue reciclado “para transformarlo en un
bello lugar”.
Al conocerse la
primera selección se dijo que la autora era “una Carver femenina”, por narrar
historias de gente desplazada, de personas pertenecientes a la clase obrera
norteamericana, porque hablaba de seres dolidos, atravesados por el alcohol, la
tristeza, la enfermedad, aunque en realidad ella era lectora fervorosa de
Chéjov y lo que se propuso fue seguir sus pasos en clave contemporánea.
“Las mujeres de
Berlin son impulsivas, avanzan a saltos, van en pos del salvajismo y el
éxtasis”, afirma Dwight Gardiner, Pero con esa definición no alcanza, porque la
escritora estadounidense fue también sensible, humana, brillante en sus
descripciones y piadosa con el dolor ajeno (y el propio) para lo cual utilizaba
frecuentemente un sutil humor, con el que evitaba la grandilocuencia y el golpe
bajo.
A esto se le
suele llamar maestría. Y ella fue sabia al momento de narrar. Estos cuentos
muestran a sus diversos protagonistas viviendo situaciones límite. El ácido
humor, la habilidad para narrar aquello que no se puede ver o notar en un
primer plano, facilita la lectura, iluminando sus zonas oscuras.
“Exagero
mucho, y a menudo mezclo la realidad con la ficción, pero de hecho nunca miento”,
dijo alguna vez la autora. Exagera, cambia las escenas reales por las
imaginarias, pero lo que cuenta, en lo básico, es aquello de la verdad de las
mentiras de las que hablara Vargas Llosa.
Hay “verdad” en “Los joyeros
musicales” (su experiencia de niña viviendo peripecias en el peligroso
territorio limítrofe entre Estados Unidos y México). Hay “verdad” en “Andando”
(una historia de iniciación sexual de una muchacha extranjera viviendo entre
los ricos de Chile, en tanto se perciben los ecos de los cambios sociales que
llegarían con el breve gobierno de Salvador Allende). Hay “verdad” en “Una
noche en el paraíso” (en el que la protagonista vive la experiencia de estar
cerca de los protagonistas de la película “La noche de la iguana”, entre ellos
la mismísima Elizabeth Taylor, así como Richard Burton y Ava Gardner y John
Huston…).
Hay “verdad” en “La Barca de la Ilusión” (con Maya –alter ego de la
autora- buscando reconstruir su vida al lado de Buzz, un músico que trata de
superar sus adicciones… con escasas posibilidades de lograrlo). Hay “verdad” en
“Las (ex) esposas” (dos mujeres que se encuentran en la noche, mientras
intentan entender a un “ex” que ha dejado por una tercera, y a través de él
entenderse).
Hay verdad
en el resto de los cuentos compilados. En realidad, hay verdad en todo este
libro que, luego de leerlo, sigue conmoviendo.
El editor Emerson
ha contabilizado un total de setenta y siete cuentos escritos por Lucía Berlin
(quien nunca escribió novelas). Entre las dos recopilaciones se han reunido
sesenta y cinco. Han quedado entonces en una suerte de “limbo” doce relatos
que, quizás, alguna vez también conoceremos.
En el blog:
Video: Lucía
Berlin lee “Mamá”, uno de sus cuentos incluido en Manual para las mujeres de la limpieza. Subido a YouTube por L’Altra
Editorial el 2.3.16. Duración: 3,15 minutos. La autora lee en inglés y aparece
traducida al catalán. Berlin utiliza una bombona de oxígeno por estar muy
afectada de los pulmones en su edad madura.
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