EN EL PAÍS DE LOS ESPÍAS, DE MICK HERRON

(diseño: Gerardo Morán)

(detalles de las fotografías al final)
 

El británico Mick Herron viene escribiendo desde hace unos catorce años la serie de espías conocida como la de Los caballos lentos, que ha gozado de gran popularidad desde sus comienzos, acrecentada a partir de 2022 al haber sido llevada al streaming o plataforma. En esta nota publicada el año pasado he dado diversos detalles sobre autor y creación. Sugiero ir a ella para completar lo que expreso en el presente comentario


En el país de los espías, de reciente aparición, es el sexto episodio de la serie de Los caballos lentos. En la nota arriba aludida comenté los cuatro primeros. El quinto fue Las reglas de Londres, publicado el año pasado. En cuanto a la serie en Apple TV pueden verse cuatro temporadas. Está concluida la quinta, que se estima sería conocida en los primeros meses del año próximo, en tanto se habla de dos temporadas más, proximas a filmarse. 


El comienzo de la novela publicada en inglés cinco años atrás muestra a los caballos lentos conmovidos por la muerte del abuelo de River Cartwright (uno de ellos), David, el “Viejo Cabrón”, como lo llamaban, Es en el velatorio del antiguo integrante de los servicios secretos cuando se produce un inesperado episodio violento: River sale violentamente persiguiendo a quien se ha vuelto su peor enemigo, nada menos que su propio padre, un oscuro personaje que en Francia y durante años preparó a mercenarios utilizados en forma secreta por los servicios de inteligencia. 

Así, Frank Harness, tal su nombre, hacedor habitual de hechos non sanctos ordenados por dichos servicios (de los que nunca se harían cargo), es un protegido, un ser que se mueve en las sombras para cometer desmanes “autorizados”. Y por distintos motivos se ha convertido en la némesis de River, su impensado archirrival. 


Lo habitual en Hamon es narrar en paralelo varios hechos que siempre giran en torno a los desplazados de los servicios de inteligencia (los citados caballos lentos) que cometieron oportunamente errores irreparables. Se los ha concentrado en un desvencijado edificio conocido como La Casa de la Ciénaga, en la que aceptan permanecer como si cumplieran penitencia, pensando en un probable perdón y un quimérico reintegro a la “normalidad” del trabajo en la central de inteligencia. A la que, está claro para los lectores, nunca volverán. 

Entre episodio y episodio aparecen personajes nuevos, remisos “habitantes” de la Casa de la Ciénaga, que llegan reemplazando a los que han quedado en el camino (en su gran mayoría, asesinados). En este caso el que ingresa al purgatorio en el que el tiempo parece detenido es Lech Wicinski, un analista que trabajaba en Regent’s Park, el centro de mando de los servicios, sorprendido en falta cuando en su computadora aparecieron imágenes de pornografía infantil. De inmediato fue apartado de su trabajo y mientras se abría una investigación, lo trasladaron al sitio referido. Una manera de decir que se lo ha condenado de antemano.


Mientras Lech intenta comprender lo que le ha ocurrido (entiende que se ha metido en honduras inesperadas por haber investigado a una persona, desconocida para él) ocurre un tercer episodio, que se volverá lo central del libro: ha desaparecido un adolescente de diecisiete años y por determinadas circunstancias una mujer (la madre del muchacho) pide a Louisa Gay, integrante del grupo, que intente ubicarlo y regresarlo al hogar. 

La mujer es la viudad del extinto “caballo” Min Harper (quien había convivido con Louisa en su último año de vida). La presión es tal que la espía-caída-en-desgracia no puede negarse al pedido, de manera que parte en la búsqueda del joven quien se encontraría en un determinado lugar de Gales donde habría buscado refugio escapando de no se sabía de qué (o de quién). Por lo que narra Harron, para los ingleses Gales parece ser un lugar tan exótico y extraño como si fuera Siberia. Como al pasar, el autor no deja de clavar sus estiletes en la piel inglesa, en la parecen prevalecer los estereotipos y desdenes hacia quienes no sean “puros” habitantes de la mal llamada Rubia Albión. 


Louisa se enfrentará con una poderosa nevada que entorpecerá cuanta acción emprenda y (sorpresa) con el propio Harness y varios mercenarios quienes también buscan al muchacho y no con buenas intenciones. Ocurre que el joven llamado Lucas ha huido por haber sido impensado testigo de un hecho delictivo que involucra nada menos que a un encumbrado miembro de la realeza. Pero tiene su cuota de culpa, dado que ha pedido dinero para no hablar. 

La infeliz acción lo coloca al borde de la muerte y su torpeza logra lo propio tanto con Louisa, como con Emma Flyte (una expolicía) y tres integrantes de los caballos lentos que concurren al rescate de la primera, sin tener demasiado en claro qué está haciendo su compañera en Gales, porque había pedido licencia sin mencionar viaje ni motivos. 

Jackson Lamb, el jefe de los espías castigados, se queda en Londres mientras dirige a los suyos a la distancia, manteniendo y expresando su mal humor y su (aparente o real, nunca se sabe) menosprecio hacia sus dirigidos. En tanto ellos viven sus peripecias, se da tiempo para aclarar dos situaciones oscuras a la ex alcohólica Catherine Standish, casi su secretaria, en la que más confía, aunque no lo diga. 

La primera de ellas referida a la muerte de quien fuera jefe de la mujer, Charles Patner, al parecer suicidado. La segunda ocurrirá al final de la historia, cuando Lamb dé precisiones sobre lo que obligó a hacer al hombre que había logrado quebrar a Wicinski. Y lo que presuntamente ocurrió con el padre de River. 

En los episodios narrados por Harron suelen registrarse duros enfrentamientos en los que se ven involucrados los caballos lentos, no pocas veces sin comerla ni beberla, pero debiendo hacerse cargo de platos que otros rompen. Y a un alto precio porque, así como ocurrió con Min, las bajas suelen ser considerables. Ocurre nuevamente en la presente historia: un hombre y una mujer quedarán en el camino. 

Claro está, los enigmas no se cuentan en detalle, porque por algo estamos ante una ficción basada en la intriga. Por eso se sabe que en ella habrá sangre y traiciones, inocentes que pierden, “malos” que ganan. Y en todos los casos Jackson Lamb terminará prevaleciendo, no sin golpes y nuevas escoriaciones, físicas y morales, que se sumarán a su cuerpo, cada más castigado. En tanto Diana Tavernier, jefa ahora de los servicios, que mantendrá una relación de afecto y rechazo simultáneos hacia Lamb y los suyos, subirá al máximo lugar, y en ese sitio conocerá lo que son los aprietes más fuertes, las traiciones menos esperadas. La soledad más rigurosa.


En el país de los espías (Joe Country) de Mick Herron. Salamandra, Barcelona, 2024, 398 páginas. Traducción de Antonio Padilla Esteban. (En Argentina solo se consigue en ebook) 

Fotografías, de arriba abajo: personajes de la serie televisiva Caballos lentos; Jonathan Pryce como David Cartwright, “el Viejo Cabrón”; Hugo Weaving como Frank Harness; integrantes de los caballos lentos en la Casa de la Ciénaga; Rosalind Eleazar como Louisa Guy; Gary Oldman como Jackson Lamb. Aparte: nevada intensa en Gales; la edición en inglés de En el país de los espías

 

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