En 2010 el inglés Mick Herron escribió: “Al menos,
dejemos claro lo siguiente: la Casa de la Ciénaga no está en una ciénaga,
tampoco es una casa. La puerta principal da un recoveco polvoriento entre
locales comerciales del barrio de Finsbury, a tiro de piedra de la parada de
metro del Barbican. A la izquierda hay un antiguo quiosco, convertido ahora en
quiosco / verdulería / tienda con licencia para vender alcohol, con un
floreciente negocio suplementario de alquiler de DVD; a la derecha, el
restaurante chino (…) La puerta principal da a un recoveco. La vieja pintura
negra está manchada por las salpicaduras de la calzada y al otro lado del panel
de cristal fino de la parte de arriba no se ve ninguna luz encendida en el
interior. No hay timbre, y la rendija del buzón en la puerta ha cicatrizado como
una herida en un cuerpo infantil”.
La Casa de la Ciénaga, el lugar donde -como decía un muy
viejo tango- van los que tienen perdida la fe. Aunque, en rigor, debería decir
los que han perdido la fe de los servicios secretos ingleses (el muy famoso
M15), porque han cometido errores garrafales e imperdonables: alguien equivoca
un operativo de simulación en una estación de trenes, otro olvida un disco con
datos secretos en un transporte público, una mujer deja tendido de un golpe a
su jefe que se quiso propasar, está también el que ha sido vencido por el
juego, o por las deudas, o porque se encuentra próximo a la locura. Lo que
fuese, se han vuelto inútiles para el servicio y no pueden seguir prestando
funciones en las céntricas y ultramodernas oficinas de Regent’s Park (casa central
de los servicios de espionaje inglés), por lo tanto, terminan en la Casa de la
Ciénaga.
Entre la marginación y el olvido. Allí reciben instrucciones para hacer trabajos de valor cero en viejas máquinas que nunca terminan de servir. Todo es vano, vacuo, tedioso, una especie de escenario de la inutilidad para lograr la autodestrucción de los que, despectivamente, son llamados los caballos lentos. Quienes los enviaron a ese lugar de castigo, en el que la marginación y el olvido son las constantes, buscan que se vayan del servicio, ya fuere renunciando, enloqueciendo o, quizás, a través del suicidio. Nada los motiva ni los motivará. Jamás volverán a ser lo que fueron, aunque lo deseen con todas sus ganas y todo su tiempo.
Un tal Jackson Lamb. Al frente de los desterrados se encuentra Jackson Lamb, un ser de presencia poco feliz, en el sentido de usar ropa sucia y ajada, y de que su propia figura no está atenta a cuanto tuviera que ver con elegancia e higiene. Por el contrario, el desaliño es su carta de presentación, así como su cabello, largo y descuidado, y la ausencia de agua, colonia, buenas afeitadas, y un -para él- desconocido decoro, respecto de sí mismo. Y, sobre todo, respecto de los demás. Fue un gran espía y éxitos y, especialmente, fracasos, lo volvieron resentido, cuando no siniestro.
Jackson no quiere estar ahí, menos al frente de seres que
han sido despreciados por los mandos del servicio, una suerte de resaca humana
a la que no tolera, y para la cual no hay reconocimientos de su parte, por lo
que la suele tratar con evidente desdén y palabras degradantes.
De todo esto, advirtió Herron, “trampeando” a sus
lectores, nada bueno puede extraerse. Sin embargo, su gran habilidad como
narrador fue la de encontrarle agua a las piedras, esto es, que los “inservibles" de
la Casa de la Ciénaga no lo fueran, volviéndose impensados protagonistas de sus
ficciones. La mayoría de las veces con triunfos pírricos, nunca reconocidos, a pesar
de aciertos y peligros que en no pocas
oportunidades terminan de la peor manera.
Una amplia producción. A tal punto acertó el autor que lleva escritas diez novelas y tres novelas cortas con las historias de los caballos lentos, en tanto que se anticipa una nueva historia para el presente año.
A su vez, los relatos se han visto potenciados por la
exitosa serie televisiva inglesa que lleva dos temporadas, con un gran elenco
encabezado por el siempre excelente Gary Oldman (Jackson Lamb) y la impecable
actriz Kristin Scott-Thomas, quien interpreta a la intrigante Dana Taverner,
funcionaria del M15, nexo -nunca admitido, muchas veces rozando lo ilegal- con
Jackson Lamb.
De las historias publicadas en su idioma original,
Salamandra ha editado cuatro en castellano, entre 2018 y el año pasado. Dado su
éxito, es factible que este año se conozcan más. En la primera de ellas, Caballos
lentos, el “núcleo” tiene que ver con el secuestro de un joven paquistaní
por parte de un grupo ultra, racista, xenófobo, que amenaza con decapitarlo.
El segundo, Leones muertos, encuentra a los
miembros de la Casa de la Ciénaga siguiéndole los pasos a un selecto grupo de
espías rusos, “enterrados” como los topos de John Le Carré (aquí se les llama
cigarras). Precisamente el gran autor de las historias de la Guerra Fría, más
bien sus grises y tantas veces fracasados personajes, le han servido a Herron
para narrar sus ficciones. Porque, en efecto, los “inútiles” de la Casa de
Ciénaga recuerdan mucho a los pocos tomados en cuenta, exitosos a su manera,
personajes que rodeaban a George Smiley.
Lamb es más siniestro que el inolvidable espía creado por
Le Carré, pero a su manera se ocupa de los suyos, y de la preservación de su
propio espacio. En Tigres de verdad se produce el inesperado secuestro
de uno de los acompañantes habituales de Lamb, en este caso la ex alcohólica
Catherine Standish, tras lo cual se esconde un juego de intereses que llega a
la máxima jerarquía de Regent’s Park.
El Viejo Cabrón. En la cuarta historia, La calle de los espías, se ven involucrados en un crimen el anciano exespía David Cartwright y su nieto, River, otro miembro de la Casa, a la que ingresó por fracasar en el referido operativo de prueba (por un error que le hace cometer, adrede, uno de sus rivales). La historia se desplaza a Francia y a un ultra que ha creado una suerte de robots humanos dispuestos a matar en pro de sus objetivos extremistas. Cartwright abuelo, conocido como el Viejo Cabrón, ha sido un importante espía que ha comenzado a sufrir demencia senil y, como guarda muchos secretos, se teme que hable más de la cuenta ante desconocidos. Que pueden ser enemigos.
Como cada una de las ficciones mencionadas conlleva misterios y equívocos que se van explicitando al correr de las páginas,
corresponde decir lo mínimo sobre ellas y que los lectores vayan encontrando de
a poco las respuestas ante los múltiples interrogantes que se plantean.
A favor de Herron, hay que decir que sabe mantener alto
el interés de las narraciones. Los personajes están, en general, muy bien
definidos, con sus pro y contra. Una vez plasmado cada perfil, ellos se
repetirán libro a libro, a veces de manera recargada (los defectos de Jackson
Lamb aparecen “calcados” en cada episodio, incluidas sus insoportables
flatulencias).
Herron ha tomado muy cuenta la impronta de la narrativa
negra norteamericana y la vuelve, digamos, “contemporánea”, ubicándola en un
Londres moderno (fotografía), donde las relaciones son siempre difíciles. Un mundo pletórico
de personas, anhelante de dinero, de movilidad permanente, nervioso cuando no
histérico, siempre ávido por el poder.
El autor ha obtenido diversos premios por esta serie de
novelas. Como conoce el camino a la perfección, seguro que seguirá
obteniéndolos y continuará obteniendo el favor de millones de lectores
en el mundo entero. La excelente serie que protagoniza Oldman con mano maestra
multiplicó y (todo lo indica) continuará multiplicando esas adhesiones.
Caballos lentos (Slow Horses), 2018/2022, 380 páginas.
Leones muertos (Dead Lions), 2020/2022, 396 páginas. (Ambos traducidos
por Enrique de Hériz)
Tigres de verdad (Real Tigers) 2021/2022, 413 páginas.
La calle de los espías (Spook Street), 2022, 414 páginas. (Ambos
traducidos por Antonio Padilla Esteban)
Los
cuatro títulos publicados por Editorial Salamanca (Barcelona, España)
La serie Leones muertos se encuentra en la plataforma Apple TV+. En ella se pueden ver las dos primeras temporadas (“Extraoficial” y “Traidor”), mientras se encuentran en preparación otras dos temporadas. Los actores principales son Gary Oldman (Jackson Lamb), Jack Lowden (el espía River Cartwright) y Kristin Scott-Thomas (la funcionaria Dana Taverner). Los secundarios realizan también trabajos impecables. Entre tantos se destaca Saskia Reeves, interpretando a Catherine Standish. En cuatro de los episodios de la serie el reconocido actor Jonathan Pryce ha interpretado a David Cartwright (El Viejo Cabrón). Resulta bastante habitual que los caballos lentos pierdan a algunos de sus integrantes y sean reemplazados por otros quienes, con sus disímiles personalidades, enriquecen las nuevas historias. Los episodios han tenido distintos directores: James Hawes, Jeremy Lovering, Saul Metztein y Adam Randall.
El autor. Mick Herron nació en Newcastle, Reino Unido, en 1963. Estudió en el Balliol College y reside en Oxford. De reconocido prestigio en el género negro (finalista de los premios Macavity, Barry y Shamus), entre su amplia producción destaca la serie sobre Jackson Lamb y sus «caballos lentos», de la que se han vendido más de un millón de ejemplares y se encuentra traducida a múltiples idiomas. Con Caballos lentos fue finalista del Silver Dagger Award de la Crime Writers' Association (CWA), un éxito que repitió con Leones muertos, que obtuvo el Gold Dagger Award de la CWA y fue considerada el mejor thriller del año por The Times y la mejor novela negra del año según Front Row (BBC), Tigres de verdad, ha sido denominado como “el mejor thriller de todos los tiempos” por The Times y con La calle de los espías ganó el Ian Fleming Steel Dagger de la Crime Writers' Association (CWA) al mejor thriller del año.
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