UN ESPÍA PRIVADO. LAS CARTAS DE JOHN LE CARRÉ. COMPILADAS POR TIM CORNWELL


El espía que surgió del frío es la mejor historia de espías que he leído nunca”. Graham Greene

“Un espía perfecto” es la mejor novela inglesa escrita desde la Segunda Guerra Mundial”. Philip Roth


Durante seis décadas un escritor que firmaba con el nombre de John le Carré entregó novelas que, en su gran mayoría, hablaban del mundo secreto de los espías, es decir de los llamados servicios de inteligencia. Lo central de su obra, constituida por veintiséis novelas y varios relatos cortos, se conoció entre las décadas de 1960 y 1970, años de plena vigencia de la llamada Guerra Fría. Su protagonista central era (y es) George Smiley, líder de un grupo de grisáceos personajes que giran en torno a un sitio anónimo conocido como El Circo. O Circus.

Le Carré se alejó de nosotros a fines de 2020, pero sus obras -especialmente las más sólidas- perduran hasta hoy. Como una suerte de recuerdo quedó su última novela, Proyecto Silverview, conocida póstumamente tres años atrás. Ahora se le suma Un espía privado, extenso libro que recoge una considerable parte de su amplia correspondencia, organizada por su hijo, Timothy (Tim) Cornwell, en una intensa tarea que le demandó dos años de investigación.

En los comienzos de la muy convulsionada década de 1960, epicentro de la llamada Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, cuando diversos acontecimientos complejos estallaban casi sin solución de continuidad en el planeta, un joven de veintinueve años llamado David John Moore Cornwell, quien no era mucho más que un oscuro integrante de los servicios de inteligencia británicos, en sus escasas horas libres comenzó a pergeñar lo que sería su primera novela.

Cornwell había tenido una infancia desdichada a causa de que su padre, Ronnie, fue un consecuente estafador. Tanto su padre como su madre biológica, Olive, amargaron su vida, el primero por irresponsable y abusivo, mientras que la madre abandonó el hogar cuando David tenía cuatro o cinco años y su hermano Anthony, Tony, apenas dos más.

David sufrió lo suyo cuando debía llevar dinero a apostadores de caballos (porque su padre no quería ser visto en el hipódromo) como al experimentar situaciones poco felices en los colegios a los que su padre lo había inscripto pagando con cheques sin fondo.

Ya casado en primeras nupcias con Ann tomó conocimiento a través de los diarios que su padre había cometido una gran estafa, por más de un millón de libras esterlinas, lo que lo llevó a romper con él de manera definitiva. Aunque no logró sacárselo de encima, porque cuando fue famoso Ronald o Ronnie intentó por todos los medios que se hiciera cargo de su mantenimiento, además de hacerle juicios absurdos o realizar compras caprichosas y caras cuyos pagos derivaba a su hijo.

A su madre biológica la volvió a ver solo cuando el escritor tenía veintiún años.

En cambio, lo demuestran las numerosas cartas enviadas, plenas de cariño, sostuvo una excelente relación con la segunda esposa de Ronnie, Jeannie, a la que solía llamar Jean, y a quien oportunamente alentó cuando ella decidió separarse del estafador. La relación con Jeannie nunca se rompió. Ella, en la práctica fue como una madre sustituta.

Cuando Cornwell escribió su primera novela (Llamada para el muerto, 1961) situó la historia en la entonces Alemania Oriental. Para evitarse problemas con el mundo secreto en el que trabajaba firmó con el seudónimo de John le Carré (el apellido en francés significa cuadrado). Al año siguiente publicó Asesinato de calidad. Pero será la tercera, El espía que surgió del frío, el libro que lo catapultará a una fama que de ahí en más nunca declinó.

Con sus historias grisáceas y poco felices, le Carré tuvo la virtud de desterrar de un plumazo ese orbe de espías que toma como prototipo a un James Bond y en cambio mostró a los servicios como lo que de verdad eran: seres apabullados por la tarea ingrata que debían desarrollar en oficinas decadentes, con ingresos que no pocas veces rozaban la miseria, acuciados por sus personales problemas existenciales y con periódica frecuencia llevados a la traición por el dinero que necesitaban o por sus patéticos renunciamientos personales. O por una consciente y pétrea ideología.

Respecto de Smiley, cabe decir que, aunque aparece delineado en la primera novela de le Carré, será en las sucesivas historias que fueron conociéndose donde sus aventuras y, más aún, sus desventuras irían in crescendo hasta arribar a La gente de Smiley (1979), en la que el gran investigador se encuentra al fin con Karla, hábil espía soviético con quien había confrontado a lo largo de diversos episodios. 

El largo período de casi noventa años de vida del famoso escritor se encuentra muy bien reflejado en esta amplia correspondencia de Cornwell-le Carré, consecuente redactor de cartas y mensajes de toda clase, manuscritas en su gran mayoría. Sin embargo, y pese a la extensión del volumen, Tim aclara que faltó mucho material, ya fuere porque no se lo logró encontrar o porque el propio escritor se encargó de dejar “con vida” a determinados documentos mientras que a muchos otros los hizo desaparecer, cuidadoso de su privacidad y la de no pocos allegados.

Setenta y cinco años de correspondencia variada cubre esta amplia selección, que se inicia cuando el adolescente de trece años David le escribe a quien será su profesor en la escuela Sherbone a la que pronto ingresará. La carta, obvio, devela las expectativas y el interés que le despierta su inmediato futuro.

La última, transida por el dolor de una enfermedad terminal -cáncer- que ha maltratado tanto al autor como a su esposa Jane, es la que envía al periodista norteamericano David Greenway, un corresponsal que se movió por el mundo cubriendo lugares de máxima conflictividad.  En su carta, el autor se dedica a despotricar contra Donald Trump.

Aunque, en rigor, restaron dos notas, también añadidas al presente volumen. Una es la que escribiera desde el hospital donde fue internado por última vez y la segunda fue un escrito póstumo dedicado a quien fue su compañera en sus últimos cincuenta años: “Tú eres la única mujer. Este es el único lugar. Al final, tenemos que saber la única cosa: nuestro año fue extraordinario, pero no lo despedimos adecuadamente. Tanto esfuerzo a tan alto costo, tanta recompensa”. Ambos estaban internados y separados. Le Carré murió en diciembre de 2020 y Jane dos meses más tarde. 

Un espía privado incluye muy pocas de las cartas que el autor de El topo envió a sus distintas amantes (que las tuvo en cantidad), salvo dos, dirigidas a Susie Kennaway, esposa del escritor James Kennaway. La relación con Susie fue intensa y breve, dado que le Carré decidió interrumpirla porque estuvo a punto de generar una doble ruptura matrimonial.

En la selección tampoco se encuentran las que pudieran haberlo comprometido por su antigua profesión de espía.

Tim Cornwell trabajó arduamente con la correspondencia de su padre, consultando, buscando, cotejando. Admite que fue una importante guía la biografía de Le Carré escrita por Adam Sisman (no traducida a nuestro idioma) a pesar de no haber satisfecho a su padre.

La correspondencia tiene alta significación, porque va develando el pensamiento y las actitudes de Le Carré, ya refieran a sus posiciones políticas o sus litigios con las editoriales, sus pasiones, arrebatos, también sus claras opiniones. Al respecto, quedan muy en evidencia cuanto opinaba en torno a las acciones militares llevadas a cabo luego de los atentados a las Torres Gemelas (no acordaba con Tony Blair, por decir lo menos, al que calificaba de mentiroso por aprobar, con datos falsos, la invasión a Irak). Tuvo sus encontronazos con Salman Rushdie y, en otro orden, fue un acérrimo opositor al Brexit y al entonces primer ministro Boris Johnson, sobre lo que hablaré más adelante.

Vale la pena ponderar el esfuerzo del hijo compilador, porque la voz de le Carré llega nítida. Están las cartas dirigidas a celebridades, tales como Graham Greene, Alec Guinness, Tom Stoppard (uno de sus grandes amigos que fue también un verdadero guía literario), Richard Burton o Ralph Fiennes, editores, políticos, académicos y demás, así como lectores anónimos a quienes le Carré llegaba a sorprender con sus cálidas respuestas.

Dejando de lado, provisoriamente, al libro, cabe indicar que David Cornwell fue espía con todas las de ley entre los años 1948 y 1963/4, años en que la tremenda e inesperada popularidad que surgió de su tercera novela le posibilitó salir de un mundo que lo había decepcionado. Aparte de que de ser un oscuro empleado público saltó a una fama inusitada con ventas que le implicaron un ingreso que se podría calificar tanto de insólito como desproporcionado: quinientas mil libras esterlinas ganadas en el primer año de aparición de la novela, traducida a diversos idiomas de manera simultánea, con tiradas que, sumadas, superaban largamente el millón de ejemplares. (Para tener idea de lo que significaba esa cifra en los comienzos de los 60 poco tiempo antes el escritor y su primera esposa pagaron noventa libras por el alquiler anual de una casa).

Rápidamente, se filmó la novela, con la dirección de Martin Ritt y las actuaciones de Richard Burton y Claire Bloom. La película, que retrata con gran calidad el mundo opresivo de la Alemania Oriental, ve aumentado el clima claustrofóbico gracias al blanco y negro elegido por Ritt*.

Una vez esfumada la Guerra Fría, el autor británico acudirá a otras ficciones, aunque sin alejarse del mundo secreto de espías y traidores. Concretará nuevos relatos de importancia, entre los que pueden mencionarse a La chica del tambor (1983; sobre el conflicto árabe-israelí), La Casa Rusia (caída de la Unión Soviética,1989), El jardinero fiel (denuncias contra los laboratorios internacionales, 2001) o El hombre más buscado (el drama de la inmigración, 2008), pero ninguno de ellos se equiparará con las ocho novelas protagonizadas por Smiley. Habrá una novena, tardía, El legado de los espías (2017), aparecida veintisiete años después de El peregrino secreto que, sin embargo, carecerá del fuego y la originalidad de la saga central “smileyana”.

El Brexit. Fue para le Carré la muestra más palpable de la -para él- inexorable decadencia británica. Sus diatribas contra la ruptura de los ingleses con la Unión Europea, sus manifestaciones públicas, así como declaraciones de toda índole, no tuvieron sosiego ni se detuvieron hasta que, poco antes de morir, y tomando en cuenta sus ancestros, optó por la nacionalidad irlandesa para de esa forma seguir siendo ciudadano de la Unión Europea. Una de las fotografías insertadas en el libro lo muestra al escritor envuelto en una bandera irlandesa, celebrando su decisión, toma registrada dos meses antes de su fallecimiento. 

Le gustaba la polémica y en ese sentido resulta capital el intercambio de misivas con un laboratorio que cuestionaba el sustrato de la historia ficticia que narra en El jardinero fiel (2000), quizás su última gran novela. La empresa lo invitaba a un debate en el que, era más que factible, resultara una trampa cazabobos. Le Carré se negó de plano: “Lo que proponen es llevarme a juicio”, les respondió, amén de pasar revista a las atrocidades que suelen cometer no pocos laboratorios en el mundo, contradictoriamente presentadas como actos beneficiosos para la humanidad.


La inmigración, la persecución a minorías, el racismo, las injusticias, entre tantas, se encuentran entre las múltiples denuncias formuladas por le Carré a lo largo de su vida, ya fuere en novelas, artículos o declaraciones públicas. Amigo de los amigos, cuando no viajaba por el mundo (viajero impenitente) residía generalmente en Cornualles, un sitio de inviernos rígidos, frío y tormentoso, en el que se sentía muy cómodo. Invitaba con mucha generosidad a distintas personas para que residieran en el lugar, en una casa contigua a la suya. Demostraba simpatía, mucho humor, preocupación por los otros, amistades sólidas que perduraron por años. Fue, además, un excelente dibujante, al punto de haberse planteado ser un profesional de la tinta antes de iniciarse como escritor. En este libro abundan pruebas al respecto.

Respecto de sus años como espía, le Carré contó a su modo las experiencias vividas. Las ajustó con el correr de los años, se cuidó de no derrapar, pero no faltaron aquellos que señalaron que su papel resultó menor a lo que solía adjudicarse. En relación a ese mundo, la traición de Kim Philby a Gran Bretaña, que duró años y que terminó cuando se refugió en la Unión Soviética, marcó profundamente a le Carré, en vida y obra.

La impresión que queda es que, más allá de los derrapes, propios del ser humano, intentó ser en su vida un hombre íntegro, de principios. Aceptó escasos premios (ninguno en Inglaterra). Hoy mismo sus hijos lo califican de gran padre, más allá de haberse separado de su primera mujer. Todos lo recuerdan con mucho amor y nostalgia. Nunca descuidó su relación con ellos ni con su familia.

Valen la pena estas misivas. Como vale la pena ponderar la calidad gráfica de la edición de Planeta, con doble cubierta, hojas gruesas, buena tipografía, como resulta una atinada selección el doble álbum de fotografías. También la detallada cronología sobre los hechos principales registrados en la vida de le Carré. Falta, eso sí, un índice onomástico que, quizás, en una nueva edición pueda ser incorporado. Un detalle, no más.

Y quedan, por fin, las buenas ficciones de John le Carré, aquellas que han soportado el paso del tiempo y que esperan a sus viejos y nuevos lectores. Porque están vivas. Porque merecen la pena.

Un espía privado. Las cartas de John le Carré (A Private Spy)

Compilador: Tim Cornwell**. Traducción de Ramón Buenaventura

Planeta, Barcelona, 2023, 710 páginas, acompañadas de dos series de fotografías


*Hubo otras importantes versiones de las historias de Le Carré llevadas a la pantalla, tanto en cine como en televisión. Entre ellas cabe mencionar a las series de la BBC protagonizadas por Alec Guinness, basadas en las novelas Calderero, sastre, soldado, espía o El topo (John Irvin, 1979) y La gente de Smiley (Simon Langton, 1982). Una muy buena y segunda versión de El topo, protagonizada por Gary Oldman en el papel de Smiley, se conoció en 2011 bajo la dirección de Tomas Alfredson. La serie El infiltrado (The Night Manager) fue dirigida por Susane Bier en 2016 e interpretada por Hugh Laurie. A lo anterior hay que añadir las dos versiones de La chica del tambor. La primera es una película (George Roy Hill, 1984) y la segunda una serie hasta ahora desconocida en la Argentina (Park Chan-wook, 2018). También pueden ser mencionadas, en cuanto a producciones que han reflejado con calidad el mundo de Le Carré, las siguientes versiones: Llamada para el muerto, con James Mason (Sidney Lumet, 1967),  La Casa Rusa, con Sean Connery y Michelle Pfeifer (John Schepisi, 1990), El jardinero fiel, con Ralph Fiennes y Rachel Weisz (Fenando Meirelles, 2005) y El hombre más buscado, con Philip Seymour Hoffman y Rachel McAdams (Anton Corbijn, 2014). Es, por cierto, una elección subjetiva. Además, que no todas las películas y series han llegado a mí país, Argentina. De Le Carré se han realizado veintitrés producciones en total (cine y tv), a la que hay o habría que añadir la vigésimo cuarta, nueva versión de El espía que llegó del frío, anunciada por quien sería su director e intérprete, el irlandés Alan Gillen.

 

**Lo muy triste de este libro es que el compilador (que admite haber disfrutado con la difícil tarea de reunir que resultaba ser la voz y el espíritu de su padre muerto) falleció pocos días después de haber concluido el trabajo, tal como lo señalan sus hermanos Simon. Stephen y Nick, en una sentida nota agregada al final del prólogo escrito también por Tim. 

Fotografías, de arriba a abajo: ilustración de Gerardo Morán; John y su esposa Jane en el año de redacción de El Topo (1974); doble cubierta de la edición de Un espía privado en nuestro idioma; James Mason en la película Llamada para el muerto; Alec Guinness interpretando a George Smiley en la serie El topo; Susie Kennaway en su vejez; el dramaturgo Tom Stoppard; El escritor en el tiempo que pasó de espía anónimo a autor famoso, década de 1960; Richard Burton en la versión fílmica de El espía que surgió del frío; Rachel Weisz y Ralph Fiennes en la película El jardinero fiel; Le Carré en Cournalles; Gary Oldman interpretando a Smiley en la película El topo; el autor y su hijo Tim, en 2019; tapa de la edición inglesa de A Private Spy

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