NO TE VERÉ MORIR Y EN AUSENCIA DE BLANCA, DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA



Antonio Muñoz Molina sabe narrar con gran sutileza sobre el amor, la soledad, el abandono, los deseos. Lo viene demostrando en gran parte de su extensa obra, una de las más pulidas de la literatura en nuestro idioma. Sí, la palabra sutileza podría obrar como su más correcta y ajustada tarjeta de presentación.

Trabaja con una paleta cuidadosa de los matices, muy delicada, tanto que se teme que surja aquello que felizmente nunca se produce: el desborde, la manipulación de las emociones. Ocurre lo contrario y eso puede felizmente verificarse en su último y, según criterio personal, su más acabado trabajo: No te veré morir, novela de alta calidad, de cierta manera “reforzada” por la reedición de un relato anterior, al que defino como una perfecta novela corta: En ausencia de Blanca, de 2001.

No por extensión, sino por intensidad, prevalece su más reciente trabajo, que bien merecería alguno de esos premios que terminan recalando en textos livianos y menores, tan propios de estos tiempos. Pero, mejor adentrarse en esta novela que toma como título unos versos de la gran uruguaya Idea Vilariño (palabras dirigidas sin atenuantes, a quien fuera su gran amor: Juan Carlos Onetti): “No volveré a tocarte / no te veré morir”.

En setenta iniciales y muy trabajadas primeras páginas de la novela (que eluden el punto y aparte, tour-de-force felizmente logrado). el autor de El jinete polaco narra lo que ha sido la vida de Gabriel Aristu, un españolito de una “digna” y empobrecida familia y quien, a base de esfuerzos, sacrificios y perseverancia, se fue transformando y afianzando como un correcto y al fin vencedor ciudadano “americano”, con familia y carrera excepcional de asesor internacional jurídico y financiero.

Claro que por esos cambios y esos triunfos debió pagar. Pagó con un amor olvidado, con su espíritu “artístico” y sus ansias de violoncelista frustrado y tanto más. El precio que, cincuenta años más tarde, de cierta manera le demanda que cancele la anciana, pero muy lúcida, Adriana Zuber, por una suerte que deuda que nunca saldó cuando eran jóvenes. A ella vuelve Aristu pasados muchos años, es decir después de haberse casado con una norteamericana, de tener hijos americanos con ella y, en fin, de intentar dejar muy atrás su pasado.

Retorna desamparado, por aquello que dejó atrás, especialmente el amor que “arrinconó” en un presunto olvido cuando se alejó de Adriana. Y a la que vuelve a recordar primero y ver después tantos años más tarde, por una causa fortuita: cuando otro español que trata de hacer pie en una América fría e implacable, el profesor de arte Julio Márquez, a quien procura ayudar en el mundo cerril y hostil de las universidades estadounidenses, pronuncia el nombre de la amante perdida.

En realidad, se trata de una confusión, porque el recién llegado habla de la hija de Adriana Zuber, de igual nombre, pero a Aristu le es suficiente como para remover su conciencia, el reconocer que, en un momento de su vida, en aras del triunfo en el mundo nuevo al que quería y necesitaba integrarse, sencillamente la abandonó, se dedicó hasta con cierto entusiasmo a olvidarla, o en todo caso a tratar (sin lograrlo) de relegarla de su memoria.

Hasta acá lo que puedo narrar sobre la ficción. Me interesa destacar de qué manera Muñoz Molina sabe mantener la atención del lector, cómo va cimentando esta historia de amor no-amor, su sabiduría narrativa para hacernos conocer tanto las tormentas y contradicciones del “triunfador” Aristu como las del “perdedor” Márquez, al que no solo le cuesta hacer pie en la árida América, sino que llega a la nueva tierra prometida con el dolor de una separación inesperada, a lo que suma la desconexión total con su hija, quien nada (y todo indica que es de manera definitiva) acepta saber sobre el padre ausente, mientras va obteniendo triunfos en el campo de la astrofísica.

Así como en el largo comienzo de la novela, Muñoz Molina apela al personaje principal para contar su pasado, seguirá luego la historia con la voz de Márquez, quien, al tiempo de hacernos conocer sus desdichas, permite ubicar a Aristu en el tiempo declinante de su vida, cuando ha dejado de lado toda obligación y vuelto a la práctica del violoncello, con las torpezas del caso, como suerte de muestra (¿símbolo?) de los fallos esenciales en su vida. Fundamentalmente, el “fallo” de haber intentado dejar en el olvido a Adriana Zuber a la que por fin volverá a ver, cincuenta años más tarde.

En esta tercera parte de la novela, el autor confronta a los personajes devenidos ancianos. Aristu deberá soportar los reproches que le dirige la mujer desde su silla de ruedas. Y, en un momento dado, se sorprende por un pedido, muy particular, que ella le hace.

Vuelvo a la sutileza. Vuelvo a la impecabilidad del relato de Muñoz Molina. Cada cosa que dice, o no dice, está teñida de comprensión, de sensibilidad, y extrema ese mismo cuidado para no caer en la sensiblería, haciendo que el relato se mantenga vivo hasta la palabra final.

Todo lo cual, amén de la soledad raigal de los personajes, permitirá descifrar las mentiras y verdades de Aristu, sus esenciales inconsistencias. Las de Márquez, y, como contrapartida, la solidez de Adriana, un personaje impecable. Inolvidable. 

En ausencia de Blanca

Esta novela corta del escritor nacido en Úbeda, Jaén, habla de un joven, Mario López, oscuro empleado de la diputación de la propia Jaén, quien dedica todo su tiempo libre a Blanca, una mujer de mundo, que sabe más porque ha vivido con mayor intensidad y es mucho más culta. Mario teme perderla, porque la pequeña ciudad la aburre y porque en Madrid y en ese otro “más allá” de las urbes grandes y dinámicas, donde hay -se dice la mujer- más vida, en la que estalla la cultura, se “cabalga” con los intensos cambios de costumbres, vibra y se encuentra consigo misma.

Como bien se ha dicho, Blanca “encarna el lado brillante de la vida” y Mario, en cambio, propone la tranquilidad, una contención de vida cotidiana que, entiende, la mujer necesita para no deprimirse, para no proseguir con su autodestrucción.

Pero, en algún momento, Blanca termina yéndose tras un amor imposible y Mario siente que el motivo central de su propia vida se diluye, el todo se le vuelve inconsistente.

Sin embargo, un día Blanca vuelve y la vida retorna plena. Al parecer. Porque Mario percibe que Blanca no termina siendo Blanca, que no puede ser ella, porque la encuentra diferente de una manera que no termina de definir, predispuesta, hacia él y sus costumbres pueblerinas.

El ser o no ser de sus sueños y sus deseos, lo que ha imaginado o está de verdad ocurriendo, es magníficamente planteado por Muñoz Molina. Quedan las preguntas flotando en el aire de la casa, en la mente de ¿Es cierto lo que ocurre, ese regreso, esa predisposición, le pasa o está pasando en el otro lado, indefinido, incierto, pero tan deseado?

“Cerró los ojos y apretó con fuerza los párpados, temiendo que si los abría un espejismo iba a deshacerse”.

 No te veré morir. Seix Barral, Barcelona-Buenos Aires, 2023, 238 páginas.

En ausencia de Blanca. Seix Barral, Barcelona-Buenos Aires, 2023, 140 páginas.

Novelas de Antonio Muñoz Molina

Fotografías: Juan Carlos Onetti e Idea Vilariño; centro de Jaén

En Noticias desde el sur

 Comentario sobre la novela Como la sombra que se va, perfil del autor y enlaces a internet (2015)

 Comentario sobre el “diario” Un andar solitario entre la gente, enlaces de internet (2018)

Comentario sobre la novela Tus pasos en la escalera, video con declaraciones del autor, enlaces a internet (2019)

 Datos para una biografía

Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Su obra narrativa comprende las novelas Beatus Ille (1986), El invierno en Lisboa (1987). Beltenebros (1989), El jinete polaco (1991), Los misterios de Madrid (1992), El dueño del secreto (1994), Ardor guerrero (1995), Plenilunio (1997), Carlota Fainberg (1999), Sefarad (2001)), En ausencia de Blanca (2001), El viento de la Luna (2006), La noche de los tiempos (2009), Como la sombra que se va (2014), Tus pasos en la escalera (2019) y No te veré morir (2023), los libros de relatos Las otras vidas (1988), Nada del otro mundo (1993, en 2011 con el mismo título se publicó una edición ampliada de catorce cuentos), El faro del fin del Hudson (2015, colección de textos breves sobre Nueva York) y El miedo de los niños (2020). Ha publicado ocho ensayos y cinco Diarios. Ha recibido, entre otros, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio Nacional de Literatura en dos ocasiones, el Premio de la Crítica, el Premio Planeta, el Premio Liber, el Premio Jean Monnet de Literatura Europea, el Prix Méditerranée Étranger, el Premio Jerusalén y el Premio Qué Leer, concedido por los lectores. Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Vive en Madrid y en Lisboa y está casado con la escritora Elvira Lindo. 

Video 

Video subido a YouTube por Creo Lectura, de Planeta, con respuestas del autor sobre su novela No te veré morir. Duración: 4,35 minutos 


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