Una sala llena de corazones rotos (Redhead by the Side of the Road), de Anne Tyler
Lumen, Barcelona, 2021, 198 páginas
Traducción de Ana María Buil
En España: 18,90 euros. En Argentina: 449,99 pesos (ebook)
o 1.049 pesos (audiolibro). No se ha distribuido aún la edición en papel.
Próxima a cumplir los ochenta años (el 25 de octubre venidero) la norteamericana mantiene su ritmo de publicación, prácticamente anual, que iniciara en 1964. Una sala llena de corazones rotos fue publicada en inglés el año pasado, en tanto se anuncia que su novela número veinticuatro aparecerá el año próximo.
Tyler, suele decirse, escribe sobre gente corriente
que, en general, vive en Baltimore (ciudad en la que, no por casualidad, reside
la autora). Eso es correcto, pero hay que agregar que la “gente corriente”
experimenta en sus novelas situaciones infrecuentes, ya sea porque dos familias
muy diferentes adoptan niñas coreanas (Propios y extraños) o, como ocurre con Willa Drake, que acepta trasladarse
de Arizona a Baltimore para asistir a una absoluta desconocida que ha sido
pareja de su hijo y sufrió un accidente casi mortal (El baile del reloj).
En su más reciente novela, cambia su propuesta
narrativa, aunque ella admite lejanos ecos de su más conocida ficción, El
turista accidental. En efecto, en Una sala llena de corazones rotos habla
de un hombre más que estructurado (como lo era Macon Leary, protagonista de El
turista), Micah Mortimer, quien se encuentra en la medianía de la vida y que
ha ido dejando de lado los “vasos comunicantes” que oportunamente lo han conectado
con lo que se podría llamar la intensidad de la existencia.
En efecto, en el “momento” de la novela Mortimer
repara computadoras y similares y es también el encargado del edificio donde
vive. Su departamento se encuentra en el sótano de la misma edificación (“No
debe ser muy alegre”, acota la narradora).
Se ha separado de su última pareja, Cass Slade, una
docente que debe dejar el piso que ocupa y espera de Mortimer una comprensión
que no termina de llegar. Esa incomprensión está mejor indicada en el título en
inglés, que en la traducción se dejó de lado. Título que, traducido, es
Pelirrojo al lado de la carretera y alude a las veces que Mortimer confunde una
boca de riego con una persona (“un niño o un adulto muy bajo”).
Pero, cuando Micah observa con mayor detenimiento,
advierte su equivocación. La autora, es evidente, utiliza el equívoco como
metáfora de quien no “ve” con claridad y se equivoca respecto de los otros.
La solitaria ancianidad. La “sala llena de corazones rotos”, por la que se ha optado, alude a los ancianos de un geriátrico que los alumnos de Cass se muestran reticentes para visitarlo. Mortimer, que se encuentra en la escuela, escucha la frase y al tiempo ella calará hondo en su ánimo.
Se presenta un adicional inesperado: llega a su vida
un joven, Brink, hijo de Lorna, un antiguo amor del protagonista. Confundido,
lo busca porque entiende que Micah es su padre biológico. Es un error, que el
muchacho tarda en asimilar. En tanto, Mortimer le da cobijo porque entiende que
Brink huye, no sabe bien por qué.
Obvio, el joven altera la vida del hombre estructurado
y confundido, como también lo hará la madre de este, que está buscándolo con
desesperación. Dichas “alteraciones” terminarán resultando un sacudón que, de
una u otra manera, condicionarán la vida del protagonista.
Hasta acá, lo que se puede contar de la nueva novela
de Tyler, amable, con rasgos de humor, no su mejor obra, pero tampoco
desdeñable. A la autora, famosa en el mundo entero, le cuesta “hacer pie” en
nuestro idioma, pese a la diversidad de sus textos, a la inteligencia con la
que suele tratar las diversas, y tantas veces extrañas, situaciones que abordan
sus criaturas de ficción.
En definitiva, reiteradamente (mal) calificada como “hacedora”
de bestsellers, ella se mantiene en su mundo propio, desde el que sigue
enviando significativos mensajes.
Un fragmento
Llevaba todo el día con la sensación de un dolor latente a la altura del esternón. Tenía la impresión de ser culpable en algún sentido. A decir verdad, en muchos sentidos. Culpable de que Cass lo abandonara, de haber mandado a Brink vete a saber adónde…Y las hermanas de Micah tenían razón: era cruel permitir que Lorna siguiera preguntándose si Brink estaría muerto y tirado en alguna cuneta.
Volvió a deslizar la silla hacia delante y entró en
internet.
Encontrarla resultó sorprendentemente fácil. (…). Bastó
con cliquear en el nombre y allí estaba: una mujer de pelo moreno en una foto
de cabeza y hombros, con gafas de montura de pasta (¡gafas!). La reconoció solo
porque andaba buscándola. No lo habría hecho si se hubiera cruzado con ella en
la calle por casualidad. A continuación había (…) una dirección de correo
electrónico.
Eligió a dirección de correo (…): “Hola, Lorna. ¿Qué tal?
Soy Micah, de tus años de universidad. He pensado que te gustaría saber que me
encontré con Brink hace poco. Un buen chico, parecía que estaba bien. M.”
Lo mandó, oyó el silbido habitual, apartó una vez más
la silla y se incorporó.
En teoría, debería sentirse mejor después de enviar el
mensaje, pero el dolor persistió. (p.108).
Una “trenza francesa”
Se anticipa que el año venidero, Tyler volverá con una nueva novela titulada French Braid, o trenza francesa. Ese tipo de trenza, también llamada trenza de raíz, es una clase de peinado que recoge el pelo a lo largo del cuero cabelludo, desde la parte superior de la cabeza hasta las puntas.
El titulo refiere a la influencia intergeneracional de
la familia Garret, protagonista de esta historia que (otra vez y van…) se
desarrolla en Baltimore a través de los años, desde las vacaciones tomadas en 1959
hasta el actual tiempo de pandemia. Análogamente, la trenza francesa mantiene sus
ondas incluso después de deshacerse.
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