El baile del reloj (Clock Dance), de Anne Tyler
Lumen,
Barcelona, 2019, 338 páginas
Traducción de
José Luis López Muñoz
Con escasa o nula publicidad, la norteamericana Anne
Tyler sigue cumpliendo con el “compromiso” de entregar cada año o año y medio
una nueva novela protagonizada por sus personajes comunes que se enfrentan a un
destino singular
Por su
prolificidad suele confundirse a la norteamericana Anne Tyler como a una
“fabricante” de bestseller. También porque se ocupa de los seres comunes
viviendo situaciones casi de rutina. Seres del común, que no brillan en el
constante fasto de la vida norteamericana (en tiempos normales, claro está).
Pero, diría
Nabokov, es bueno y aconsejable fijarse en los detalles. Y en este caso el
detalle se refiere a ese “casi” que señalo yí no por casualidad. Porque los seres
comunes no son tan comunes en Tyler, y porque el “casi” los encuentra viviendo,
experimentando, situaciones impensadas que resultan una cuña en su vida, un
motivo extra para reflexionar sobre sus particulares existencias. Para hacer
balance, y actuar en consecuencia.
Ha ocurrido en
muchas de sus novelas, con sus historias, diferentes unas de las otras, con personajes muy particulares (uno de ellos el “turista accidental” -llevada al
cine por Lawrence Kasdan, con un impecable William Hurt) y vuelve a pasar con
Willa Drake (luego Willa MacIntyre, más tarde Willa Brendan), a quien la autora
“sorprende” en varios momentos anteriores de su vida, en los años 1967, 1977 y 1997 y deteniéndose por largo tiempo en el más reciente 2017.
Quien lea esta
“tranquila” novela no tendrá demasiados sobresaltos. Encontrará en sus comienzos a una Willa niña tratando de vender, sin demasiada suerte,
chocolatines para recaudar fondos destinados a la banda infantil que integra.
Luego se verá a la misma Willa sorprendiendo a sus padres al anunciar que se
casa con el joven Derek y, años más tarde, a ella misma siendo horrible
espectadora de la muerte de su irascible esposo en un accidente de tránsito que
provoca debido a su impetuosidad.
En rigor, no he
“spoileriado” nada importante, puesto que la novela cobra vuelo y sentido en la
segunda larga parte de la historia (a mi entender, extendida más de lo
necesario), es decir la serie de episodios inesperados, un tanto cómicos, y
sutiles también, que ocurren a lo largo de 2017, cuando una Willa casada en
segundas nupcias recibe una llamada inesperada.
Llamada desde
Baltimore. Si el lector no está familiarizado con textos anteriores
de Tyler, no advertirá la pequeña jugada de la autora, que hace que su
personaje principal se traslade desde Arizona a Baltimore, porque esta ciudad
de Maryland es el territorio por excelencia de la autora, la zona en el que
transcurren sus ficciones y en la que vive desde hace años.
Vale decir que
allí la juega de local, el lugar donde “respira” más a sus anchas y la
zona propia a la que hace llegar a Willa a causa de una absurda llamada
telefónica.
Ocurre que una
casi desconocida mujer, que ha sido pareja circunstancial de su hijo mayor,
Sean, fue baleada en una pierna y su pequeña hija, Cheryl, confiada a una
vecina. Es esa vecina la que llama a Willa, en la creencia de que Cheryl es su
nieta, algo que no es cierto pero que la presunta “abuela” no aclara.
Tanto no lo
hace, que acepta viajar desde Arizona a Baltimore para hacerse cargo de Cheryl (una
niña nada prodigio, pero fascinante) y hasta de su perro (Avión, así llamado
por sus largas orejas), una actitud que nadie entiende, especialmente su
marido, Peter, pero que pese a eso se decide a acompañarla.
No cabe contar
más porque no corresponde, salvo que se puede decir que Willa, como tantos
otros personajes de esta persistente escritora, se encuentra a punto de abrir
la puerta cerrada y secreta que la aguarda, quizás, desde aquel tiempo en que
no pudo vender sus chocolatines…
Datos para una
biografía
Anne Tyler, nacida en Minneapolis en 1941, es autora de veinticuatro novelas,
entre la que destacan Ejercicios respiratorios (Premio
Pulitzer 1989), El turista accidental (National Book Critics
Circle Award 1986), Reunión en el restaurante Nostalgia (PEN/Faulkner
Award 1983), El matrimonio amateur (elegida por The
New York Times como uno de los libros más importantes de 2004), Buscando
a Caleb, El tránsito de Morgan, Casi un santo, ¿Qué fue de Delia Grinstead?,
Un mundo roto, Cuando éramos mayores, Propios y extraños, La
brújula de Noé, El hombre que dijo adiós, El hilo azul, Corazón
de vinagre, El baile del reloj y Redhead by
the Side of the Road (Pelirrojo al
lado del camino), recientemente
publicada en Estados Unidos. Es autora de
cuentos para adultos y para el público infantil. Varias de sus historias han
sido llevadas al cine, destacándose entre ellas “El turista accidental” (1988),
dirigida por Lawrence Kasdan, con William Hurt y Geena Davis. Es miembro de la
American Academy of Art and Letters. Desde hace años vive con su familia en
Baltimore, donde están ambientadas casi todas sus obras.
En internet
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“Se ha mantenido ajena al ruido
que rodea la maquinaria editorial y mediática, no ha concedido entrevistas
durante décadas, ni ofrecido lecturas públicas, ni impartido clases de
escritura creativa en universidades, ni mucho menos asistido a fiestas
literarias” (Andrea Aguilar, El País, España)
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