(diseño de Gerardo Morán)
(Fotografía: centro de Copenhague década de 1960)
“¡Ah, si todo volviese a ser como antes! Solo que las cosas nunca vuelven a ser como antes. La vida es cambio: pasión, indiferencia, muerte.”
Muchos años después de su suicidio -registrado en 1976,
cuando tenía cincuenta y nueve años-comenzaron a ser recuperados los
principales libros de la danesa Tove (Irma Margit) Ditlevsen*
quien llegó a ser considerada una de las voces literarias más importantes de
Dinamarca con justa razón.
Publicó casi cuarenta títulos entre poemas, relatos y
novelas, la mayoría de ellos basados en sus experiencias de vida. Nacida en el
seno de una familia obrera, su infancia estuvo marcada por las carencias, tanto
económicas como afectivas, y su complicada existencia marcó a su obra con
poemas e historias no pocas veces basadas en sus vivencias personales.
De ella, en nuestro idioma, se han difundido centralmente
sus memorias reunidas en Noches de Copenhague, sus cuentos de Felicidad
perversa y la novela Las caras. A su vez, el primer libro referido
está integrado por tres relatos independientes: Infancia (Barndom),
Adolescencia (Ungodom, ambas de 1967) y Dependencia (Gift,
de 1971). Felicidad perversa es de 1963 y Las caras (Ansigtterne)
es de 1968.
Tanto Noches de Copenhague (título que no logra
ser síntesis exacta de estas memorias) como Felicidad perversa se
muestran marcadas por la infelicidad, la incomprensión y una recurrente soledad.
También, vista desde otra perspectiva, por la tozudez de la autora y de sus
personajes (que parecen ser “desprendimientos” de sí misma, aquello que se ha
dado en llamar resiliencia, es decir la capacidad de adaptarse y, sobre todo,
reponerse, ante la adversidad).
Al reconstruir, ya adulta, sus experiencias vividas en la
niñez y en la adolescencia, recuerda Tove la incomprensión constante que
experimentó por sentirse (y en realidad, ser) distinta, a sus familiares, a las
compañeras de la escuela e incluso a las escasas amistades que pudo tener en un
sector de Copenhague caracterizado por carencias de todo orden en años de gran
pobreza, producidos tanto por la invasión nazi como por lo que significó la
posguerra.
Era extremadamente inteligente y de muy pequeña
necesitada de expresarse a través de una poesía que durante un tiempo
considerable solo mostró, y en forma retaceada, a su hermano quien, al no
entenderla, no dejó de burlarse de ella. Para “sobrevivir” a las hostilidades
(tanto en la casa como en la escuela era comparada con su hermano y siempre
perdía) optó por mostrarse como una niña atontada, que entendía poco, y mal, lo
que a ella llegaba. ”La niñez es larga y estrecha como un ataúd”, llegaría a
escribir al recordarla, cuando ya era mujer grande y reconocida como la sutil
escritora que siempre fue.
Así como no fue feliz ni comprendida durante su niñez,
tampoco las cosas le resultaron fáciles en su adolescencia. A los dieciocho
años recién cumplidos se fue a vivir sola y al poco tiempo se casó con un
editor que casi la triplicaba en edad. Lo hizo con el solo propósito de
acentuar su independencia. Fue desde el primer momento un matrimonio fallido.
Su marido no la tomaba en cuenta y la obligaba a leer un largo libro sobre la
Revolución Francesa. Luego, decía, le llegaría el turno de escribir. Algo que, por
supuesto no ocurrió, porque en las largas horas en que quedaba sola escribió lo
que terminaría siendo su primera novela.
Su marido no ignoraba la calidad y originalidad de la
“pluma” de Tove, tanto que fue en una revista de escasa circulación donde
apareció publicada por primera vez. Ese primer poema decía: “Jamás oí tu voz,
tan tierna / jamás me sonrieron tus pálidos labios / Pero el pataleo de tus
piececitos / jamás lo podré olvidar”. Este poema nació de una suerte de apuesta
que le hizo un joven (quien dudaba de su habilidad como escritora). Lo escribió
en apenas minutos y el joven quedó descolocado. Quien sería su esposo lo
publicó en la revista y un periodista conocido de la época, Valdemar Koppel,
escribió: “Uno solo de sus poemas, ‘A mi hijo muerto’, de Tove Ditlevsen, basta
para justificar la existencia de esta pequeña publicación”.
Poco duró su matrimonio porque la incomprensión por parte
del editor era absoluta. Ella había comenzado a reunirse con escritores jóvenes
y rupturistas de la época y los editores de publicaciones (diarios y revistas) comenzaron
a interesarse en sus poemas, por lo que su primer poemario fue publicado a los
veintidós años. Ocho libros (en su mayoría poemarios más dos novelas se
conocieron mientras Dinamarca estuvo ocupada por la Alemania de Hitler).
Ditlevsen no participó de la resistencia, aunque sus ideas políticas eran las
que conoció en su casa provenientes de su padre, un encendido socialista que
nunca supo lo que era la discreción. Las peleas de padre y madre fueron también
las constantes escenas que debió soportar, cuando no padecer, durante los años
que vivió con ellos.
Luego de divorciarse del editor, Tove se casó con el
padre de su primera hija (tendría tres hijos de diferentes padres y llegaría a
casarse cuatro veces). Sus poemas tuvieron rápida difusión y aún joven cobró
fama en Dinamarca dado que a su obra literaria le agregó el periodismo,
escribiendo populares columnas en los periódicos de su época.
Si por decir lo mínimo, dificultosas resultaron niñez y adolescencia, sus años de madurez estuvieron marcados por la dependencia (de ahí el título original de la tercera parte de sus memorias)** de la droga, nacida por la aplicación circunstancial de un calmante que le administró durante años una de sus parejas. Su cuarto y último marido logró sacarla de esa esclavitud, aunque no del todo porque su suicidio se produjo al ingerir una gran cantidad de somníferos.
Su cuarto matrimonio fue con Víctor Andreassen, con quien
tuvo un hijo. Se casaron en 1951 y el divorcio se produjo en 1973. Víctor luchó
denodadamente para librarla de las adicciones, lo que logró luego de
considerable tiempo. Es factible que, junto con el alcohol, la “dependencia”
haya retornado luego de esa separación.
Felicidad perversa, cuentos conocidos el año pasado en España, lleva como título original Den
onde lykke, es decir la mala suerte. No está mal el título alternativo en
nuestro idioma, pero esa mala suerte es la que de verdad ronda a los personajes
de este libro que, en rigor, reúne a dos libros publicados con una diferencia
de once años. En efecto, El paraguas (Paraplyen), que reúne a
diez relatos, es de 1952, mientras que Den onde Lykke apareció en 1963,
con otros once relatos.
Todos ellos tienen un denominador común que se da por una
notoria, reiterativa (y muy intensa) ausencia de felicidad. Y cuando esta
llega, más que nada por casualidad, dura muy poco y no abre la menor puerta a
la esperanza. Aunque publicado el primero a los treinta y cinco años de la
autora y el segundo cuando Tove había cumplido los cuarenta y seis, casi todos
remiten al doloroso pasado de la autora, aunque los cuentos no sean
estrictamente autobiográficos.
En “El paraguas” un deseo que proviene desde la niñez de
Helga se hace trizas en las manos de su esposo; en “Mi mujer no baila” es su
pareja la que decide por ella sin consultarla; en “Felicidad perversa” la
autora reconstruye lo que fueron sus días cuando, adolescente, debieron cuidar
a una tía, enferma terminal (episodio que relata, con mayores pormenores, en Adolescencia);
en “El mejor chiste” las profundas distancias existenciales entre hombre y
mujer se diluyen ante una situación escabrosa referida a un impensado amante; en
“Una mañana en un barrio residencial” la separación de los padres (y de los hijos)
es vista por la nena de la casa como un juego del que solo ella participa; en “El
puñal” la desaparición de un regalo hecho al niño de la casa carga de ira al
padre que se propone “poner las cosas en orden” a su regreso del trabajo, pero
esa bomba a punto de explotar debe reprimirse por un hecho pueril, aunque
persistirá en su intimidad, como bomba siempre a punto de explotar…
Solo son ejemplos de lo que podría llamarse “el mundo Ditlevsen”,
allí donde las ilusiones son apenas un fuego fatuo que se apaga antes de
empezar, el amor una torpeza, la compresión hacia el otro (la otra) un deseo
imposible. La soledad el persistente desierto de la vida que acompañó a la
autora a lo largo de una vida carente de ese cálido amor por siempre
perseguido.
*Ditlevsen se puede leer como “hija de Ditlev”, el nombre de su padre.
**En realidad, el titulo en danés de Dependencia no es tal, porque Gift puede significar tanto Casado como Veneno. Veneno sobre el que admite en el final de sus crudos recuerdos: “Había logrado salvarme de mis años de adicción, pero aún hoy despierta débil en mí el ansia de antaño con solo hacerme un análisis o pasar por delante del escaparate de una farmacia. Nunca morirá del todo mientras viva”.

Trilogía de Copenhague (Barndom, Ungdom; Gift). Seix Barral, Barcelona, 2021, Buenos Aires, 2025, 424 páginas
Felicidad perversa (Den Onde lykke; Og andre noveler).
Seix Barral, Barcelona, 2024, 251 páginas
Libros de Tove Ditlevsen traducidos por Blanca Ortiz Ostalé publicados por Editorial Planeta




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