(Diseño: Gerardo Morán)
Los ahora nunca son tan agradables como los entonces
Asher Baum es un neoyorquino cincuentón (empieza a
preocuparse por las incipientes canas que han comenzado a acompañarlo), escribe
novelas que casi nadie lee, atraviesa una crisis en su tercer matrimonio y por
convivir con Connie ha aceptado residir en Connecticut, estado próximo a Nueva
York, pero para nada en una ciudad sino en pleno campo, que le repele
profundamente; “A Baum siempre le había resultado molesto el campo y todo lo
que implicaba: las garrapatas y las arañas; los mapaches, muy monos pero
transmisores de la rabia; las hiedras venenosas; el sonido de los grillos y las
cigarras. No le gustaba nada estar aislado, ni el silencio fantasmal, ni la
oscuridad de la noche”.
Este personaje, central en la hasta ahora única novela de
Woody Allen. en nada desentona en la extensa galería de personajes conflictuados,
protagonistas de películas del cineasta, tales como ocurriera con el
documentalista Cliff (Crímenes y pecados, Crimes and Misdemeanors,
1989) o con el también escritor Harry
(No por nada su rostro, en la cubierta del libro, está
representado por el personaje de “El grito”, la inconfundible pintura del
noruego Edvard Munch, de 1893).
Pero (la vida nunca es fácil) si la convivencia con Connie se vuelve cada más cuesta arriba, el sumun ha llegado en forma de hijastro, de nombre Thame quien, con su primera novela, ha revolucionado al mundo editorial (y cultural en general) catapultándolo a esa suerte de espacio sideral donde solo viven los elegidos. Los muy elegidos.
Neuman lo soporta, pero no lo ama. Sospecha que el hijo
de su mujer simplemente lo odia desde el mismo momento en que al serle
presentado el entonces niño derramó de inmediato abundante bebida en su saco (o
chaqueta) recién puesto, arruinándolo en plena fiesta. Un accidente, intentó
justificar la madre. Una declaración de guerra, supuso Baum, con considerable
sentido común puesto que Thame a medida que creció se dedicó a enfrentarlo y
criticarlo, especialmente en relación con su obra, la de Asher, que libro a
libro ha ido decayendo sin solución de continuidad.
Aunque Braum no tiene la edad de su creador (ronda por la
cincuentena, en tanto que el director de Annie Hall cumplirá noventa años en diciembre) comparten una visión entrópica de la vida, si
consideramos que entropía habla de desorden e incertidumbre. Una frase que se
repite en la novela: se sube a la montaña con la piedra y, en vez de lo que le
ocurre a Sísifo, la piedra no se cae. “Y si llego a la cima ¿qué es lo que
tengo? Una roca en una montaña. Estupendo. Así, pues, tanto esfuerzo, ¿para qué?”
(reflexión de Braum).
El total escepticismo, entonces. La falta de sentido, la
dificultad del vivir día tras día peleando contra la nada. Al menos, es lo que
entiende nuestro protagonista sobre lo que puede llamarse existencial y para profundizar en ella,
para rebatir conceptos o conciliar con ellos (esto más difícil que lo primero), no encuentra mejor camino que debatir consigo mismo. En cualquier lugar y
momento. Y en voz alta.
Y a su alter ego (su segunda voz, digamos) debe recurrir nuevamente porque, según
parecía (él no lo recordaba con precisión) la entrevista que había solicitado
una periodista interesada en su vida y obra había (¿o habría?) derivado
en un intento de seducción que, según lo que llegara a acarrear el
caso, quizás terminaran con un Baum arrestado por abuso sexual y causas semejantes.
Ante su agente literario niega esas acusaciones. También
ante un amigo y, más que nada, ante sí mismo, al sostener que-entre otras
cosas- si le había dado un beso fue como al pasar y como acto de agradecimiento
y que si se había tomado de ella (y de uno de sus pechos) se debió a que había
perdido el equilibrio. Respuestas que no convencen a su agente y, menos, a la
periodista que se proponía publicar un texto lapidario acusándolo de misógino y
depredador.
Con todo, no será ese episodio lo central de la novela,
sino algo que descubre Baum (o, mejor, se lo hacen saber) y que atañe en forma
directa a su hijastro y su proclamada obra maestra.
En tanto, el protagonista de esta historia hace su
descubrimiento, conoce a Sam, prometida de Thame (una mujer joven y bella, pese
al nombre masculino que carga) de la que no deja de enamorarse porque le
recuerda a una de las mujeres con las que convivió, Samantha Taylor, con la que
experimentó una intensa historia amorosa hasta que ella decidió “cambiarlo”
por… un criador de oveja australiano.
Seducido por las actitudes amables y también cálidas de
Sam, ambos viajan a Nueva York y en el reconocido y antiguo restaurante
Bemelmans (foto) conversan en forma animada y advierten, divertidos, que los une mucho
más de lo aquello que podría separarlos.
Pero la historia tendrá nuevos cambios, inesperados para
la joven, dado que Baum le contará un secreto que desnuda a su novio, el
exitoso nuevo escritor. Resultará un quiebre que tendrá diversas derivaciones
llevando muy lejos de todo a Baum, que terminará viéndose, sintiéndose, nunca tan solitario, nunca tan escéptico.
Igual que el creador Allen, nunca más escéptico en esta novela llevadera, con varios momentos de humor pero también carente, muchas veces, de esa intensidad que el cineasta parece haber perdido hace tiempo y que tanto se extraña.
¿Qué pasa con Baum? (What Whit’s Baum?), de Woody Allen
Alianza Editorial, Madrid,
2025, 211 páginas
Traducción de Manuel de la
Fuente Soler
Datos para una biografía
Woody Allen (Allan Stewart Konigsberg, 1935) ha dirigido más de cincuenta películas, al tiempo de haber escrito guiones de cine, obras teatrales, cuentos y relatos, además de haber actuado tanto en cine, como en teatro y en televisión. A la temprana edad de quince años comenzó a escribir libretos humorísticos para actores cómicos de radio y tv, con gran y sostenido éxito. Tuvo mucha fama como actor de stand up. Debutó como director de cine con Robó, huyó y lo pescaron (Take the Money and Ran, 1969) y de ahí en más construyó una sólida obra que incluyó el drama, la comedia y la parodia, sin dejar de mencionar sus reflexiones sobre la existencia, la trascendencia y la muerte, entre otros temas filosóficos. De todas sus películas, no pocas de ellas consideradas obras maestras, se destacan Annie Hall (1977, su película más premiada, con la que obtuvo el Oscar como director), Manhattan (1979), Zelig (1983), La rosa púrpura de El Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985), Hanna y sus hermanas (Hanna and the Sisters, 1986), Días de radio (Radio Days, 1987) y Crímenes y pecados (Crimes and Misdemeanors, 1989). Entre tantas más pueden citarse Todos dicen te quiero (Everyone Says I Love You, 1996) Desmontando (Deconstruyendo) a Harry, (Deconstructing Harry,1997), Medianoche en París (Midnigh in Paris, 2011) y Blue Jasmine (2013).
Denuncias, nunca verificadas, contra Allen respecto de un
presunto intento de violación contra su hija adoptiva, por parte de su expareja
Mia Farrow fueron “cancelando” a este afamado creador, quien ha tenido
crecientes dificultades para seguir filmando por lo que se considera que, en la
práctica, con su película -filmada en Francia y en francés- Golpe de suerte
(Coupe de chance, 2023) ha concluido su ciclo como cineasta.
Precisamente ¿Qué pasa con Baum? fue escrita al no encontrar quien se la
produjera en cine.
Aclaración: he elegido para esta nota los títulos de las películas de Woody Allen tal como se las conoce en la Argentina. Difieren en prácticamente todos los casos con los que se han difundido en España o en naciones latinoamericanas, y también suelen ser diferentes a los originales en inglés.







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