Tres volúmenes con la poesía completa de otros tantos autores se conocieron durante este año. Son amplios y potentes trabajos en los que vale la pena detenerse, muy diferentes entre sí, aunque el punto común que los une refiere a que en diversos poemas sus autores hablan de sentidas experiencias personales.
El primero de los poemas completos fue editado este año
por el Fondo de Cultura Económica y en él se recoge la singular obra de una de
las más calificadas voces de la poesía argentina, la de Joaquín Giannuzzi, de
quien este año se cumple el centenario de su nacimiento.
El segundo poemario es el de la argentina Juana Bignozzi,
con el título de La vida en serio, antes que nada signado por sus
convicciones políticas y sociales.
El tercero, el más voluminoso y en edición bilingüe, es
el de la norteamericana Anne Sexton, cuya difícil vida concluyó con su suicidio
en 1974.
Un total de diez poemarios concurren al libro de Giannuzzi, publicados entre 1958 y 2008 (el último es póstumo, dado que el poeta falleció en el año 2004). Cinco son los títulos de la obra completa de Bignozzi, a la que se le añaden diversos textos inéditos. A su vez la poesía de Sexton incluye un total de diez títulos, poemas que han sido publicados entre 1962 y 1975, dos de ellos póstumos.
El espacio de Giannuzzi
Joaquín Giannuzzi (1924.2004) fue un sensible observador
de la vida cotidiana sobre la que especula y analiza de una manera muy
personal, potenciando esa observación derivándola en hondas reflexiones sobre
el ser y el existir. “Todo en la poesía de Giannuzzi, impulsa hacia el mundo
real; un mundo sólido, compacto, por momentos opresivo; un mundo donde el
sentimiento dramático de la vida adquiere consistencia; un mundo en el cual los
objetos revelan - al ser reconocidos en su completa dimensión de
objeto - la propiedad central de su desnudez”,
señala Mario Sampaolesi. Dos de sus poemas
hablan por Giannuzzi:
“Amanecer
invernal” (de Cabeza final, 1991)
Un helado susurro en la escarcha del vidrio
en mitad del año irracional. La primera luz revela
un orden sombrío en los edificios.
La niebla descompone en la calle
figuras que insisten en nacer. Los movimientos
se aceleran hacia una condenación. La época
deposita su confusión de basura mojada,
nuestros inexplicables residuos al borde de la acera
que rechaza la digestión de la sombra menguante.
En el centro de los motores
la materia hierve su cólera cerrada
y torturada por acumulación de sí misma
su causa traicionada se resuelve
en esta monótona amenaza de objetos manufacturados.
La historia no ha pegado un ojo en toda la noche
y he aquí su nervio desnudo golpeando mis párpados.
pero mi cerebro no necesitaba para nada
su error desesperado
e inclinado al anhelo de un universo perdido
se niega a ser fecundado
por el fascismo del despertar.
“Libélula” (de Apuestas en lo oscuro, 2000)
Aquí, en el único mundo posible
sin disponer de otra luz
y agonizando por ella, combatí
para no caer en mi cono de sombra
buscando incesante
una ventana hacia el sentido.
Esta libélula, con sus hélices
desesperadas, entró por error en la habitación
y ahora se debate contra el vidrio
para colmar su cruda necesidad de sol.
Allá espera su única mañana posible
en la que sin embargo sonará
como el real zumbido de una vida interminable.
La palabra de Juana Bignozzi
Soledad, el paso del tiempo, la acción política, la
mirada social, caracterizan a la poesía de Juana Bignozzi (1937-2015), quien en
su juventud fue militante comunista, aunque luego se alejó de ella sin abandonar
sus preocupaciones políticas y sociales. Vivió treinta años en España donde
trabajó como traductora. Regresó a la Argentina en 2004. Sostenía que la poesía
debía contener algún misterio que el poeta debía “ver” antes que el público. La
voz de Bignozzi:
Sin título (de Alguien tiene que ser después, 2010)
aunque sé que a veces me escuchan pensando que soy
el mausoleo de una generación
cuyas reivindicaciones ahogó la dureza de estas
décadas
y se asombran de que aún emprenda animosa el viaje
hacia corazones y lenguajes jóvenes
siga hablando del color con que vi el mundo
y lea con más gusto a unos desconocidos
que a
viejos compañeros
debo decirles
aprendí hace mucho
que no hay nada más patético
que la canción del verano la canción del momento
pasado ese verano pasado ese momento
“Tumba de Falbo (librero-editor) en el cementerio de
los ingleses” (de La escalera de Aracoeli, 2010, serie inédita)
ya tengo muertes en esta ciudad
el setenta ha sembrado de lápidas argentinas
prestigiosos cementerios
ah, sí, aquí están los románticos ingleses
y sus pájaros canoros
pero yo escucho otra música
Sin título (de Novísimos (2019)
no se puede volver a lo que se amó
son cenizas
adiós adiós
vivo en la ciudad que deseé
a través de una lejana felicidad
la felicidad es siempre un recuerdo
nunca una realidad
creo que me quedan fuegos de aquel destino
El mundo de Sexton
La norteamericana Anne Sexton (nacida como Anne Gray Harvey, 1928-1974) ha sido redescubierta en los últimos años. Sus poemas completos, en edición bilingüe están precedidos de un prólogo de Maxine Kumin (su pareja, con la que escribió cuatro libros infantiles) y un prefacio de la traductora Ana Mata Buil. Con su esposo, Alfred Sexton, tuvo dos hijas. Un año antes de nacer su segunda hija sufrió su primer colapso nervioso. A partir de allí debió ser internada en varias oportunidades manifestando una actitud suicida que se vio traducida en varios intentos de quitarse la vida, medida extrema que concretó en 1974, antes de cumplir cuarenta y cinco años, Bien se ha dicho que en sus poemas Sexton ofrece una visión íntima de sus angustias emocionales. Su poesía también está atravesada por sus inquietudes religiosas. Frontal, exponiendo su sexualidad, confrontativa en todo momento y circunstancia, no pocos de sus poemas provocaron apoyos y rechazos por igual.
“La habitación de mi vida” (de El horrible remar
hacia Dios, 1975, póstumo)
Aquí,
en la habitación de mi vida,
los objetos cambian sin cesar.
Ceniceros en los que llorar,
el desdichado hermano de las paredes de madera,
las cuarenta y ocho teclas de la máquina de escribir,
como globos oculares que nunca se cierran,
los libros, esos participantes de un concurso de
belleza,
la silla negra, un ataúd canino hecho de piel
sintética,
los enchufes de la pared
esperando como una colmena,
la alfombra dorada, una conversación de tobillos y
dedos,
la chimenea,
un cuchillo esperando que alguien lo coja,
el sofá, agotado por el esfuerzo de una ramera,
el teléfono,
dos flores que enraízan en su horquilla,
las puertas
abriéndose y cerrándose como almejas,
las luces
pinchándome,
iluminando tanto la tierra como la risa.
Las ventanas,
las hambrientas ventanas
que dirigen los árboles como clavos que perforan mi corazón.
A diario alimento al mundo allá fuera
aunque los pájaros exploten
a diestro y siniestro.
También alimento al mundo aquí dentro,
ofrezco al escritorio galletas para cachorros.
Sin embargo, nada es lo que parece.
mis objetos sueñan y se cambian de atuendo,
impelidos, parece, por todas las palabras de mis manos
y por el mar que azota en mi garganta.
Poesía completa de Joaquín O. Giannuzzi (1948.2008). Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2024, 650 páginas. Prólogo de Fabián Casas
La vida en serio, obra completa de Juana Bignozzi
(1998-2019). Adriana Hidalgo
Editora, Buenos Aires, 365 páginas. Compilación y prólogo de Mercedes Halfon.
Prólogo de Martín Gambarotta
Poesía completa de Anne Sexton. Penguin Random House (Lumen). Barcelona-Buenos Aires, 2024, 800 páginas. Edición bilingüe. Prólogo de Maxine Kumín. Traducción y prefacio de Ana Mata Buil
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