PIEDRA, PAPEL, TIJERA, DE MAXIM ÓSIPOV


 RÁFAGAS DE CHÉJOV

 Llaman la atención lo que denomino las “propuestas” narrativas del ruso Maxim Ósipov (Moscú, 1963), muy reconocido en su país (pero muy poco en nuestro idioma). Ha publicado novelas, cuentos, obras teatrales y ensayos. También resulta curioso que este autor haya “nacido” como tal en 2007, cuando tenía cuarenta y cuatro años.

Antes, se había dedicado solo a la medicina y, más específicamente, a la cardiología, profesión que continúa ejerciendo. Durante un tiempo vivió en California, pero luego regresó a Rusia donde primero se estableció en Moscú y más tarde en un pueblo, Tarusa (foto, más abajo) ubicado a cien kilómetros de la capital rusa donde creó una fundación para asegurar el mantenimiento del hospital en el que trabaja. Su objetivo es el de estar vinculado a los pacientes y esa es su forma de entender y afrontar la vida.

En cuanto al libro, se podría decir que dicha “filosofía existencial” se extiende a sus relatos. Estos no son, en su gran mayoría, cuentos, tal como los solemos considerar, sino relatos -extensos en su mayoría- que no presentan una historia definida, sino que enlaza una con otra hasta el momento en que concluyen, a veces de manera arbitraria.

Ocurre con el que da título al libro. Comienza cuando a una mujer poderosa, Ksenia, jefa de la asamblea legislativa de la zona, le llega un extenso borrador de un profesor joven, “extranjero” del lugar, en el que no ahora críticas, incluyendo a la impensada lectora como a otros miembros de la elite (considerablemente corrupta) de la zona. El joven ha tenido amoríos con la hija de Ksenia, Vérochka, quien murió en San Petersburgo en circunstancias no aclaradas.

Sorpresas en los relatos. Cuando el lector espera que “algo” se concrete respecto de lo que ha venido ocurriendo, se encuentra con la sorpresa de que el texto da una sorprendente vuelta de tuerca y prosigue hablando de una mujer extranjera violada (y que ha asesinado a su violador, un poderoso de la zona), de su personalidad y hasta de su adhesión al Islam. Ksenia era su empleadora y nunca la había tomado en cuenta, pero al saberla indócil y dispuesta a defender sus derechos a como diese lugar, cambia abruptamente de conceptos e intenciones. Y el relato concluye de súbito, dejando diversas cuestiones irresueltas. Corresponderá a quien lea la historia atar sus múltiples cabos sueltos.

En el volumen se recogen diez ficciones escritas entre 2009 y 2017. Se publicaron dos años más tarde en su idioma natal. En ellas Ósipov habla de personajes afectados por ese tembladeral que provocó el abrupto cambio vivido a partir de la implosión de la Unión Soviética y su transformación en “otra cosa” (la Rusia de nuestros días) que, tres décadas más tarde, no ha terminado de madurar. Vaya a saberse qué hubiera narrado Ósipov si hoy -con la invasión a Ucrania, el horrible rostro de la guerra, es decir destrucción y muerte- hubiera escrito los presentes textos. Casi sin duda hubiera transmitido un mayor escepticismo.

Como expresé, en una considerable cantidad de los relatos reunidos, poco y nada termina estando claro y lo previsible se difumina hasta casi desaparecer. Es lo que especialmente ocurre en los más extensos, entre ellos “Un hombre del Renacimiento”, “Cape Cod” y “El amigo polaco”. Panorámicas de vidas, cambios inesperados, muchos “retratos” de seres que viven la confusión del momento y que están marcados por la soledad y la incomprensión de quienes los rodean. 

Retratos “a lo Chéjov” de un autor distinto, al que corresponde seguir tomando en cuenta.

Piedra, papel, tijera, de Maxim Ósipov. Libros del Asteroide, Madrid, 2022, 32 páginas. Traducción de Ricardo San Vicente

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