El señor Wilder y yo (Mr. Wilder and Me), de Jonathan Coe
Anagrama,
Barcelona, 2022, 271 páginas
Traducción
de Javier Lacruz
El inglés Jonathan Coe, quien con humor e ironía ha hablado
de manera crítica del contemporáneo Reino Unido, regresa con una historia en la
que rinde un emotivo homenaje al inolvidable Billy Wilder, maestro del cine
Un
productor escucha azorado a Wilder cuando le propone realizar una película
sobre el bailarín Nijinsky y le dice: “No hablarás en serio ¿Quieres hacer una
película sobre un bailarín de ballet ucraniano que acaba volviéndose loco y
pasa treinta años en un psiquiátrico pensando que es un caballo?”. Y Billy le
contesta: “Ya, pero nuestra versión de la historia tiene un final feliz. Acaba
ganando el Derby de Kentucky”.
Uno
de los más grandes directores de cine se llamó Billy Wilder, creador de
inolvidables películas, verdaderas obras maestras, entre las cuales cabe destacar
a The Apartment (Piso de soltero o El apartamento, 1960), quizás su obra
cumbre entre las veintisiete películas que dirigió.
Sin
embargo, a pesar de éxitos resonantes y caluroso apoyo de la crítica y el
público, en sus últimos veinte años de vida Wilder no pudo filmar más, a causa
de varios fracasos que lo llevaron a cortar su carrera en 1981. Wilder falleció
veintiún años más tarde.
Uno
de sus mayores fracasos fue la película Fedora, su penúltima creación,
de 1978, filmada en Grecia y Alemania, en la que hablaba de una estrella de
cine refugiada en una isla helénica, que parecía ser inmortal. Jonathan Coe
recrea ese tiempo y entrega un retrato vívido del director de cine, visto desde
la óptica de una mujer que, ya mayor, recuerda su accidental involucramiento
con película y creador, a través de un relato signado por las emociones.
En
efecto, Calista Frangopoulou, una veinteañera que en los ’70 del siglo pasado recorre
Estados Unidos (su primera experiencia lejos de la familia), conoce a una joven
de edad similar que, por una circunstancia aleatoria, termina vinculándola con
Wilder, su habitual guionista, A. L. Diamond, y sus respectivas esposas.
En
ese momento, Calista lo ignoraba todo respecto de Wilder, es decir tanto su
obra como su trascendencia y solo al regresar a Grecia fue tomando dimensión de lo que
había significado ese primer encuentro, en rigor una comida en un lujoso restaurante:
“Por un absurdo golpe de azar, había acabado cenando aquella noche con un
director de cine que no solo era famoso, sino extraordinariamente
famoso. Legendario, en realidad”.
Pero, cuando lo conoció, las afamadas películas de Wilder estaban cubiertas de “varias capas de celuloide rancio”, al decir del cáustico Raymond Chandler (quien, dicho sea de paso, tuvo un legendario encontronazo con Wilder cuando escribían el guion de Double Indemnity -Pacto de sangre o Perdición, 1944-) y en Hollywood nadie quería apostar un solo dólar por lo que se anticipaba como un nuevo fracaso. Fedora tendía a ello y ya en lo que fue para Calista la mítica primera comida con Wilder y su guionista Diamond, aunque entendió muy poco, no pudo menos que registrar la desazón que prevalecía en torno al por entonces proyecto cinematográfico.
Para
la construcción de su novela, Coe da rienda suelta a su imaginación en cuanto
concierne a Calista en distintos momentos de su vida. Los recuerdos de su
encuentro con Wilder reviven con fuerza en su etapa londinense, casada y con
dos hijas, dado que ha empezado a sentir el agrio sabor del fracaso y el
olvido, haciendo tándem con el Wilder que experimentaba su propio ocaso.
En
cambio, todo cuanto Coe cuenta sobre Wilder ha sido tomado de biografías y
entrevistas, según aclara en el colofón del libro. Con Diamond y las esposas de
ambos se toma diversas libertades, especialmente con el guionista e íntimo
amigo de Wilder quien, se señala en la novela, no quiso dejar solo al gran
director en su proyecto, a pesar de oponerse a él.
Coe
entrega una historia recargada de nostalgia, de pena también por esa suerte de “pérdida
del reino” que sufrió Wilder en la última etapa de su vida, pena que refleja a
través de su narradora, a quien (forzando bastante la situación) por diversos
motivos la lleva a ser partícipe de las fatigosas jornadas de filmación que, por
diferentes cuestiones, se realizaron tanto en Grecia como en Alemania.
Mientras
se registra la cena, un joven alemán osa cuestionar los números del Holocausto,
vale decir el asesinato de seis millones de personas, judíos en su enorme
mayoría, ejecutado por los nazis. En la ficción, Wilder le da una larga
respuesta y la habilidad de Coe lo lleva a transformarla en un extenso guion de
unas cincuenta páginas. Muy bien resuelto, añado.
En una entrevista, el autor contó que cuando asistió al estreno de Fedora en Inglaterra habían asistido poquísimos espectadores y fue allí cuando tomó conciencia del fin de una época, la encarnada por Wilder. Este, a pesar de sus insistencias para seguir filmando, era ya consciente de los cambios que Hollywood vivía cuando se dio el ingreso “de la panda de los barbudos”, como los llamaba Diamond. La panda, era la que conformaban Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y George Lucas, entre otros. Especialmente Spielberg, quien había hecho sus "estragos" en el cine de estudios al irrumpir con la más que taquillera Jaws (Tiburón, 1975). Al margen: la película fue un éxito mundial y, a cifras de hoy, solo en Estados Unidos, al estrenarse, recaudó unos dos mil millones de dólares (470 millones de esa moneda en 1975).
“Ahora
-dicen que dijo Wilder- todos los estúpidos ejecutivos de la ciudad quieren más
películas con tiburones (…) A mí se me ocurrió la idea de una película titulada
Tiburones en Venecia. Se la pasé de broma a un tipo de la Universal. Pues se lo
tomó en serio. Le encantó” (p.50).
En
esa misma cena, Wilder le dice a Calista que su objetivo ha sido siempre hablar
sobre lo que les pasa a las personas, pero que “ya nadie quiere ver películas
de esas”. Quizás a Coe le esté ocurriendo lo mismo, respecto de las ficciones
que ahora mismo se publican y deduzco que escribió este libro para seguir
levantando ese alicaído estandarte levantado por Wilder, las vidas de los seres
humanos. A como diera lugar. Contra viento y marea.
Datos biográficos
Jonathan
Coe (Gran Bretaña,
1961) estudió en la King Edward's School, de Birmingham (donde
pasó su infancia y juventud) y a continuación en el Trinity College, de Cambridge.
Enseñó en la Universidad de Warwick, donde completó su formación con el título
de MA (Maestría en Artes o en Humanidades) y con un doctorado en Literatura
Inglesa. Se interesó siempre por la música, incluyendo la contemporánea. Su
escritor favorito, según dice, es Henry Fielding. Se casó con Janine
McKeown en 1989 y tienen dos hijas, nacidas en 1997 y 2000. Como autor comenzó a sobresalir a finales del siglo XX, con
novelas que a la vez son sátiras políticas sobre la Inglaterra de 1980 (los
llamados años grises). Ha publicado: Novelas: The Accidental Woman (1987), A Touch of Love (1989), The Dwarves of Death
(1990), Los enanos de la muerte (1994; ganador del John Llewellyn
Rhys Prize y del Prix du Meilleur Livre Étranger), ¡Menudo reparto! (1996),
La casa del sueño (1997), El club de los canallas (2001, ganador
del Bollinger Everyman Wodehouse Prize y del Premio Arzobispo Juan de San
Clemente), El Círculo Cerrado (2004), La lluvia antes de caer (2007),
La espantosa intimidad de Maxwell Sim (2010), Expo 58 (2013),
El número 11 (2015), El corazón de Inglaterra (2019; ganador
del European Book Prize y del Costa Book Award) y El señor Wilder y yo (2020).
Ensayos:
Humphrey Bogart (1992), James Stewart (1994)
y Like a Fiery Elephant: The Story of B. S. Johnson (2004; ganador del
Samuel Johnson Prize de prosa). The Dwarves of Death, Los enanos de
la muerte y La espantosa intimidad de Maxwell Sim han sido llevadas
al cine, en tanto El club de los canallas fue base de una serie
televisiva.
Billy (Samuel) Wilder nació en Sucha, en el antiguo imperio austro-húngaro (hoy pertenece a Polonia) en 1906 y falleció en 2002, en Estados Unidos. De joven vivió en Viena, donde estudió y se inició como periodista. Con algo más de veinte años se trasladó a Berlín donde desempeñó distintos oficios, especialmente los ligados al periodismo y al cine, que le impresionó vivamente y lo llevó a escribir guiones. Cuando Hitler llegó al poder se fue a Francia. En 1934 dirigió en París su primera película y ese mismo año se trasladó a Hollywood, a pesar de no hablar inglés. Ayudado por otros europeos exiliados (judíos, en su gran mayoría) Wilder emprendió una prolífera carrera, primero como guionista y luego como guionista y director. Realizó grandes comedias, tales como La comezón del séptimo año, Una Eva y dos Adanes, Irma la dulce y Primera Plana, policiales como Pacto de sangre y magníficas historias, un tanto inclasificables, como lo fueron Días sin huella y El ocaso de una vida. Por su obra obtuvo múltiples distinciones y reconocimientos. Wilder siempre se sintió culpable por no haber podido salvar las vidas de su madre, su padrastro y su abuelo, presuntamente muertos en el campo de concentración de Auschwitz.
Video
Un panorama sobre autores británicos
y comentario sobre El señor Wilder y yo, a cargo del crítico de cine y periodista
bilbaíno Félix Linares Jaca. Subido a YouTube el 24.1.2022. Duración: 13,24
minutos
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