EL GRAN ADIÓS. CHINATOWN Y EL OCASO DEL VIEJO HOLLYWOOD, POR SAM WASSON


El gran adiós. Chinatown y el ocaso del viejo Hollywood
(The Big Goodbye) de Sam Wasson

Es Pop Ediciones, Madrid, 2021, 412 páginas

Traducción de Óscar Palmer Yáñez

En 1974 se conoció Chinatown o Barrio chino, una de las grandes películas de Roman Polanski. Este libro reconstruye los avatares de la realización del filme, pero más que eso muestra lo que era la realidad de Los Ángeles en aquellos años. Fue también, dice el autor, la mayor señal del ocaso del viejo Hollywood

“Pero, el caso es, señora Mulwray, que casi me quedo sin nariz. Y me gusta mi nariz, me gusta respirar con ella. Y todavía pienso que oculta algo” (palabras del detective J.J. Gittes dirigidas a Evelyn (Cross) Mulwray)

 Luego de haber sorprendido al mundo con El cuchillo bajo el agua y Dos hombres y un ropero (películas realizadas en la Polonia comunista) Roman Polanski pasó a Occidente y pudo proseguir con su camino de alta creatividad: Repulsión, Cul-de-sac, La danza de los vampiros, La semilla del diablo, Macbeth, ¿Qué?, intensas realizaciones, de variada temática, demostrativas de un sello propio que iba afianzándose filme a filme. 

Es comprensible que Polanski (nacido en Francia en 1933, pero de muy pequeño radicado en Polonia), ya vuelto un exquisito director europeo, fuera convocado por Hollywood. Con la salvedad de que aquí se habla de una época en la que la Meca del cine norteamericano alentaba al cine de autor dado que, amén de buenas críticas, registraba un contundente (y creciente) apoyo del público. 

Un ejemplo fue Easy Reader (Buscando mi destino, Dennis Hopper, 1969), visión crítica del sueño americano, con jóvenes rebeldes recorriendo el inmenso país en motos, recargados de adrenalina, alcohol y drogas. 

La apertura de aguas que significó esa película, con su mensaje creativo y también anárquico, dio lugar a un cine diferente que marcaría rumbos hasta que no mucho más tarde arribaran otras propuestas, menos experimentales, más comerciales y muy atentas al ojo del público, tales como Jaw (Tiburón, Steven Spielberg, 1975) y Star Wars (La guerra de las galaxias, primero de los episodios filmados, George Lucas, 1975). 

Respecto de lo que llamé “cine de autor”, fue fundamental la contribución de la hoy legendaria saga de The Godfather I y II (El padrino y El padrino II, Francis Ford Coppola, 1972 y 1974). En ese magma, intenso, pleno de creatividad, con evidentes luces y sombras, emerge el productor Robert Evans, hijo de la época, recién arribado a los estudios Paramount, ávido de dejar inscripto su propio sello. 

Amigo de actor Jack Nicholson y del guionista Robert Towne, Evans buscaba su propio éxito, algo que conjugara el hecho artístico con popularidad. A Nicholson le interesaba dar ese paso, aunque había alcanzado la fama que ya no lo abandonaría. A Towne también. 

Un símbolo. Este tuvo la idea de un policial que tuviera una cierta vinculación con el barrio chino de Los Ángeles, vínculo más simbólico que práctico. A Nicholson le sedujo la posibilidad de encarnar a un detective privado. Las ideas eran difusas, pero Evans comenzó a acicatearlos para concretarlas volviéndolas proyecto cinematográfico. Y, al mismo tiempo, pensó en Polanski, de 41 años, quien había obtenido un enorme triunfo con la temáticamente terrible La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, 1968, con memorables actuaciones de Mia Farrow, John Cassavetes y Ruth Gordon). La película tenía como antecedente la novela de Ira Levin, de gran resonancia popular. La versión en cine acrecentó su fama. 

Evans admiraba a Polanski y razones no le faltaban. En ese tiempo el ya famoso director se había enamorado de Sharon Tate, pero a la joven promesa, bella esposa embarazada del polaco, integrantes del clan Mason le arrebataron la vida a los 26 años, cuando ingresaron a su casa y asesinaron con la mayor crueldad que les fue posible tanto a ella como a varios amigos que estaban allí reunidos. 

Polanski estaba en Europa cuando recibió la horrible noticia, regresó de inmediato a Los Ángeles en medio de dudas generalizadas -absurdas- que llegaron a hablar sobre su, quizás, presunta participación intelectual en el macabro episodio. Ocurrió que nuevos asesinatos lo quitaron de ese injusto lugar. En los primeros días se lo vio desconcertado, paranoico al punto tal de desconfiar de cuantos lo rodeaban, tratando de dilucidar las causas de los múltiples crímenes de los que inicialmente nadie se hacía responsable. Muy poco tiempo después se conoció la existencia del tenebroso clan dirigido por Charles Manson y las cosas comenzaron a aclararse, al menos en ese aspecto. 

En medio del pavor y del dolor, Polanski necesitaba volver al éxito, porque ni Macbeth ni ¿Qué?, habían tenido buena recepción. Sin embargo, luego de la terrible muerte de su esposa no deseaba de ninguna manera retornar a lo que fue, y seguía siendo, el escenario de la brutal tragedia. 

Nicholson resultó fundamental para que se produjera el regreso de Polanski (que había vuelto a Europa) y que este encarara la dirección de aquello que, una vez concretado, sería considerado uno de los hitos principales de su carrera. Hubo demoras, porque durante un considerable tiempo, Chinatown continuó siendo la materia de los sueños de Towne. 

La entelequia. Ocurría que el guionista no lograba armar un relato lógico, por lo que Barrio chino durante meses no fue más que una entelequia. En tanto, Evans recibía constantes presiones en Paramount donde no todos le tenían confianza. Para decirlo de otro modo: se lo consideraba un elemento extraño al mundo del cine clásico. 

Esta historia, que en definitiva más allá de sus múltiples avatares, tuvo su final feliz, puesto que Chinatown aun hoy es considerada un clásico del policial y es calificada una de las mejores obras de Polanski, es contada en el presente libro con extrema minuciosidad por el norteamericano Sam Wasson, quien la considera -además- como la película que significó el adiós al viejo Hollywood. 

Tal como lo relata Wasson, el gran hacedor de Chinatown fue Polanski, quien demostró su garra como director desde el primer momento. El guion que había recibido resultaba difuso y a nadie convencía su final, de manera que trabajó intensamente en él. A su vez, Evans debió olvidarse de la música preparada por Phillip Lambro y buscar a un sustituto que permitiera retroceder en el tiempo, dado que la historia transcurre en 1937. Lo encontró en Jerry Goldsmith, un músico que conocía el cine en profundidad y que venía de componer la música de la muy popular Papillon (Franklin J. Schaffner, 1973). El director musical encontró los temas adecuados, a partir de los que se interpretaban en aquella época.

Con idas y vueltas, especialmente de parte del guionista, pero también de la actriz Faye Dunaway (muy famosa desde Bonnie y Clyde -Arthur Penn, 1973-, de carácter inestable, cuando no contradictorio) Chinatown fue tomando músculo, hasta que se estrenó en junio de 1974, con gran suceso. Polanski y Nicholson comenzaron a recibir premios, tales como el Globo de Oro y el que conceden los corresponsales extranjeros, pero el Oscar les resultó esquivo, porque del otro lado “los esperaba” Coppola con esa otra obra maestra llamada El Padrino II, que se llevó todos los premios.

Poco tiempo después, Polanski se vio envuelto en un escándalo del que jamás pudo retornar, al comprobarse que violó a una menor aprovechándose de ella. El director polaco huyó de Estados Unidos y nunca pudo regresar, cargando con esa mácula aún hoy, a sus 88 años.

La historia. Sin embargo, crítica y público -que en breve plazo cambiaría de gustos y expectativas- fueron generosos con la película del director francés-polaco. Un filme que transcurre, como dije, en 1937 y en Los Ángeles. Tiene como protagonista central al detective (investigador privado) Jake 'JJ' Gittes (Nicholson), quien se especializa en casos de cónyuges infieles. 

En la película, el personaje de Nicholson se muestra frívolo, atento al dinero y sin comprometerse con nada, pero de a poco se ve envuelto en una investigación relacionada con crímenes que se vinculan con los poderosos de la región.

Uno de ellos es Noah Cross (John Huston), padre de la misteriosa Hollis, cuyo esposo aparecerá asesinado. Gittes se verá de a poco involucrado en una serie de hechos oscuros que tratará de ir dilucidando. Complicación sobre complicación, terminará relacionándose con Hollis, quien demorará en develarle un ominoso secreto.

En tanto, Giddes, con gran riesgo de su vida, irá develando los “misterios” que se esconden detrás de la venta de terrenos, la necesidad del agua y la renta inmobiliaria. Y, al final, Chinatown cerrará la múltiple historia con un final terrible, que es mejor no develar o, en todo caso, recordar, dado que ese cierre es uno de los mejores que ha dado el género negro en cine.


La minuciosa reconstrucción que ha realizado Sam Wasson en torno a la realidad de la época durante la cual se realizó el filme, es notable, aunque, en no pocos casos, se advierte lo que llamo un anecdotario innecesario, que alarga al ensayo sin necesidad.

Un mundo de cocaína. No obstante, estamos ante un libro digno de elogio en el que -entre muchas otras cosas- hay una constante referencia a la droga, concretamente a la cocaína, que marcaba a muchos jóvenes de la época y, en este caso, del espectáculo. Pero no solamente en ese espacio, sino que alcanzaba a muchos sectores de la sociedad estadounidense, tal como lo ha ratificado en estos días el escritor Jonathan Franzen, quien al referirse a su flamante novela Encrucijadas (Criss Cross), ambientada en los ’70 del siglo pasado, precisa que el estupefaciente estaba presente aun en la escuela secundaria a la que él concurría.

Una época que tanto repercutió y repercute aún en estos días.


Datos para una biografía

SAM WASSON nació y vive en Los Ángeles, Estados Unidos. Es autor de seis libros sobre Hollywood y la cultura popular estadounidense, uno de los cuales habla sobre el rodaje de Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany's, Blake Edwards, 1961). También publicó A Splurch in the Kisser (sobre la carrera cinematográfica del mismo Edwards), Improv Nation (sobre la influencia de la improvisación en el arte popular norteamericano) y Fosse (acerca del múltiple creador Bob Fosse, base de una serie televisiva). Colabora con medios como The New York Times, The Wall Street Journal y The New Yorker. Sitio oficial en inglés: https://www.samwasson.com.

Ilustraciones: arriba y al costado diversos fotogramas de Chinatown y afiche de la película; el escritor Jonathan Frazen y el autor Sam Wasson

 Video

Chinatown. Ciclo cine negro. Subido a YouTube por El cine que nos hace soñar el 24.11.20. Suerte de síntesis de la película, con diversas imágenes, pero sin spoilers. Duración: 4,52 minutos. Relato en español

 

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