CIEN AÑOS DE CHARLES BUKOWSKI

 

Cien años atrás nacía en Andenach, Alemania, Henry Karl Bukowski, quien junto a sus padres llegaría a la edad de tres años a la tierra norteamericana para ser tiempo más tarde el polémico, y polemista, Charles Bukowski, a quien se lo llama el último maldito de las letras estadounidenses.

 

Su mundo, su mirada, serían conocidos a través de Henry Chinaski, antihéroe por definición, misógino y alcohólico como su autor, aparecido en las páginas de Cartero, que fuera su profesión durante años y que resultó el libro que lo lanzó a la fama. El editor John Martin le había propuesto que dejara su profesión y se dedicara a escribir de por vida. Él se encargaría de pagarle cien dólares mensuales, a perpetuidad.


El editor fue, por suerte, visionario, porque amén de la poesía, Bukowski escribió seis novelas y una larga lista de libros de cuentos, género en el que se destacó con su realismo sucio y sus constantes búsquedas expresivas. Pintó como pocos a ese Los Ángeles marginal, tierra de perdedores, que no suele verse ni en la literatura ni en las películas.


"Eterno" apostador a las carreras de caballos, su imagen, su forma de ser, quedó muy bien patentizada en la película "Mariposas de la noche", dirigida en 1987 por Barbet Schroeder, con un impecable Mickey Rourke antes de su autodestrucción. 


El escándalo lo acompañó siempre y nunca le importó “portarse bien”, ni aun ante las generalmente autoritarias cámaras de televisión. Tanto que, cuando se presentó en el programa “Apostrophes”, el más calificado entre los programas considerados cultos de la TV francesa, estaba visiblemente borracho. Su director, Bernard Pivot, lo había invitado para hablar sobre escritura y marginalidad, pero Bukowski a nada se avino y más se emborrachó durante el programa, llegando a mostrarse cada vez más agresivo con el resto de los invitados y su conductor. Hasta que se retiró antes de terminar el programa. Y, dicen, liándose con un guardia al que habría amenazado con un cuchillo.

 

No obstante, más allá de sus groserías (que eran también una pose o, más bien, una manera de pararse ante el mundo), dejó tras de sí libros intensos y una mejor poesía escrita a lo largo de toda su vida, hasta completar veinte volúmenes.

 

En este tiempo de corrección política y de feminismo que reclama un lugar de mayor expectativa para la mujer, en múltiple y justiciero sentido, sin duda no pocos de sus textos resultan reaccionarios, olvidables.

 

Pero hay otros… Hay tantos otros que vale la pena reconocerlos, llegar a ellos. Y celebrarlos. Se lo sigue recordando, señor Bukowski.

 

¿Así que quieres ser escritor?

 

Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa solo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu novio
o a tus padres o a cualquiera,
no estás preparado.

No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte quieto
pudiera llevarte a la locura,
al suicidio o al asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol dentro de ti
esté quemando tus tripas, no lo hagas.
Cuando sea verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo hasta que mueras
o hasta que muera en ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.

Charles Bukowski

 


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