CRÍTICA DE ENRIQUE BUTTI SOBRE "LO CIERTO, LO PROBABLE, LO IMPOSIBLE"



DE LO IMPOSIBLE A LO CIERTO SILENCIADO

Carlos Roberto Morán presenta nuevos cuentos, en los que anidan secretos: ellos se mueven entre la realidad, la fantasía y algo que se ubica en un más allá inabordable

Por Enrique Butti
Enrique Butti

El santafesino Carlos Roberto Morán reúne su último conjunto de relatos bajo el título «Lo cierto, lo Probable, lo Imposible», términos que certeramente definen el tenor de las situaciones en las cuales se desplazan, tropiezan y se desploman sus personajes. Habría en verdad otro adjetivo sustantivado (con la consecuente mayúscula que lo elevaría al carácter de abstracción arquetípica) que aparece más de una vez en el libro: lo Inexplicable, lo inexplicable que tiene sin embargo una explicación probable, una imposible y una escondida: la cierta.

El relato con que se abre el conjunto es una suerte de reseña apócrifa, de ese tipo de fantasías a las que fueron tan afectos los padres del posmodernismo, Borges y Nabokov. Morán lo llama «informe», informe sobre un autor ruso, Dimitri Yukov, que estaría divulgándose en castellano, un gran descubrimiento por quien contienden los editores de todo el mundo, un boom similar al que provocó la tardía resonancia internacional de Iréne Némirovsky o Sándor Marái.

Los datos biográficos de Yukov se pierden en la maraña burocrática del comunismo y de las purgas estalinistas y de las tachaduras de la «glasnot» y de la «perestroika». Hay paralelismos entre la vida de Yukov y la del famoso Aleksandr Solzhenitsyn (el Premio Nobel reconocido en todo el mundo por sus novelas y denuncias sobre los campos de concentración estalinistas). Ambos nacieron en el mismo año, ambos padecieron el ostracismo, la censura y la reclusión en los gulags. Pero faltan documentaciones fidedignas sobre el presunto paso de Zukov por el Ejército Rojo, o incluso por los siniestros servicios secretos. Solzhenitsyn no lo nombra en su voluminoso «Archipiélago Gulag», aunque ya se sabe que los escritores son fáciles presas de animadversión y rivalidad hacia los semejantes del gremio. La mujer de Zukov, fallecida en 2011, tampoco brinda demasiados datos en su autobiografía, y tampoco «El Chacal», el famoso agente editorial que se apropió y gestiona los derechos del autor ruso.

Morán se detiene en contarnos sobre el contenido de los escritos de Zukov. Por ejemplo, de «Niebla», novela sobre la desgraciada historia de una niña que huye de la orfandad, la guerra y el hambre hacia un mundo de fantasía, en el cual sin embargo también se infiltra el Mal. En «El río», Zukov también juega con un realismo mágico «a la eslava» (es evidente que leyó con fervor a García Márquez). Y aparte de la narrativa, Morán se aboca a contarnos sobre el ensayo que el ruso escribió acerca del gran poeta Esenin (1895-1925), ese genio literario que fue también un volcán de vitalidad (entre otros tantos romances vivió uno escandaloso con la muy mayor bailarina Isadora Duncan), adherente a la Revolución, pero enseguida censurado y perseguido por ella.

Al final de su «informe», Morán comienza a especular sobre el misterioso escritor y sus numerosos secretos biobibliográficos. Porque se plantean muchos enigmas: ¿Hay escondidos otros escritos de Zukov? ¿Cómo puede ser que la mujer de Zukov no haya podido divulgar fotografías de su esposo, fuera de alguna silueta borrosa? ¿Y si todo fuera invento de esta mujer? ¿Puede Yukov no haber existido nunca? ¿Sería todo obra de un escritor fantasma? Hay una vieja foto de la mujer de Zukov con un joven demasiado parecido, ¿a quién…? ¿Puede ser? ¿Solzhenitsyn? Morán rastrea pistas que hacen, si no cierta ni imposible, probable esta temeraria teoría.

Nos hemos detenido en este primer relato del libro porque su carácter metaliterario permite vislumbrar los recursos que Morán irá distribuyendo de manera velada en el resto de los cuentos. En primer lugar, los recursos para crear verosimilitud, la cita de lugares y nombres propios y sucesos históricos reales que sustentan la carnalidad de los personajes y la firmeza de las situaciones, densas, oscuras y siniestras en general, y que a menudo derivan hacia lo fantástico o hacia la violencia del policial negro. Es decir que el firme peso de la realidad se afirma en los cuentos de Morán para que sea más honda y repentina la fisura, la rendija por la cual se filtran el prodigio, la locura, o donde, sin explicitaciones ni subrayados, la historia y el presente argentino se denotan, con su carga de desventuras, mentiras e inseguridades.

De manera que también es posible sesgar lecturas sociológicas o políticas de esos cuentos, porque hablando de lo Imposible, lo Probable y lo Cierto, Morán está hablando de esa situación política en la que un ciudadano ético y sensible se ve obligado a resistir cada día deconstruyendo el discurso desplegado desde el poder, donde prima la demagogia de lo imposible, y donde se hace necesario rastrear lo Probable para tratar de descubrir lo Cierto silenciado.

Estos nueve cuentos editados por Moglia corroboran la presencia de Carlos Roberto Morán en la primera línea de la mejor narrativa argentina de las últimas décadas.



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