PRESENTACIÓN DE "DETECTIVES EN LA NIEBLA", DE CARLOS MARÍA GÓMEZ. HOMENAJE A MARIO CUELLO



En la Feria del Libro de Santa Fe tuvo el gran gusto de presentar la nueva novela de mi coterráneo Carlos María Gómez Detectives en la niebla, oportunidad en que también se rindió homenaje al director de cine y artista plástico Mario Cuello, fallecido recientemente.

La novela está coeditada por la Editorial de la Universidad Nacional del Litoral y Grupo de Cine, entidad que integrara Cuello. El mismo artista ilustró la tapa del libro de Gómez y Julio Hiver, miembro del Grupo, destacó el hecho, así como la personalidad del cineasta fallecido, gran colaborador y mejor amigo, a quien sin duda extrañamos.

Con Mario, en 2017
Mario Cuello, trabajador incesante, tuvo la gentileza de elegir un cuento de mi autoría para llevarlo a la pantalla, en la película en episodios “Ciudad de sombras” que produjo Grupo de Cine en 2010.

Previo a las palabras de Hiver, habló en representación de la editorial universitaria María Alejandra Cedrán, destacando el hecho de que el sello lleva publicados varios trabajos de Gómez, tanto por el nivel de su obra como por la política que lleva adelante la Universidad del Litoral de dar espacio a escritoras y escritores de la región.

Luego de mi presentación, tuvo lugar un intercambio de opiniones con Gómez, quien señaló que ha dejado de lado la “documentación” que solía acompañar a las novelas de intriga de su autoría, porque muchos de los delitos denunciados en sus libros han quedado impunes.

En otro orden, al referirse a su también reciente novela Suspiros del tiempo, el novelista destacó que en ella ha rendido homenaje al desaparecido profesor Ricardo Ahumada, brillante docente fallecido años atrás en Santa Fe, quien fue un gran apoyo en el desarrollo de la tarea literaria de Gómez.

Cuarenta años atrás

En la presentación de Detectives en la niebla, que lleva prólogo con mi firma, expresé:

Aunque podría hablarse de una “prehistoria” literaria, la confirmación de Carlos María Gómez como novelista se la puede situar cuarenta, exactos, años atrás, cuando en uno de los momentos más difíciles de la Argentina contemporánea (plena dictadura militar) da a conocer su contundente Veneno de cachiporra.

Se trató de una violenta muestra de lo que era, en realidad, la violencia imperante en esos días. Se ha vuelto casi un lugar común, pero estamos ante un ejemplo evidente de “la verdad de las mentiras”, de la que ha hablado Mario Vargas Llosa al referirse a la verdad profunda que encierra la ficción literaria.

Gómez siguió por el derrotero de lo que se puede calificar de “sanción moral”, tan propio del género que se iniciara en plena Depresión norteamericana y en las revistas populares que eran conocidas como Pulp Fiction, una ficción menor, de quiosco, en la que escribían autores necesitados de dinero, ya que no de fama, porque resultaba difícil trascender si se publicaba en esos medios casi marginales.

Pese a ello, en tales desprestigiados medios hicieron sus primeras armas notables autores de la época, entre quienes se encontraron los “fundadores” del género noir, es decir Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Esos dos grandes escritores y muchos más que les siguieron, nos contaron la “verdad” de lo que vivía Estados Unidos de la época.

Y hubo “verdad” en lo que vino después, tanto en Estados Unidos como en países europeos como en el nuestro, donde el género se afianzó, precisamente, en aquellos años negros, en los que se empezó a develar la “verdad” a través de relatos duros que afincaban en el realismo y que resultaron una suerte de metáfora de lo que nos estaba ocurriendo.

Las novelas negras siguieron. Y Carlos prosiguió un personal derrotero. Suele decir que no le gusta que lo ubiquen como escritor de policiales. Y eso es cierto, porque tanto en esa “prehistoria” narrativa de la que hablé, en la que publicó su novela El desarrollo y los cuentos de Solamente con mirar como en textos más contemporáneos –entre otros sus novelas Regreso al sur, Cielo lejano y la muy actual Suspiros del tiempo- nuestro narrador ha incursionado en otros campos y temáticas.

Pero la mayoría de los textos de Carlos María Gómez hablan del poder, como bien lo vimos en Alrededor de la plaza y, también, en otro plano, en Los chacales del arroyo, ficción en la que incorporó el doble crimen de dos abogadas, registrados en Santa Fe en la tantas veces mitificada década del ’70.

Carlos escribe de manera incesante, sorprendente. Este mismo año publicó dos novelas que guardan una cierta ligazón: Suspiros del tiempo y la que ahora estoy presentando; Detectives en la niebla. En esta última el axioma de Chandler se presenta con total nitidez. Hablo de aquello de “no es un mundo muy fragante, pero es el mundo en el que vivimos”.

En su última ficción, el novelista ha “convocado” a los investigadores privados Anselmo Chino Bustos y Venancio Vega para que indaguen, o sigan, a la mujer del poderoso empresario Bernardo Waissermann. De esa manera comienza una historia de encuentros, desencuentros, amores ciertos o fingidos, de amenazas, crímenes, violencia, porque, parece decirnos Carlos, vivimos en un mundo violento que poco concede y en el que el daño al otro deviene, casi, constante.

En Detectives en la niebla no hay, ha advertido Carlos en un reportaje, nada relacionado con lo político, no aparece esa documentación “extraída”, digamos, de la realidad, que ha caracterizado a varios de sus textos anteriores. Pero esa “niebla” del título nos habla de un tiempo, el nuestro, contradictorio, en el que nada se alcanza a ver bien, es decir de una manera nítida.

Es en ese mundo discordante en el que se mueven tanto estos detectives menores y muchos de los personajes de la novela signados por el desconcierto, cuando no por la derrota. Queda al lector, a la lectora, descubrirlo.
María Mercedes Martorell (esposa de Mario Cuello) con su nieto, Carlos Morán, Carlos Gómez, Julio Hiver y Javier Ignacio Cuello

“Pidió un whisky con hielo y lo fue tomando despacito mientras una serie de personajes más que conocidos comenzaban a rodearlo como participando de una danza macabra sin sonido. Eran encabezados por la señora Nora con un gran agujero en su cabeza, luego los dos amantes desnudos y abrazados, sobre un charco de sangre, además de los hermanos Barraza esgrimiendo amenazadoramente sus armas”.

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