Libro del pescador, de Roberto Daniel Malatesta y fotografías de Marisa Malatesta
Editorial
Palabrava, Colección Anamnesis, Santa Fe, 2019, 110 páginas
En Argentina:
600 pesos
“Pescar –afirma
Malatesta- es un arduo entrenamiento del espíritu”. El poeta ha ido al río o,
en todo caso, a la búsqueda del agua y se encontró con silencios, con secretos,
por lo que debió desarrollar sus propias habilidades para capturar los peces y,
también, en otro plano, para comprender.
Además, al
poeta “alguien” lo acompaña, una sombra benéfica: “Mi padre sí que sabía pescar
/ él creía en el anzuelo, y en la tanza, / creía en la carnada, con la furia /
de lo viviente, y eso lo aproximaba mucho / a un pez o a un ave”.
De esa manera
sale a pescar, sabiendo que se trata de una tarea particular, exigente: “(pescar)
no es para cualquiera, los débiles, / los vacuos, los ineptos para la
contemplación” porque ellos “no soportan la pesca, temen que el río les hable”.
Y, también, porque hay un “algo más” que lo aguarda y debe descubrir.
Ah, eso de que
el río hable, cuente, corra (levemente) el tapiz que esconde el secreto que
yace en él, porque se trata de un territorio mítico (¿presunto, cierto?): “La
niebla cubre el río. Todo es abismo”.
El texto –aclara
Malatesta- apunta a la vida.
“Pescar es un acuerdo tácito con la luna”
Leve, como bien
se sabe, la poesía de Roberto Malatesta, que aquí se ve fuertemente acompañada
por las excelentes fotografías de su hermana Marisa. Así se la puede leer en
este Libro del pescador que, en
cuanto a la gráfica y felizmente, no es nada leve sino contundente, porque se
trata de un volumen resuelto a todo color, con hojas de ilustración de buen
gramaje, que habla en su totalidad del cuidado artesanal que le dispensaron en
los talleres de Acosta Hermanos y del nivel de excelencia que ha alcanzado la industria del libro en Santa Fe.
“Viento, vacío o pez, a todo lo llamaremos pesca”
Poemas del libro
Jardín (II)
Se sostiene en
el aire la gaviota
El viento cruza
el río.
Por un momento
el ave
Es un inmenso
colibrí.
El río es un
jardín a la vuelta del mundo.
El río va comiendo la barranca
El río va
comiendo la barranca,
en la barranca
está mi casa.
Nada como el
trabajo del río es tan paciente.
La gente
desconoce el trabajo del río,
sus
proporciones misteriosas,
cuánto para hoy
y cuánto dejó para mañana.
Nadie pregunta
por mi casa.
Yo prefiero
olvidar la firmeza del río.
A veces creo
que mi casa es mía.
Al río no le
importa lo que creo.
No ver (II)
Nadie ve en lo
profundo de las aguas.
Al pez que se
aproxima nadie ve.
Nadie, cuando
está a punto de tragarse
el anzuelo. El
que pesca
cree en lo que
no se ve. A nadie se ha oído
decir: si no
veo no pesco.
El pescador ve
dentro de sí mismo,
lleva el río
consigo.
Pescar peces que siguen con vida
Me gustaría que reflexionaras sobre el agua y la pesca,
lo que significan para vos
De muy niño
tuve vinculación con el agua a partir de la afición por la pesca de mi padre,
pero al principio yo no pescaba, vagaba, divagaba, quizás como un aprendizaje
de esa otra pesca que, al decir de Machado, a través de Mairena, pesca peces
que siguen con vida.
Vivíamos
relativamente cerca del Salado, al norte de la ciudad, mi padre, en los veranos
que trabajaba corrido (trabaja en la construcción), muchas veces llegaba y en
su camioneta partíamos, toda la familia, perro incluido, al Salado, ese
ambiente de río y vegetación se fue sumando al más extenso de las adyacencias
del Paraná, en Los Zapallos, primero en una casa prestada por parientes
cercanos y luego en la que compró mi padre junto a sus hermanos.
Creo que
realmente me convertí en un, llamémosle, pescador, cuando fallece mi padre,
allí heredo sus reels y su caja de
pesca, esto es en el 2003. Antes lo había hecho, pero sólo con línea y en forma
muy aislada. Pero, claro, estaba en mí.
Cuando comienzo
a escribir los primeros poemas del Libro
del pescador se unen ese ejercicio práctico de extraer peces del río con ese vagar que aprendí
primero. Desde ya que no tenía noción de que estaba escribiendo un libro, hasta
varios años después.
Tanto en el río como, en otro plano, en una distinta
circunstancia (dramática) se da la presencia del mismo líquido elemento, como suele
llamárselo, invadiendo la ciudad…
La inundación
fue otra cosa, eso está en Por encima de
los techos, mi libro más reproducido y comentado, pero eso no tiene que ver
en nada con la pesca, y casi diría con el agua, tiene que ver con un hecho
trágico que conmovió a una sociedad, yo encontré mi lenguaje para expresarlo.
Esa fue la única vez que escribí un libro desde el principio al fin, el hecho
conmocionante lo permitió, escribirlo para no volverme loco y dejar de escribirlo,
darlo por terminado, por el mismo motivo. Muy cerca de esto, su escritura casi
torrencial, estuvo Esperanza – Spoon River,
libro de pronta aparición que fue el desarrollo de una beca a la creación que
me otorgó el Fondo Nacional de las Artes.
![]() |
Marisa y Roberto |
Tampoco se me
había ocurrido mientras escribía homenajear a mi padre, pese a que hay un poema
dedicado a él. Cuando estuvo hecho, mi hermana y yo no dudamos de que así debía
ser. Fue algo natural.
Estamos ante una edición especial, gráficamente muy
bella. ¿Qué podés decir sobre esto?
En realidad,
mientras escribía el libro nunca se me ocurrió que podía estar contenido en tan
bello envase, para eso se tuvo que dar
dos coincidencias, primero que Palabrava, decidiese publicar el libro en su
colección Anamnesis, y luego encontrar en mi hermana Marisa el vehículo capaz
de ejecutarlo. Si el resultado parece ser un todo, la editorial es la absoluta
responsable.
¿Podemos hablar de un significado metafísico, o de una
búsqueda de lo metafísico, en este poemario?
Me preguntás
sobre lo metafísico y, como no soy un intelectual, por allí me parece algo que
puede escaparse a una respuesta, pero te diré que el tema “pescador” “pesca”
son casi un pretexto, el “texto” apunta a la vida, que es con o sin pez,
“viento, vacío o pez, a todo llamaremos pesca”. Eso es el Libro del pescador, parte de algo que uno “sabe” para indagar sobre
lo que todavía está aprendiendo.
Datos para una biografía
Roberto Daniel Malatesta nació en Santa Fe, Argentina, en 1961. Ha publicado De las cosas
blancas (1984), Casa al sur (1987), La prueba
de la soledad (1991), Del cuidado de la altura del níspero (1992), Las
vacas y otros poemas
(1994), Flores bajo la lluvia (1998), Por
encima de los techos (2003), No importa el frío (2003), Cuaderno
del no hacer nada (2009), La nada que nos viste (2010;
reeditado en 2019), El silencio iluminado
(antología de sus poemas, 2011), Último
recurso (2017), La realidad está en otra parte y Libro del pescador (ambos de 2019).
En breve aparecerá Esperanza-Spoon
River. Ha sido
incluido en varias antologías y recibido numerosos premios y distinciones. Ha
sido traducido al alemán y en Santa Fe dirige diversos talleres literarios.
“El viento del deseo nunca es bueno”
Video:
Subido a YouTube por Héctor Berenguer el 1.5.2011. Lectura de poemas de y por
Malatesta en el Festival Internacional de Poesía, teatro El Círculo, Rosario,
Argentina. Duración: 13 minutos
Comentarios
Publicar un comentario