Un helado
susurro en la escarcha de vidrio
en mitad del
año irracional. La primera luz revela
un orden
sombrío en los edificios.
La niebla
descompone en la calle
figuras que
insisten en nacer. Los movimientos
se aceleran
hacia una condenación. La época
deposita su
confusión de basura mojada,
nuestros
inexplicables residuos al borde de la acera
que rechaza la
digestión de la sombra menguante.
En el centro de
los motores
la materia
hierve su cólera cerrada
y torturada por
acumulación de sí misma
su causa
traicionada se resuelve
en esta
monótona amenaza de objetos manufacturados.
La historia no
ha pegado un ojo en toda la noche
y he aquí su
nervio desnudo golpeando mis párpados.
pero mi cerebro
no necesitaba para nada
su error desesperado
e inclinado al
anhelo de un universo perdido
se niega a ser
fecundado
por el fascismo
del despertar.
Joaquín
Giannuzzi (1924-2004), uno de los más ponderados poetas
argentinos, ejerció el periodismo y la crítica literaria. Recibió diversas
distinciones durante su prolongada carrera como escritor, entre ellas los
otorgados por el Fondo Nacional de las Artes y la Fundación Argentina para la
Poesía. Recibió el Municipal de Buenos Aires, el Esteban Echeverría, el Konex y
el Premio Nacional de Poesía. Su amplia obra se inició con Nuestros días mortales (1958) y prosiguió con Contemporáneo del mundo (1962), Las
condiciones de la época (1967), Señales
de una causa personal (1977), Principios
de incertidumbre (1980), Violín
obligado (1984), Cabeza final
(1991). Cuando se publicó por primera vez su Obra Poética (2000), agregó a su producción el libro Apuestas en lo oscuro. Más tarde
aparecerían ¿Hay alguien allí? (2003)
y, de manera póstuma, Un arte callado
(2008). Poesía completa, edición a cargo
de Jorge Fondebrider, que incluye diversas versiones de un mismo poema, se
conoció en España en 2009 y fue reeditada en Argentina en 2015 con el título de
Obra completa.
De él se ha dicho que fue un hombre de vida austera y que ejercía un suave humor negro. La
alusión al entorno social y cotidiano, la muerte y la incertidumbre resultaron
los temas más frecuentados por su poesía tersa y de sorpresivos remates. “La
contemplación quieta recrea el ocaso del cuerpo, los fracasos del cuerpo o la
vida misma en sus diversas variantes”.
“Amanecer invernal” pertenece a Cabeza final.
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