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Todos parecían soñar,
cuentos completos de Ángel Bonomini.
Pre-Textos, Valencia, 2017, 700 páginas. Distribuido en
Argentina en 2018
Prólogo de Eduardo Berti – Epílogo de Darío Jaramillo
En España: 27,55 euros. En Argentina: 1.590 pesos (precio aproximado).
El escritor argentino Ángel Bonomini (1929-1994) empezó a
publicar narrativa cuando había cumplido cuarenta y tres años y ya era conocido
como poeta. Sus cuentos que, en general, adhieren al género fantástico, fueron
siempre celebrados por la crítica y por escritores “avisados”, como Borges y
Bioy Casares, pero, lástima, casi nunca llegó al gran público.
Su muerte llevó a que se fuera olvidando la calidad de su
ajustada prosa, de su fértil imaginación, y sólo la audacia del editor de
Pre-Textos, un riguroso sello español, posibilita el encuentro -o el
reencuentro- con un mundo cotidiano que se disuelve en un segundo espacio,
extraño, complejo, y en el que, en efecto, todos parecen soñar.
Auxiliado por una fértil imaginación y su impecable prosa,
Bonomini compuso unos noventa cuentos que ahora regresan íntegros en impecable
edición, sobre la que hay que destacar la excelente “guía” que resulta el
prólogo del argentino Eduardo Berti, consecuente lector del autor fallecido,
así como el epílogo que le fue confiado al poeta colombiano Darío Jaramillo
Aguledo.
Son ambos artículos, extensos, ricos en detalles, excelentes
vehículos para sumergirse en el mar de relatos de Bonomini, quien ensayó
diversas estrategias para no repetirse. Y, en caso de hacerlo, para narrar lo
aparentemente “mismo” de manera diferente. Eso ocurre con “Las cárceles”, de
1972, cuento breve que relata la historia de dos presos, uno de los cuales
intenta traicionar al otro sin suerte. Idea que repetirá seis años más tarde en
un cuento más largo, “Después de Oncativo”, aunque con una trama muy disímil.
Inteligente, versátil, dueño de una prosa ceñida, Bonomini
escribió fundamentalmente ficción fantástica que
Alberto Manguel vincula directamente con Kafka, puesto que sostiene que se
llega a supuesto “lugar” a partir de una leve casualidad.
La reproduction interdite René Magritte, 1937 |
El Doppelgänger. Tratándose de
narrativa fantástica, no puede sorprender que en los textos de Bonomini el tema
del doble aparezca de manera recurrente, ya fuere porque una persona se
desdobla (“El inquilino”), ya porque el “uno” termina confundiéndose, o fundiéndose, con el “otro”
(“Autorretratos”). En “Memorias de Punkal”, finalista del premio Juan Rulfo,
quien llega a esa ciudad se encuentra con gran cantidad de cadáveres, uno de
los cuales es el suyo…
Hay muchas ciudades imaginadas, imaginarias, en los relatos
del escritor argentino, tal como ocurre con Huacay, la última ciudad
sobreviviente del llamado Anillo de Piedra, constituido por siete ciudades
precolombinas que fueron asoladas por terribles tordillos. Bonomini elude la
historia “oficial”, según la cual los caballos arribaron a América con los
españoles y construye la suya propia, que destruye la lógica y da lugar a una
deslumbrante leyenda.
Entre los relatos largos se destaca “Los novicios de Lerna”,
texto que impresionó a Bioy y a Borges. El primero le escribió esta carta, que
transcribe Berti (y que habrá conmovido, supongo, al por entonces desconocido
escritor argentino). Dice Bioy: “Tan entusiasmado estoy con el libro (Los novicios de Lerna) que una noche,
que vino Borges, le propuse la lectura del único cuento que todavía él no
conocía: ‘Los novicios de Lerna’. Nos deslumbró. La historia está admirablemente
contada, con muchas sabidurías y todo en ella es un acierto, desde el agradable
tono tranquilo hasta la descripción y el ambiente del lugar”.
No todo es narrativa fantástica, aunque sí en la gran
mayoría de los casos. Los que pueden ser considerados, aproximadamente,
realistas, tienen de igual modo y como bien se dijo una atmósfera inquietante.
El espacio literario que gestó Bonomini
resulta, en todo caso, un mundo que recuerda o semeja lo onírico. Esta
excelente antología, este rescate de notable valía, permite al lector, a la
lectora, certificarlo con creces.
El reo
“Injustamente estoy en
la cárcel. Se me culpa de algo que no he cometido. Seré juzgado. Mi caso no
tiene solución: la influencia de quienes me acusan obligará al juez a
condenarme aunque sepa que soy inocente.
Siendo así se me
presenta el siguiente problema: obligaré a un hombre a hacerse culpable de mi
ajusticiamiento. Dado que, de cualquier manera, moriré, la caridad me obliga a
salvar al juez y, también, de ser posible, a mis acusadores. ¿Cómo?
Declarándome culpable. Si los convenzo de que en realidad lo soy, me harán
ajusticiar justamente, aunque sea sin razón.
Por otra parte,
pienso: ¿es verdad que no soy culpable? ¿Tengo yo menos responsabilidad -en
este oscuro tejido que conformamos- que el que cometió el acto del que se me
acusa? Obrando como lo haré quedará interrumpida en este caso la cadena de
injusticias que inicia todo acto injusto.
En la soledad de mi
conciencia esta rudimentaria forma de heroísmo me permite mirar la muerte con
alegría”.
Datos para una
biografía
Ángel
Bonomini nació en Buenos Aires en 1929 y murió
en 1994 en la misma ciudad. Fue narrador y poeta. Sus primeros poemas se
publicaron en la revista Sur, que dirigía Victoria Ocampo. De él se conocieron
los siguientes poemarios: Primera
enunciación (1947), Argumento del
enamorado (1952), Poemas imaginarios
(1962), Las leyes del júbilo (1966), El mar (1972), Torres para el silencio (1982), De
lo oculto y lo manifiesto (1991) y Poética
(1994). Una antología de esos trabajos se publicó en España en 2015 con el
título de Torres para el silencio y otros
poemas. En cuanto a sus libros de cuentos, el primero que se editó fue Los
novicios de Lerna (1972) (su relato “Los novicios de Lerna” se incluyó en
la Antología de la literatura fantástica
del siglo XX, que prepararon Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares), al
que luego siguieron Libro de los casos (1975), Los
lentos elefantes de Milán (1978), Cuentos de amor (1982)
e Historias secretas (1985). En 1996, de manera póstuma, se
conoció el último, Más allá del puente. Además, a través del escritor
Eduardo Mallea, formó parte de la redacción del suplemento cultural de La
Nación como crítico de arte. Vivió asimismo en Estados Unidos
desempeñándose como traductor para la revista Life.
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