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Diseño de Gerardo Morán |
El puente (The
Bridge), de Gay Talese
Alfaguara,
Barcelona-Buenos Aires, 2018, 206 páginas, con fotografías
Traducción
de Antonio Lozano
“Yo escribo
reportajes y un reportaje no es ficción. Hay que poner mucho cuidado en no
imaginar absolutamente nada”, le decía Gay Talese al periodista Eduardo Lago de
“El País” de Madrid. En la
nota de 2013, además, hacía referencia a quienes construyeron el enorme viaducto
Verrazano-Narrows, una obra colosal que une Brooklyn con Staten Island, en
Nueva York y que diera lugar a este El
puente, uno de sus primeros libros-reportajes que ahora ha sido publicado
en nuestro idioma.
Un reportaje no es ficción. Lo ha venido demostrando Talese
(Estados Unidos, 1932) desde joven, pero sobre todo a partir de su más que
famoso artículo “Frank Sinatra está resfriado”, ejemplo de texto periodístico
que publicara la revista Esquire en
abril de 1966, luego que se le encargara una nota sobre el famoso cantante
temido por todos, que odiaba a los periodistas dado que estos habían revelado
más de una vez sus oscuros vínculos con la Mafia, entre otros “pecados”.
Talese,
haciendo alarde de creatividad, trazó un perfil sobre el cantante sin haberlo
entrevistado, pero luego de conversar con una gran cantidad de personas que,
por una u otra razón, habían tenido (o tenían) contactos con él. La crónica, ejemplar,
ha sido considerada como el primer gran logro del llamado nuevo periodismo, del
que este autor fue precursor. (Está incluido en su libro Retratos y entrevistas).
Esa forma de
contar, renovada, que abreva en la propia literatura, es sustancial al libro
que comento, así como a los varios que le siguieron, de alta calidad, que ha dado
a conocer el periodista a lo largo de su extensa vida.
En aquellos
años (1959-1964), Talese contaba con poco tiempo libre, de manera que para
elaborar su trabajo debió dedicar varios fines de semana a visitar la obra y
conversar con sus hacedores anónimos, logrando construir una historia casi a la
medida de la colosal estructura que demandó cerca de cinco años antes de quedar
concluida.
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Boomers en plena tarea |
En el mundo de los boomers
“Llegan a la
ciudad en coches enormes, viven en habitaciones amuebladas, beben whisky
acompañado de chupitos de cerveza y persiguen a mujeres que no tardarán en
olvidar. Se quedan poco tiempo, no más del que necesitan para construir el
puente; luego se marchan a otra ciudad, a otro puente, anclándolo todo menos
sus vidas”.
Son los boomers, como los llama Talese,
constructores de las grandes obras que identifican a las principales urbes
estadounidenses. Puentes, rascacielos, levantados con escasas (cuando no nulas)
medidas de seguridad, imágenes netas y nítidas del poder del imperio, erigidos
por seres anónimos a quienes el periodista les da identidad en sus libros
porque sabe, ha dicho en reiteradas oportunidades, que esas personas
representan “al pueblo” y tienen mucho para contar.
Estos
personajes se jugaron la vida casi todo el tiempo mientras levantaron esa
formidable masa de acero y cemento diseñada por un equipo dirigido por Othmar
H. Ammann, quien mucho arriesgó para llevar a buen término el tendido del
puente con más de cuatro mil metros de longitud, considerado el viaducto
colgante más grande de los Estados Unidos y el sexto en el mundo.
En este
libro, Talese hace alarde de capacidad didáctica, porque va describiendo el
“paso a paso” de la compleja construcción, al tiempo que consigue meterse en la
piel y en los sentimientos de los anónimos obreros, que en El puente cobran identidad con sus nombres y sus muchas veces
heroicas historias personales.
Le bastan al
periodista pocas pinceladas para describir a esos personajes fanfarrones,
subidos en lo alto de una construcción de dimensiones colosales, alcanzados por
los vientos, jugándose sus vidas todo el tiempo porque en aquel momento debían
hacer constante equilibrio en sitios de escasísima superficie, trabajando en simultáneo con elementos de mucho peso que reclamaban una
permanente tarea de extrema precisión.
La serie de
fotografías que acompañan al texto resulta fundamental, tanto porque refleja las
distintas etapas de la erección del puente como porque aparecen los “anónimos”
con sus rostros y en el momento en que están trabajando, caso siempre en muy
difíciles condiciones.
Es lapidario
Talese cuando afirma que para esos trabajadores los puentes, los grandes
edificios, las construcciones monumentales que vienen caracterizando a los
Estados Unidos desde los finales del siglo XIX y, más aún, desde los primeros
años del siglo XX (y hasta el presente) antes que nada resultan ser las
tumbas de muchos de sus compañeros.
El gran
periodista, maestro de maestros, supo cómo narrar el peligro permanente, las
vidas plenas de riesgos, la ausencia de derechos laborales, que caracterizaban
a estos hacedores quienes, sin embargo, eran incapaces de desechar esa forma de
existencia y volvían, una y otra vez, al oficio, en muchos casos siguiendo toda
una tradición familiar.
En la
portada del libro el que aparece con traje y casco es el propio Talese con casi cincuenta años menos, como muestra de lo que ha sido y sigue siendo su norma:
meterse hasta lo profundo en el tema abordado, ver y sentir de primera mano y
narrar desde esa inmejorable perspectiva. Aparte de lucir la mejor ropa, porque
considera al oficio como algo noble, que merece un respeto especial. Y contar una y otra vez las historias de los "nadies" que tanto le han interesado. E importado.
Leer a Gay
Talese resulta siempre una grata experiencia, una reiterada lección de cómo se
debe escribir una crónica.
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Las Torres atacadas |
Las endebles Torres Gemelas.
Este libro
fue reeditado en 2014, lo que le permitió a Talese hacer algunos agregados,
resultando quizás la más significativa su mención a que varios boomers que
estuvieron en el emplazamiento del puente también contribuyeron a levantar las
Torres Gemelas abatidas en 2001 por los famosos ataques terroristas con los aviones
que las destruyeron. Los obreros no se
sintieron tan sorprendidos como el resto porque sabían que fueron levantadas de
una manera endeble; “Les asombró la ligereza de las vigas del suelo que se les
pidió ensamblar -escribe-, la falta de columnas interiores de soporte, la
aparente fragilidad de toda la construcción y el ritmo tan alto de trabajo que
se les exigió”. Luego agrega: “El edificio era un noventa por ciento aire,
diseñado para optimizar al máximo el espacio alquilable y la flexibilidad,
libre de columnas”.
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El libro reeditado en inglés |
“No poseen ninguno de los cimientos
de sus puentes. Parte artistas circenses, parte gitanos, gráciles en el aire,
inquietos en el suelo; uno diría que las carreteras que se despliegan a sus
pies son incapaces de señalarles el camino como sí lo hacen las vigas de 20
centímetros que perforan el cielo, a 180 metros por encima del nivel del mar.
“Si no hay un puente que construir,
construirán un rascacielos, o una autopista, o una central eléctrica, o
cualquier otra cosa que les suponga un reto… y horas extras. Irán a donde sea,
conducirán mil kilómetros sin descanso con tal de formar parte de un nuevo boom
de la construcción. No pueden resistirse a las ciudades en pleno boom. Por esto se les llama boomers”.
En Noticias desde el sur
Video
“Una
clase de periodismo con Gay Talese”. Revista Arcadia, Bogotá, Colombia.
Programa subido a YouTube el 10.11.2015. Duración: 6,50 minutos. Subtitulado
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