“El otro lado” (“Die andere Seite”), de Alfred
Kubin
La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2017, 276
páginas
Traducción de Gabriela Adamo. Con ilustraciones
del autor
En Argentina: 320 pesos.
Esta novela, escrita y publicada en 1909, es un
texto muy representativo del expresionismo alemán. Su autor, magnífico artista
plástico, narró una historia de pesadilla que anticipó al mismo Franz Kafka.
Ella habla de un territorio construido por un millonario, Claus Patera, en
algún lugar remoto e impreciso de Asia y destinado a aquellos que quieren huir
del mundo moderno.
Un artista, dibujante como el mismo Kubin y que conoce desde joven a Patera, recibe en su casa de Munich a un desconocido que le propone que con su mujer se traslade al referido
“reino” sobre el cual habla con mucho entusiasmo. Y, como el
protagonista/narrador de la historia duda, termina convenciéndolo entregándole
una suma contundente: cien mil marcos.
Es así que el artista y su cónyuge emprenden el
largo viaje que los lleva por distintos países hasta desembocar en el Reino
Soñado, un territorio amurallado en el que viven unas sesenta mil personas que
provienen de distintas partes del mundo, convencidas también por Patera y
dispuestas a renovar sus vidas, a cumplir sus sueños.
En el Reino nunca aparece el sol y como el
millonario ha resuelto levantar su nación según su leal saber y entender, las
viviendas que allí se levantan no son nuevas, sino que cargan con sus años y
sus historias y han sido trasladadas desde diversos países de Europa a un alto
costo.
La historia, sobre la cual no avanzo para no
entrar en detalles, no resultará como se la han contado al artista sino que,
por el contrario, éste se irá encontrando con situaciones imprevistas, como si
la ausencia de luz natural anticipara simbólicamente lo que va a venir. Como
añadido señalo que a Patera le surgirá un rival poderoso, el millonario
norteamericano Herkules Bell, antagonista que intentará apoderarse del reino de
múltiples maneras.
La novela, escrita en pocas semanas, se
corresponde en forma absoluta con las visiones
infernales del autor como artista plástico, ilustraciones en las que los críticos advierten
influencias de Goya, aunque la obra pictórica de Kublin tiene un nítido
registro propio. A propósito, la cuidada edición argentina incluye unas
cuarenta ilustraciones del escritor, incluyendo un detalle de la ciudad de Perla.
Cabe aclarar que Kubin había preparado estos
trabajos en tinta china con vistas a ilustrar una edición de “El Golem”, de
Gustav Meyrink, pero como la edición se retrasó optó por utilizarlas para su
novela, por eso no siempre tienen que ver con el relato en sí sino con su
atmósfera.
Una vida desdichada. La ficción busca desalentar la visión optimista de la
vida y en ese sentido se podría decir, sin hacer una presunta interpretación
psicoanalítica del texto porque resultaría burda, que la historia acusa
resonancias de lo que fue la complicada existencia de este creador que perdió a su
madre siendo niño y mantuvo una relación pésima con su padre, funcionario de
poca jerarquía en el imperio austro-húngaro y al que conoció cuando tenía dos
años.
El autor vivió una juventud desdichada, tanto
que intentó suicidarse ante la tumba de su madre cuando tenía diecinueve años,
algo que no pudo concretar porque le falló el arma. Al poco tiempo sufrió un
brote psicótico que lo alejó de la carrera militar.
Por fin encontró sosiego al ingresar a una
escuela de arte en Munich y en la que pudo canalizar sus inquietudes plásticas.
Pero su vida no fue tranquila, dado que su mujer padecía una enfermedad crónica
y era adicta a la morfina. Vivió en un castillo aislado, en un pequeño pueblo
alemán, donde fallecería a los ochenta y dos años.
Muchas veces los artistas a través de sus obras anticipan el futuro. Lo logran
con sus creaciones y a golpes de intuiciones que sobrevienen como relámpagos.
Si se admite la premisa, se puede decir que Kubin y Kafka anticiparon
las pesadillas de la primera mitad del siglo XX. Como bien apunta Mariana Enriquez en un comentario sobre la novela, los delirios de “El otro lado”
parecen referirse a la entonces cercana Primera Guerra Mundial y la consecuente
caída del imperio austro húngaro. Y ya sabe que Kafka, a su vez, habló
premonitoriamente de lo que se palpaba en el aire: la inminencia del nazismo (y
de los fascismos de toda laya) y de la atroz Segunda Guerra Mundial.
Aunque sólo se vieron una vez, en 1911, Kubin y
Kafka se admiraron mutuamente. El checo leyó con atención “El otro lado”, tanto
que se afirma que para “El castillo” tomó como base el relato del artista
plástico. Precisamente, “Die andere Seite” apareció en momentos en que Kafka
hacía sus primeras armas como narrador y la obra no le pasó desapercibida.
Kubin, a su vez, admiró al gran autor. Así,
expresó su complacencia cuando pudo leer “El castillo” tres años después de la
muerte de Kafka y en 1932 realizó ilustraciones para una edición del relato
corto “Un médico rural”.
Las composiciones plásticas del autor de "El otro lado" se caracterizan por
la oscuridad, lo espectral, la presencia de lo terrible y de la Muerte. La
novela está atravesada por esos signos ominosos y las ilustraciones que la
acompañan refuerza la idea omnipresente del infierno.
Porque eso termina significando Perla. Kubin
acude a una simbología recargada, perversa, lo Terrible se impone. Como antes
dije, no voy a contar el vasto anecdotario de la novela, aunque sí puede
hablarse de la dantesca imaginación/imaginería del autor, desbordante y
apasionada. Un gran delirio que a pesar del tiempo transcurrido aún atrapa.
“El otro lado” apareció por primera vez en nuestro idioma
con el título de “La otra parte”, publicado por el sello Labor de España en
1974. El título de la nueva edición se ajusta más al original.
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Die andere Seite, primera edición |
“En general, todo
era muy parecido a Europa Central y, al mismo tiempo, muy diferente. Sí: había
una ciudad, pueblos, grandes granjas, un río y un lago, pero el cielo que se
extendía por encima siempre estaba cubierto de nubes. Nunca brillaba el sol; de noche nunca se veían la luna o las estrellas. Eternamente
iguales, las nubes colgaban muy bajo sobre la tierra. Si bien se apelotonaban
cuando había tormenta, el firmamento azul nos estaba vedado. Un profesor sabio
relacionaba esas brumas persistentes con los grandes pantanos y bosques que
rodeaban la ciudad. En todos esos años no vi el sol ni una sola vez. Al
principio me costó mucho; a todos los recién llegados les pasaba lo mismo. A
menudo, el colchón de nubes adoptaba una claridad llamativa; algunas veces,
sobre todo en la última época de mi estadía, desde el horizonte llegaron a caer
unas franjas diagonales de luz sobre la ciudad. Pero nunca, nunca, el sol logró
una victoria absoluta”.
Datos para
una biografía
Alfred Kubin nació
el 10 de abril de 1877 en Leitmeritz, una ciudad del norte de Bohemia.
Siguiendo la tradición familiar, ingresó en la carrera militar, pero una serie
de crisis nerviosas lo obligaron a abandonar tempranamente el Ejército. En 1898
comenzó su educación artística en la Escuela de Bellas Artes de Schmid-Reutte y
más tarde en la Academia de Múnich, donde descubrió a Odilon Redon, Edvard
Munch y Max Lingner. Pese a que desarrolló su obra fundamentalmente como
grabador y dibujante, su celebridad provino de la literatura, en particular a
partir de la publicación de El otro lado, que se convirtió en un
clásico del género fantástico. Es autor también de Historias burlescas
y grotescas, El trabajo del dibujante y El
gabinete de curiosidades. Ilustró, entre otras, las obras de Edgard Allan
Poe, Honoré de Balzac, Franz Kafka, Gustav Meyrink, Gérard de Nerval y Fiodor
Dostoievski. Murió en un pequeño castillo de Zwickledt, el 20 de agosto de
1959.
“El otro
lado” fue llevado al cine en 1973 por el director alemán Johannes Schaaf y con
el título de “Traumstadt” (“La ciudad de la libertad”).
Video: “Alfred Kubin, el miedo como capital”, de
Narciso del Río, subido a Youtube el 23.1.18, duración 1,18 minutos. Una mirada
a diversas obras del artista plástico y escritor.
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