“La
familia Moskat” (“The Family Moskat”), de Isaac Bashevis Singer.
RBA, Barcelona, 2016 (distribuida en Argentina
en 2017), 791 páginas.
Traducción de Juan José Guillén.
En España: 14 euros. En Argentina: 375 pesos.
El polaco-norteamericano Isaac Bashevis Singer
fue un gran narrador de historias realistas, con protagonistas judíos en casi
todos los casos, muchas de las cuales le permitieron reconstruir el pasado que
viviera en Varsovia antes de exiliarse a mediados de la década del ’30 del
siglo pasado. Sus historias posibilitaron recuperar un mundo de costumbres
perdidas, primero por los cambios que trajo aparejado el siglo XX,
especialmente luego de la Primera Guerra Mundial, y más tarde porque el nazismo
arrasó con todo, ensañándose con los judíos sin dejar nada en pie.
A esta novela, reeditada en España y meses atrás distribuida en
la Argentina, el autor fue publicándola por entregas, entre noviembre de 1945 y
mayo de 1948, en lengua yidis o ídish. Se la tradujo al inglés en 1950 y se
editaría (y reeditaría) en múltiples idiomas, porque es uno de sus trabajos más
notables.
Singer no tomaba en cuenta a las vanguardias
literarias, pero fue un sabio para narrar sobre ambientes, personajes,
historias individuales y colectivas, para describir tanto la nerviosa vida
citadina como la más tranquila del campo, para hablar de la paz y de la guerra
y en todos los casos para calar hondo en sus siempre complejos y hasta
contradictorios personajes.
Todo arranca en 1912, el año en que se hundió
el Titanic (como se indica en titulares de los diarios), cuando el patriarca de
la familia Moskat, Reb Melusham, regresa a Varsovia con su tercera mujer, la
viuda Rosa Frumetl, a la que conoció en Galitzia, en el norte de Austria, quien
llega con su hija Adele a un lugar desconocido y complejo al que tardará en
acostumbrarse.
Melusham es tan rico como arbitrario pero así logra
tener todo bajo su control, haciendo que hijos y nietos, y otros agregados,
“giren” en torno a su persona. Es un momento, apenas, lo advertirá el lector,
porque de a poco esa situación consolidada se irá deteriorando, deterioro que
aumentará a medida que pase el tiempo, la “modernidad” avance sobre las viejas
costumbres y la propia Historia irrumpirá en una ámbito conservador en el que
cada persona ocupa un determinado espacio y cumple con un expreso rol.
Una figura tímida, controversial, ingresará a
ese mundo. Se llama Asa Heshel Bannet, proviene de provincias. Nieto de
rabinos, llega a Varsovia con una carta de recomendación para otro religioso.
Viste mal y entre sus pocas pertenencias se destaca un libro de Spinoza
traducido al hebreo. Este personaje, un estudioso de la religión judía que
devendrá en escéptico y que “atravesará” toda la novela, será testigo de la
decadencia y él mismo contribuirá de una manera sesgada, sin proponérselo, con
sus indefiniciones y sus cambios de conducta, a acelerar la caída.
Múltiples personajes, entre ellos el contable
Kobbel, asistente del patriarca de la familia, contradictorio, a veces brutal,
poblarán las páginas de este enorme relato, marcado por el signo de la religión
y también por el sino del dolor.
Un poeta. Singer
fue sin duda un gran narrador y un verdadero poeta. Sutil, supo ir apuntando
aquí y allá, con reiterados detalles, las luces y las sombras de las historias
que constantemente se cruzan en esta narración vivaz, en el que muestra a sus
connacionales –de manera central a la gente de su raza- con todas sus
contradicciones expuestas a la luz. El escritor no salva ni condena a nadie,
como si nos recordara a cada instante que habla de seres humanos, en los que la
perfección no existe.
Cada tanto, el narrador sorprende con sus
reflexiones religiosas o filosóficas, complejas: “Si el tiempo no era más que
un modo de percepción, entonces la historia consistía solamente en pasar las
páginas de un libro que se había terminado hacía mucho tiempo”. También con un
decir poético particular, inquietante: “A lo lejos se oyó un grito distante,
como de algún demonio que le hubiera jugado a alguien una mala pasada y luego
hubiera desaparecido en la noche”.
Los judíos orientales (también los
occidentales, aunque entiendo que en menor medida) comenzaron a experimentar
tensiones diversas, simultáneas y problemáticas. Por un lado, sectores de la
juventud levantaron la bandera del traslado a Palestina, a la tierra de sus
ancestros dominada entonces por el Imperio Británico. Otros, en cambio, se
hallaban atraídos por la revolución rusa, por lo que abjuraron del judaísmo y
se volvieron fanáticos comunistas. Estaban sin embargo los que buscaban seguir
arraigados en Europa, pero en esos años el fascismo y la intolerancia
crecieron, de manera que se les hizo muy difícil mantenerse en sus lugares de
origen. Tal el caso de varios integrantes de la familia Moskat, a los que les
costaba cada día más permanecer en Varsovia.
Fantástico fresco de una época y de un estilo
de vida que han desaparecido casi sin dejar rastros, esta novela impar se
mantiene sólida a pesar de los años transcurridos, muestra sin duda de la mano
de Singer, maestro del relato.
La edición en inglés |
“Unas cuantas
semanas después de volver Meshulam Moskat a Varsovia, otro viajero llegó a la
estación de la parte norte de la capital. Descendió de un vagón de tercera
clase llevando un cesto alargado con cobertura metálica y doble cerradura. Era
un joven de unos diecinueve años. Se llamaba Asa Heshel Bannet. Por el lado de
su madre era nieto de Reb Dan Katzenellenbogen, el rabino de Tereshpol Minor.
Llevaba consigo una carta de recomendación para el ilustre doctor Shmaryahu
Jacobi, secretario de la Gran Sinagoga de Varsovia. En el bolsillo se le veía
un tomo gastado, La Ética de Spinoza, en traducción hebrea.
El joven era alto y
delgado, de cara alargada y pálida, frente ancha y prematuramente arrugada, ojos
vivos, azules, labios delgados y barbilla afilada cubierta de una incipiente
barba. Llevaba el pelo, rubio descolorido, peinado por detrás de las orejas.
Usaba gabardina y una gorra de terciopelo. Llevaba una bufanda alrededor del
cuello.
-Varsovia –dijo en
voz alta, extrañándose de su propia voz-. Varsovia por fin.”
Datos para una biografía
Isaac
Bashevis Singer
nació en la ciudad polaca de Radzymin, cercana a Varsovia, en 1902 y murió en
Florida, Estados Unidos, en 1991. Hijo y nieto de rabinos fue profesor de
hebreo y luego trabajó en revistas literarias de la época, colaborando con su
hermano Israel Yehoshua, también escritor. Tradujo a varios autores, se casó
con Runia Shapira, con quien tuvo un hijo. De ambos se separó al dejar Polonia
a causa de la persecución nazi. Luego de difíciles peripecias llegó a la nación
norteamericana en 1943. Posteriormente adquirió la ciudadanía estadounidense y
fijó residencia en Nueva York. Colaborador habitual del Jewish Daily Forward, firmaba con su nombre cuando publicaba ficción
y con el seudónimo de Isaac Warshosky (Isaac el varsoviano) cuando eran artículos
periodísticos. Se casó en segundas nupcias con la emigrada alemana Alma
Haimann, quien tenía dos hijos y con la que vivió hasta su muerte. Escritor en
lengua yidis o ídish, hablada entre los judíos askenazíes de Europa oriental, empezó
a publicar en medios que publicaban en ese idioma, en los Estados Unidos, pero
a partir de 1950 sus trabajos comenzaron a ser traducidos en inglés. Varias de
sus novelas, entre ellas “La familia Moskat”, aparecieron primero por entregas
en las publicaciones aludidas. Autor de cerca de veinte novelas, cuentos y
textos infantiles, varias de sus historias han sido llevadas al cine, entre
ellas “Yentl” y “El mago de Lublin”. En 1978 recibió el Premio Nobel de
Literatura.
Video: Semblanza de Isaac Bashevis Singer en “La
otra aventura”, programa de televisión mexicano a cargo del escritor y
periodista Rafael Pérez Gay, programa del 20.10.15, duración 13,18 minutos
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