Carlos Roberto Morán, como muchos autores, casi prescinde de la
primera pregunta, obvia y generalizada del periodista (—¿Cómo nace, cómo surge
“Tríptico de Verónica y otros cuentos”), para recostarse en una larga memoria,
emocional y emocionada, de sus inicios como autor. Ocurre que, por prepotencia
y peso propio, esa deriva nos lleva (lo lleva) indefectiblemente a cómo se
inició en la escritura, tema central del encuentro y acaso de toda entrevista
posible a cualquier escritor y, por qué no, de allí a los inicios de su propia
vida.
—Yo
escribo desde ... desde toda mi vida. Pasé por distintos períodos. Creo que
empecé en el primario. No recibí nunca estímulos. En mi casa no se leía. Era
una casa de muchas mujeres. Se leían revistas y “El Litoral”. No se leían
libros. La biblioteca nació cuando a mí me enseñaron a leer. A mis seis años
tuve escarlatina; me salvó la Penicilina (me salvé de milagro -reafirma-). Me
doy cuenta de eso porque me azotaron con medicamentos. En ese tiempo, mi madre
me enseñó a leer en pequeños libritos. Después leí historietas durante muchos
años, revistas cómicas. Más tarde me empecé a interesar por la política, y leí
con mucha fruición “Tía Vicenta” (...), eso me hizo a la vez escribir obras de
humor. Hasta que alguien de la familia me dijo: “por qué no escribís algo más
serio, otra cosa”.
Vaya
que Morán recibió aquello y le hizo caso. Hoy es un reconocido autor de la
ciudad y la zona, que este año lanzó al mercado, a través de Ediciones UNL, la
compilación de cuentos mencionada al inicio. El pasado 17 de septiembre, ésta
fue presentada en la XXIV Feria del Libro, con la participación de la escritora
Patricia Severín, que lo prologó. Morán, a la fecha, ha publicado: “Territorio
posible” (1980), “Noticias desde el sur” (1986), “Noticias de Sergio Oberti”
(1990), “Ella cuenta sobre el mar” (2006), “Historia del mago y la mujer
desesperada” (2012) y “Tríptico...” (2017). Además, tiene un blog donde refiere
sus muchas y variopintas lecturas Noticias desde el sur
(http://morannoticiasdesdeelsur.blogspot.com.ar).
UNA
TAREA, UN GÉNERO
Morán
tenía tres años cuando experimentó una gran pérdida: la de su padre. “(...)
murió cuando yo era muy chico, descuidaba mucho su salud (...) uno se da cuenta
mucho después (de cómo eso nos afecta), pero para mí fue un descalabro (...)
faltaba plata, faltaba alguien que te acompañara. Mi padre tenía un carácter
muy fuerte, yo no lo conocí, pero a mi hermano lo atravesó como un rayo: de por
vida”. El recuerdo familiar, a su vez, cayó -como no podía ser de otra manera-
en la escritura: “Escribí desde siempre, y rápidamente me entusiasmé por el
cuento como género. Quizás era lo que yo podía hacer. Alguna vez hice un remedo
de novela, cuando era chico. Pero nada me salía. Y mucho menos la poesía,
lamentablemente. Tampoco intenté el ensayo. En el cuento me sentía compensado.
No tengo grandes teorías, pero creo que escribo porque me complace contar
historias. La escritura, la poesía y la música me pueden. No tengo un plan de
obra. Las atmósferas pueden ser santafesinas, pero la intención de contar
“costumbristamente” Santa Fe no la tengo. Cuento historias fantásticas,
historias que se introducen en lo policial e historias realistas que por lo
general son historias amorosas. Yo acumulo cuentos. Por ahí tienen conexión temática,
por ahí no. Intento no repetirme, no es fácil; uno imita, son dependencias muy
duras de las que cuesta mucho salir. ¿Cómo llegué a este libro? Acumulando
cuentos. Escribí un cuento sobre una supuesta prima Verónica (...) eso me dio a
pensar que a partir de ahí podía surgir algo más, por ejemplo, el pasado de los
protagonistas (...) por ejemplo, el caso de un primo de Verónica; eso me llevó
-a su vez- a pensar historias que están dentro de mi recuerdo familiar,
absolutamente deformadas, porque yo no cuento historias reales, no hago crónica
(...). (El libro incluye) tres cuentos desde diferentes perspectivas, siempre
girando en torno a Verónica (...); luego fui añadiendo otros cuentos que hice
en los últimos años, de manera inorgánica. Los cuentos van y vienen”,
reflexiona.
LA
EDAD Y LAS LETRAS
—¿Cómo
es el procedimiento o el método de tu escritura?
—El
detonante a veces es una frase que leo o escucho (...), que me da idea de algo
que me lleva a desarrollarla. En otros casos es algo que me imagino, por ejemplo
“La vecina que llegó a la tarde”. Me gusta la ambigüedad, lo indiciario. Me
gusta trabajar los diálogos, la forma de narrar el lenguaje. Cada relato se
impone, te suena mejor contarlo de una determinada manera.
—¿Cuáles
son los autores que asumís como influencias en tu obra?
—Creo
que quedan voces (en mis textos). El rector se llama Borges: es tan enorme que
de vez en cuando te sacude el recuerdo, es intimidante (...) Enrique Butti
menciona a Graham Greene, a Bioy, a Onetti... Este libro tiene muchas marcas.
Leo en forma permanente mucha y distinta narrativa. Leo muy poquito best
seller. Trato de leer alta literatura. Ahora estoy releyendo a Faulkner y a
Chéjov. Me gusta mucho la literatura norteamericana, la forma de sus relatos.
En
cierto momento de la conversación se cuela la cuestión de la edad, si es que
ello es una cuestión. “Así como un viejo no es tenido en cuenta para un
trabajo, los autores de edad no son tenidos en cuenta. Yo, después de mucho
tiempo, volví a publicar en 2012 gracias a la insistencia de Patricia Severín
(se refiere a “Historia del mago y la mujer desesperada”, de 2012). Y ahora
llega este libro: me han hecho una edición muy cuidada. Quiero agradecer a
Ivana Tosti, Enrique Butti, Patricia Severín, José Gabriel Ceballos y Ángel Balzarino.
Para
el futuro, dice Morán, “queda inédita una novela que se llama ‘Una mujer
singular’ (...), yo nunca figuro en un primer plano de la actividad cultural
santafesina. Esta vez sí sabía qué quería hacer hasta el final. Escribir una
novela sin plan es desaconsejable. No es una gran novela, pero creo que
funciona. No tengo más planes. Sigo escribiendo cuentos, en el campo de la
ficción. Quizás si hay tiempo, hay edad y hay persistencia, tendré otro libro.
Tengo también cuentos inéditos, pero no confirman nada. Son islas flotantes en
una especie de mar bastante amplio. Así como el cineasta no revisa sus
películas, el pintor no quiere ver lo que hizo tiempo atrás, el escritor
tampoco quiere verlo. Por ahí su ego es muy grande y lo acepto. Pero todo eso
tiene un sentido crítico; ve los errores, están ahí, ve los hilos. Escribo en
computadora. Antes escribía mucho, me sorprende. Tomo mate y escribo con mucha
lentitud. Me tengo que detener. Los textos y los cuentos van creciendo de a
poco; tropiezo mucho con la piedra de repetir, pienso ‘esto lo dije antes’.
Cuando uno
cuenta historias nuevas corre el riesgo de tomar el mismo camino que
ya tomó”.
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2017/10/07/opinion/OPIN-03.html
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