El escritor argentino
Manuel Puig tuvo una amiga entrañable, Carmen Acuña, a quien conoció en un cine
de General Villegas –la ciudad natal de ambos- cuando el gran autor tenía ocho
años y la entonces niña tres más.
A pesar de todas las
diferencias que existían desde los inicios de esa amistad y que se
incrementaron a medida que Puig se volvía famoso y se radicaba en el exterior,
la relación se mantuvo incólume a través de los años y las distancias, como
dictaría la letra de un bolero.
Carmen, conocida como
Carmencita, volcó en cuadernos las cartas que recibía de Manuel, quedando
fijado así el desarrollo de una amistad que no tuvo desfallecimiento, a pesar
de la notoriedad de Puig que contrastaba fuertemente con el hecho de que la
mujer, casada y con una hija, vivió casi toda su existencia en el campo,
llevando una vida anónima y considerablemente rutinaria.
Pero Puig, con
intermitencias, con mensajes más cortos o más extensos, mantuvo viva esa
amistad, confiándole sus secretos, sus deseos y sus pesares, mientras como
contrapartida se volvía cada vez más exitoso y conocido en el orbe entero.
El marplatense Carlos Balmaceda, novelista, dramaturgo
y guionista de cine, frecuentó a Carmencita en los últimos años de su vida,
encontrándose con una persona muy sensible, que escribió sus cuadernos con
mucha solvencia y tono poético, por lo que supo contar con vivo interés su
relación de amistad con Puig.
Esta relación resultó
ser más epistolar que personal, dado que el autor se fue de la Argentina en
1975, amenazado por la fatídica Triple A, para nunca más volver (murió en
México en 1990, a poco de practicársele lo que se creía iba a ser una rutinaria
operación de vesícula). Ella a su vez falleció en 2013, a los 87 años.
![]() |
El autor marplatense |
La novela. De aquellas conversaciones y, de
manera especial, de los cuadernos, Balmaceda extrajo material para escribir
“Contigo a la distancia. Manuel Puig en los diarios de Carmencita”, un libro
presentado como novela, aunque está resuelto en “escenas” con impronta teatral.
Quien haya leído sobre
la vida del autor de “La traición de Rita Hayworth” sabe que el cine,
especialmente el de Hollywood, fue su gran obsesión y que su condición de
homosexual le trajo aparejado un sinnúmero de dificultades y pesadumbres, que
comenzaron cuando Manuel era un niño en el entonces pueblo de General Villegas,
en el que sufrió discriminaciones y críticas recurrentes por no ser “un chico
como los demás”.
Carmencita le ofreció su amistad sin cortapisas desde el primer momento,
también su comprensión, algo que no ocurrió con el padre del autor, quien
siempre le recriminó su manera de ser y actuar.
Puig vivió poco tiempo
en su ciudad natal mudándose primero a Buenos Aires, luego a Italia y más tarde
a Nueva York, donde después de fracasar como guionista de cine comprendió que
debía convertirse en novelista.
Cuando se publicó “La
traición” su fama comenzó de inmediato, fama que fue creciendo sin solución de
continuidad y que se multiplicó cuando Héctor Babenco llevó a la pantalla “El
beso de la mujer araña”, una película con la que el actor William Hurt
consiguió el Oscar y que cobró repercusión internacional.
Puig, que regresó a su
país natal a fines de los ’60, nunca se sintió en paz y comprendido en la
Argentina.
Repudiado por muchos
vecinos de General Villegas por contar historias reales en sus dos primeras
novelas, no hizo buenas migas con colegas y críticos de Buenos Aires, en tanto
su obra era muy valorada en varios países europeos. Luego, como se dijo, el
escritor debió huir al ser amenazado gravemente por los grupos fascistas de la
época y nunca más regresó al país.
En todo ese tiempo, a
Carmencita le alegraban sus éxitos y trataba de consolarlo por sus desdichas,
incluyendo las sentimentales, que fueron reiteradas, mientras se preguntaba
cómo Manuel la seguía tomando en cuenta a pesar de éxito y fama.
Estos hechos, pero por
sobre todo, lo que termina siendo la comprobación de una amistad sin fisuras
mantenida a lo largo de las décadas, entre dos personas sensibles pero de vidas
notablemente diferentes (con antagónicos puntos de vista sobre la vida y la
muerte), es lo que va contando Balmaceda en “Contigo a la distancia”, un texto
atravesado de comienzo a fin por las emociones y una alta sensibilidad y en la
que se da un constante contrapunto entre una mujer que aunque sobresalía del resto
no dejaba de ser una persona “común” y una personalidad conflictuada, lejana,
tanto que muchas veces parece tornarse un fantasma y no una criatura de carne y
hueso.
Un texto diferente, que
permite el reencuentro con ese escritor excepcional que fue Puig.
(“Contigo en la distancia”, de Carlos Balmaceda. Planeta, Buenos Aires,
2017, 187 páginas. En Argentina: 249 pesos).
Comentarios
Publicar un comentario