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Gay Talese y Gabriel García Márquez |
Extracto
del texto leído y comentado por el autor en el marco del Café Literario Sade, filial
Santa Fe realizado el pasado 19 de abril, en el que expuso junto a Estanislao
Giménez Corte.
Jorge Conti
dio una, para mí, sabia definición que establecía también una sabia distinción
entre periodismo y literatura: “El periodismo –dijo- es hacia afuera, la
literatura es hacia adentro”. Creo que esa barrera es insalvable, pero al mismo
tiempo quiero decir que no desdeño el periodismo. Por el contrario, me siento
muy cómodo, y satisfecho, tomando contacto con esos grandes reportajes que han
dado en llamarse textos de no ficción que, como lector, y hasta como escritor, han
despertado en mí verdadero entusiasmo.
Hablo, entre
tantos otros, de “Relato de un náufrago”, de Gabriel García Márquez, de “¿Quién
mató a Rosendo?”, de Rodolfo Walsh, de “A sangre fría”, de Truman Capote, de
“Honrarás a tu padre”, de Gay Talese, de “Oswald, un misterio americano”, de
Norman Mailer. Los cito a sabiendas de que dejo de lado a muchos de tanta o
mayor validez que los nombrados.
La crónica
periodística tiene un limitante: no se puede contar lo que no ocurre. Por
ejemplo: no se pueden poner “pensamientos” no explicitados por un entrevistado.
No se puede decir de más. En cambio, le está reservado al escritor de ficciones
la invención, la creación de mundos alternativos, el poner en boca de
personajes tomados de la realidad o de la imaginación aquello que pudo haber
ocurrido o que nunca ocurrió, salvo en el mundo de la palabra. La literatura,
podría decirse, es en sentido libre, imparable, desbordante. El escritor se
vuelve hacedor de su propio mundo.
Tres casos. Reitero que
el mundo de la no ficción no me resulta indiferente y para reforzar esa convicción
me detengo en tres ejemplos que hablan mucho de la renovación que en el campo
de la crónica ha traído el llamado nuevo periodismo. Hago referencia primero a
un hecho primordial: el gran rescate que realizó Jacques Gilard quien en una
voluminosa “Obra periodística”, compiló en de la década de 1980 la primera
parte de la extensa obra periodística de Gabriel García Márquez. Textos de gran
frescura, escritos con intrepidez y hasta cierta desfachatez, propias de un
joven que hacía sus primeras armas en el periodismo. Hablé de gran rescate, y
fue en efecto así, porque de no ser por
Gilard, que buscó y encontró en viejos periódicos las notas escritas por el
entonces desconocido autor, no nos hubiésemos enterado de que la habilidad,
intrepidez y desfachatez de Gabo tuvo su fruto, al toparse el colombiano con la historia de Luis Alejandro
Velasco que estuvo perdido diez días en el mar. Fue así como nació, en 1955, la serie de notas
que luego se llamaría “Relato un náufrago”, transformada en libro en 1970 y al
que debemos considerar como un valioso antecedente del nuevo periodismo.
Paso ahora al
norteamericano Gay Talese. Descendiente de italianos, de joven le interesó
tanto la literatura como el periodismo. Pero luego de trabajar en The New York
Times, deja de lado ese medio con el afán de narrar las crónicas de otra
manera, intentando acercar al periodismo a esas formas narrativas reactivas que
exhibían jóvenes plumas de entonces, como la de su admirada Carson McCullers.
La revista Esquire lo contrata y lo primero que se le pide es un imposible: presentar
un perfil de Frank Sinatra. El cantor tenía cincuenta años, era un ídolo
intocable más que nunca (se negaba a dar notas) dado que andaba, se decía, con
una Mia Farrow de 20 años. Entonces Talese aborda a Sinatra de otra manera,
sesgada, diríamos, hablando no con él sino con todos los que de una u otra
forma estaban cerca de su persona, y de esa forma, como quien arma un difícil
rompecabezas, logra “diseñar”, es decir escribir el perfil de ese hombre tan
famoso, en un texto que hoy sigue siendo icónico.. Con el añadido de que Talese
descubre que por esos días el cantante estaba resfriado y por lo tanto no podía
cumplir con sus compromisos artísticos. “Sinatra resfriado es Picasso sin
pintura, Ferrari sin gasolina, pero peor”, escribe. Frank era un rey y encabezaba
un reino de personas que trabajaban con él y para él que en esos momentos sentían
que se les movía el piso. Todo eso lo cuenta Talese con precisión y agudeza: la
pintura de ambiente, la personalidad ambivalente de Sinatra, quedan expuestas
con sus luces y sus sombras. “Frank Sinatra está resfriado” sigue siendo la
obra maestra de Talese, el verdadero nacimiento del nuevo periodismo en Estados
Unidos.
Tercer ejemplo.
Que puede traer inconvenientes porque se trata de una persona controversial por
sus posiciones políticas. Me refiero a Rodolfo Walsh, quien al margen de sus
actividades fue también un minucioso investigador periodístico (aparte de gran
cuentista). Además de sus investigaciones de “El caso Satanowsky” y “Operación
masacre”, logró deducir qué había ocurrido en la confitería “La Real”, de
Avellaneda, en la que en mayo de 1966 fue asesinado el dirigente metalúrgico
Rosendo García. Respecto de esto, había, al comienzo de su investigación, unos
detenidos acusados por el crimen. La indagación sistemática, que semana a
semana Walsh publica en el periódico de la entonces CGT de los Argentinos, va
modificando lo que podríamos llamar la historia oficial. Semana a semana Walsh
a través del periódico convoca a las personas que asistieron a ese episodio,
llega a avizorar que el escenario del crimen había sido modificado y concluye
que habría sido el dirigente Vandor el único que podía haber matado a Rosendo.
Una historia sin igual, que hablaba por supuesto de las terribles tensiones de
la época. Por eso se dice que Walsh fue el verdadero creador del texto de no
ficción, no ya en Argentina sino en el mundo.
Aventuras del lenguaje. Los textos periodísticos que cité, son de verdad fascinantes, ¿pero son también
otra rama de la literatura, como entre tantos proclama la española Rosa
Montero? La crónica tendrá siempre la limitante del hecho que se quiere contar.
Si se le hace una nota a una determinada persona, salvo que ella misma lo relate,
no se le pueden agregar pensamientos, intenciones ocultas. El cronista puede
especular, claro, pero hasta cierto punto, porque si estira mucho ese hilo la
crónica se desvanecería para volverse texto de ficción. En ambos casos se trata
de una aventura del lenguaje, pero no pueden seguir en paralelo un camino
infinito.
La ficción,
la poesía, se adentran en los mundos propios que fije el autor, que son en sí
mismos ilimitados, hasta se podría decir inconmensurables. Está también la
participación del lector co-creando, completando los silencios del autor, escuchando su música. “Me ilumino de
infinito”, dice Ungaretti. O Borges: “No nos une el amor sino el espanto”, “Beatriz,
Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para
siempre, soy yo, soy Borges”. O Dante, ante el
Inferno: “Dejad atrás toda esperanza, vosotros que entráis”. O el final
inefable, infinito, de “Los muertos”, de Joyce, que empieza con la dolorosa
confesión de Gabriel mirando dormir a Gretta, su mujer. “La miró, -expresa
Joyce- mientras dormía como si ella y él nunca hubieran sido marido y mujer”.
Literatura es fábula, es la vida que
construimos al lado de la vida, es lo inefable, muchas veces lo que casi no se puede
decir, aquello que no está pero que debería encontrarse. Los momentos epifánicos del propio Joyce, la pesadilla
kafkiana de “El proceso”, el Mal o la Totalidad que encarna “Moby Dick”, el Dictador
por excelencia pintado por Roa Bastos en “Yo, el Supremo”, Emilio Gauna
anticipando y viviendo su muerte en “El sueño de los héroes”, según Bioy
Casares, Sabato y sus ciegos, los locos de los canudos inventándose la guerra
del fin del mundo que nos contó Vargas Llosa, las galerías que conectaban los
mundos de Cortázar, Borges descubriéndonos el Aleph, Orwell mostrándonos al
Gran Hermano en 1948 o Kundera sosteniéndonos que la vida está en otra parte…
El periodismo nos habla, con mayor o menor
intensidad, con mayor o menor inteligencia, de la coyuntura. La literatura nos
invitó, nos invita, nos invitará, a crearnos alternativas a la vida, a soñar
nuestros sueños más complejos, más interminables. Más inevitables.
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