Tusquets,
Barcelona-Buenos Aires, 2017, 442 páginas.
Traducción de
Vicente Campos González.
En España:
19,90 euros. En Argentina: 389 pesos.
La saga del
detective Charlie Parker despierta una gran adhesión en lectores de buena parte
del mundo y eso se debe a la habilidad de su creador, el irlandés John
Connolly, quien ha logrado contar historias policiales que al mismo tiempo
están vinculadas con un Más Allá donde combaten ángeles y demonios que se
contactan con el mundo a través de los muertos.
“La canción
de las sombras” es el opus 14º de la serie y muestra a Parker, quien vive
siempre episodios extremos, rehabilitándose de una serie de heridas que casi le
causan la muerte (sufrió varios paros cardíacos) luego de recibir un ataque
despiadado de sus enemigos y que Connolly contó en el episodio inmediatamente
anterior, ”El invierno del lobo”.
Así como esta
última historia se desarrollaba en un pueblo pequeño del estado norteamericano
de Maine, habitado por fanáticos, llamado Prosperous, en la nueva novela el
detective busca reponerse en otra población de escasos habitantes, Boreas,
también ubicado en el mismo estado norteño donde transcurren las ficciones
protagonizadas por Parker. Tratándose del investigador privado, el lector sabe
que sus deseos de refugiarse en un lugar tranquilo, sin padecer sobresaltos, quedarán
rápidamente de lado.
Y así ocurre,
porque a poco llegar a la casa elegida para descansar, aparece un muerto en el
agua, cuyo cuerpo al parecer habían arrastrado las mareas. La policía encargada
de investigar esa muerte determina que se trata de Bruno Perlman, un hombre de
45 años que, dato más que curioso, residía en Florida, es decir a miles de
kilómetros al sur de Maine. Su presencia en el lugar resulta entonces bastante
extraña por lo que la policía no logra determinar si se trata de un suicidio o
de un asesinato.
También
resulta extraña la única vecina de Parker (que alquila una casa en las afueras
del pueblo), llamada Ruth Winter y que vive con su pequeña hija. El detective advierte
que es una mujer misteriosa, que guarda secretos y que, además, por ellos
sufre. Cuando intenta abordarla para ayudarla Ruth lo ahuyenta, para su mal.
Pequeña población en Maine |
Sin que al
principio el detective lo supiera, el referido organismo investiga (a partir de
una confesión de Engel para que no se lo extradite a Alemania), a algunos
viejos habitantes de Boreas que tienen nombres distintos a los de las personas que actuaron en el citado campo y
aunque Marie Dermes (encargada de la investigación) es incisiva, no termina de
“hacer pisar el palito” a uno de los investigados, Marcus Baulman, quien niega
ser Reynard Kraus, un joven SS que asesinaba niños en el campo de Lubsko.
Dermes está convencida de que es él, pero lo curioso resulta que Isha Winter,
la única sobreviviente judía del campo, tampoco lo reconoce. Isha, nos venimos
a enterar como lectores, es la madre de Amanda Winter, quien por razones que
guarda para sí, decidió tomar distancia de su madre y trasladarse a Boreas con
su pequeña hija.
Aunque no
corresponda ir contando cada uno de los episodios de la novela, si puede
decirse que Parker, debiendo superar los dolores que le causan sus heridas, y
también la angustia de no poder deslindarse de su constante conexión con los
muertos, se va involucrando en los distintos hechos que ocurren en el
pueblo, donde habrá nuevas muertes (entre ellas la de toda una familia,
asesinatos quizás producido por uno de sus integrantes, que ha desaparecido),
inesperados enfrentamientos y revelaciones sorprendentes.
Como viene
ocurriendo en toda la saga de Parker, el doble sufrimiento, del cuerpo y del
alma, estarán de nuevo presentes en esta novela que agrega a la galería de
horrores leídos en episodios anteriores las reflexiones de Connolly sobre el
Holocausto, los campos de concentración, la sevicia de los nazis y la tardía
reacción de los Aliados para castigar en tiempo y forma a quienes cometieron
tales atrocidades.
El Coleccionista, según Manuel Cadena Camacho |
Proveniente
de un ámbito católico como es el irlandés, Connolly admite que ha tomado
elementos de dicha religión, tales como las ideas de la redención, la
reparación, el pago de los pecados y la culpa. “La culpa de Parker es la culpa
de los sobrevivientes”. En la primera de las novelas, “Todo lo que muere”, el
detective, un ex policía, se lanza en la búsqueda del asesino de su mujer y de
su primera hija, Jennifer, que terminan siendo fantasmas que lo protegen. En esta novela la hija muerta tendrá una
especial incidencia. También reaparecen Louis y Angel, una extraña pareja de
matones que a su modo rústico, y sin matices, cuidan a Parker.
Samantha,
Sam, la hija viva, debido a ciertas percepciones, abre otras perspectivas para
la continuación la saga. También ocurre lo propio con una extraña propuesta que
le hace el detective al detective Ross y que da lugar a que éste realice una
significativa llamada telefónica a uno de los personajes periféricos de ésta y
de otras historias anteriores. En tanto, el autor ha iluminado, en parte, lo
que está queriendo decir en la actualidad en relación a la serie: ”Los libros de Parker están llegando a una conclusión y a
una resolución. Parker está ahora en el Huerto de Getsemaní…. La próxima
entrega se titula El momento del tormento… Parker, en estos dos últimos
libros, es muy distinto, recordemos que ha muerto y ha vuelto… Y ha vuelto
capaz de pisar un cadáver en la arena…”.
Menos
conectada con el Más Allá que en novelas anteriores, “La canción de las
sombras” tiene más que ver con la historia contemporánea y sobre todo con un Parker sombrío, como nunca dispuesto a cobrarse venganza. Habrá que
ver que es lo que sigue.
El campo de
concentración de Lubsko nunca existió, es una invención de Connolly. Aparte,
destaco el acertado diseño de tapa de la edición española de “La canción de las
sombras”.
Edición inglesa de la novela |
“Era una piedra negra, con un desperfecto en un lado.
Sólo había sostenido una piedra así cuando se sentó en el banco junto al lago
en ese mundo intermedio, intentando elegir entre asumir la disolución física
definitiva o volver al dolor de la existencia y, cuando finalmente había
arrojado la piedra, ese mundo frágil se había hecho añicos (…) Cuando recuperó
la conciencia en el hospital de Portland, aferraba la piedra en un puño”.
En el blog:
Entrevistas
recientes a Connolly, a propósito de la presente novela:
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