“Zona
caliente” (“Hell, Hath no Fury” o “The Hot Spot”), de Charles Williams.
La Bestia Equiilátera, Buenos Aires, 2016, 272
páginas.
Traducción de Carlos Gardini.
En Argentina: 260 pesos.
Luego de mucho tiempo en que sus obras cesaron
de circular en nuestro idioma, regresa el excepcional autor norteamericano de policiales
Charles Williams con una de sus mejores novelas, ahora traducida como “Zona
caliente” y que es quizás la más paradigmática de entre sus textos, plena de
hallazgos narrativos y expresivos, muestra acabada de su consumada habilidad para
contarnos historias de gran suspenso, con reiteradas e inesperadas vueltas de
tuerca que sorprenden al lector, de manera legítima y convincente.
Harry Madox llega a Lander, un pueblo perdido
de Texas, donde al poco tiempo consigue un empleo como vendedor de autos
usados. Es pleno verano, el calor es intenso, Harry es consciente que va para
ningún lado y que a los treinta años no tiene la menor perspectiva de futuro: “Así
se ven las cosas a los treinta, pensé. ¿Alguien quiere quedarse para los
cuarenta?”.
Se ha encontrado sin embargo con dos cosas
tentadoras: Dolores Harshaw, esposa del dueño del lugar en el que trabaja, y,
más aún, un banco solitario, atendido por un viejo y otros empleados
soñolientos, en el que vio billetes de dólar que bien podrían ser suyos.
Habilidad y fuerzas no le faltan. Errores de perspectiva, también.
Por otra parte, ha conocido a Gloria Harper, una
jovencita del lugar que trabaja para un segundo emprendimiento del mismo
patrón: una especie de financiera, que presta dinero. La historia arranca
cuando, enviados por su jefe, Harry y Gloria van a buscar a un tipo violento,
Sutton, que debe cuotas de un auto y al que la muchacha, por alguna razón,
teme.
No es descubrir ningún secreto decir que
Madox, luego de provocar un incendio, concreta el robo, porque ambos casos no
hacen al meollo del relato, sino que resultan el disparador de lo que vendrá
después. Y lo que viene después será una sucesión de hechos en los que Harry se
verá complicado y de los que saldrá con extremas dificultades para meterse en
nuevos problemas, aún peores, que hasta llegarán a derivar en crímenes.
Y, encima, el calor. Tórrido, húmedo,
constante: "Desperté al mediodía con mal sabor en la boca y el cuerpo empapado de sudor. Afuera el sol era un resplandor de bronce y no soplaba una brisa". Como constantes son los insectos y los malos pensamientos. En el
caso de Harry, no sólo por su robo al banco y las complicaciones que comienzan
a acosarlo, sino también por Dolores, una mujer explosiva, sensual y peligrosa,
recargada de ardides, alguien que sabe jugar con cartas marcadas o dados
recargados. O de las dos maneras, midiendo sus
tiempos, sin vacilación, con inteligencia.
Prohibido
contar.
Maestro para los climas, para las situaciones de opresión, para esas “encerronas”
de las que hablé, la suma de habilidades que caracterizaron a sus mejores
trabajos parecen encontrarse condensadas en “Zona caliente” que, para
beneficio del lector en nuestro idioma, su traducción ha sido encargada a Carlos
Gardini, quien sabe cómo mantenerla fluida. Y confiable.
Harry vive distintas peripecias y, podría
decirse así, a cada rato el lector lo encuentra casi con la soga al cuello,
entrampado, a punto de quedarse sin salida. La habilidad narrativa del autor lo lleva a
plantear nuevos giros en el relato, aunque las apuestas por su triunfo
definitivo se irán diluyendo, como suele ocurrir con las apuestas arriesgadas.
Williams fue no sólo un hábil escritor de
policiales, sino que supo bucear en la conciencia humana, en sus luces y en sus
sombras. Harry es un ejemplo de ello: tiene actitudes mezquinas y al mismo
tiempo realiza, sin que los otros lo sepan o sospechen, acciones nobles o que
él entiende como tales. Y así, mientras intenta salvar a Gloria de diversas
acechanzas, no puede dejar de sucumbir a la sexualidad explícita y hasta brutal
de Dolores, a sus complicados planes que lo enredan y, llegado el caso,
paralizan. En tanto eso le ocurre, la policía está tras sus pasos porque,
forastero como es, no cree que sea ajeno al asalto al banco.
Y, aparte, Williams fue un excepcional
narrador. Como ejemplo, basta referir a las peripecias por las que pasa Harry en medio de una brutal
tormenta, mientras por determinadas razones se ve obligado a cambiar dos baterías
de otros tantos autos, “adivinando” lo que debe hacer porque la oscuridad es
absoluta, son propias de la alta literatura y de manera reiterada dejan casi sin aire al lector.
Como suele decirse, “Zona caliente” es permanentemente
una de cal y otra de arena, en medio del
infierno del calor y de las pasiones desatadas. El calor aquí, constante, repetitivo
como si fuera un elemento de tortura, resulta símbolo de los condicionantes
existenciales.
De esta novela es muy poco lo que se puede
contar, salvo decir que agobia y que al mismo tiempo no puede dejar de leerse,
del principio al fin, cuando Williams se reserva la última vuelta de tuerca
para entregarnos un cierre de la historia digno de todo encomio, mientras el
calor persiste y se apagan todas las luces.
Una media decena de trabajos de Charles
Williams fue traducida en la década de 1970 tanto en Argentina como en España,
pero luego de eso se registró un verdadero “silencio” respecto de su obra que
comprende una veintena de novelas. Es de desear que nuevas ediciones y
reediciones vuelvan a poner en circulación a este excepcional escritor.
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tapa de la edición en inglés |
“Me quedé un minuto echado sobre el
volante, escuchando el ruido tristón de la lluvia y sintiendo el vertiginoso vacío
del miedo en mi interior. Eso era lo que me había preocupado en el claro y
mientras me devanaba los sesos tratando de subir la cuesta en la oscuridad. No
había modo de arrancar el auto, y estaba a treinta kilómetros del pueblo. El
alba me sorprendería mucho antes de que lograra llegar a pie. Y si dejaba el
coche aquí, sería como dejarle mi tarjeta al sheriff. (…) ¿Cuánto tardaría en
llegar a pie? Pero conocía la respuesta. Tardaría al menos cinco horas. Serían
las ocho antes de que llegara al pueblo. Me verìan màs de veinte personas, y se
acordarían de mí. Sabía qué facha tendría, calado hasta los huesos, cubierto de
barro, y con la ropa rasgada por las caídas”.
Datos para
una biografía
Charles Williams nació en
San Angelo, Texas, el 13 de agosto de 1909. Pasó parte de su infancia en Nuevo
México. En 1929, se enlistó en la Marina Mercante donde se desempeñó como
operador de radio. Abandonó la fuerza para casarse con Lasca Foster.
Recién a los cuarenta años publicó su primera novela, Hill Girl,
que vendió nada menos que dos millones y medio de ejemplares solo en los
Estados Unidos. Su experiencia en la Marina le sirvió para hacer del mar un
escenario principal en muchos de sus libros, entre ellos: El arrecife
del escorpión, Por mortaja una vela, Mar calmo, And
the Deep Blue Sea. Este año, mientras en Argentina se publica “Zona
caliente” en España se ha reeditado “El arrecife del escorpión”. Williams trabajó
como guionista junto a René Clément y tuvo la bendición de que François
Truffaut, Claude Sautet y Orson Welles llevaran tres de sus novelas al cine. Esas
películas fueron, respectivamente, “Confidencialmente tuya” o “Vivamente el
domingo” (Truffaut), “Armas para el caribe” (Sautet), y “The Deep” (Welles,
película inconclusa). En el año 1962, escribió la versión fílmica de Zona
caliente y trató de convencer sin éxito a Robert Mitchum para que
hiciera de Harry Madox. Casi veinte años después, fue Don Johnson quien
finalmente protagonizó la película con la dirección de Dennis Hopper. La muerte
de su esposa lo sumió en una gran depresión. Su agente, Don Congdon, relató que
una mañana recibió en su oficina una carta sin remitente. No tuvo dificultad en
reconocer la letra. “Cuando leas estas líneas, ya estaré muerto”. Charles
Williams se había suicidado en su pequeño departamento de Van Nuys, Los
Ángeles, la madrugada del 7 de abril de 1975.
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