Mágico, sombrío, impenetrable (Lovely, Dark, Deep),
de Joyce Carol Oates.
Alfaguara, Barcelona-Buenos Aires, 2015, 438 páginas.
Traducción de José Luis López Muñoz.
Resulta prácticamente imposible seguirle el ritmo a la
impecable e implacable escritora norteamericana Joyce Carol Oates, quien ya
lleva publicados más de un centenar de títulos y, a pesar de su edad (nació en
1938), sigue como si nada con su envidiable carrera creativa. Tanto, que a este
libro de relatos conocido originalmente en inglés en 2014 le han sucedido
cinco títulos más (el último: El hombre sin sombras).
Cantidad no significa calidad, pero difícil que el
lector tropiece con un “mal” libro de la autora de Blonde. Y que se encuentre
ante un texto que repite o copie algo abordado por ella anteriormente. En Mágico, sombrío, impenetrable (referencia a la poesía; el traductor optó por
esas palabras a las inglesas lovely, dark, deep –encantador, oscuro, profundo-) al lector le aguardan trece relatos aparecidos antes en diversas publicaciones,
que tienen como eje las relaciones interpersonales y que constituyen, cada uno
a su modo, verdaderos logros en el campo tan exigente del short story, género en el que también Oates descolla.
Cada uno de los cuentos del presente libro podría haber
sido perfectamente una novela, pero en estos casos la gran narradora optó por
el cuento, sin por eso dejar de lado la observación minuciosa y apelando en
forma reiterada a la ironía y al juego humorístico, aplicando con hechos,
situaciones y personajes su mirada inquisitiva o arribando a sus juicios tantas
veces inexorables.
Como señalé, las relaciones interpersonales son protagonistas de estas historias. Ya puede tratarse la que sostienen una
abuela enferma con su nieto joven, impulsivo y que busca eludir la idea de la
muerte (“Sexo con una camella”) o la que se establece entre un hombre y una
mujer cuando ambos se ven sometidos a una inesperada situación violenta (“Mastín”).
“Distancia” habla de la separación de dos amantes y de cómo el alejamiento de
uno de ellos lo lleva a la reflexión y a la revalorización del otro, ausente.
“Un libro de mártires” pone a prueba el valor del amor, de los afectos, cuando
se produce y debe tomarse una determinada decisión ante un hecho capital.
“Se ha muerto Stephanos”, lleva a Oates a incursionar en
un mundo que conoce muy bien, el académico, con las tensiones y conflictos que
se viven en el mundo universitario, analizando de paso las profundas
diferencias sociales y de comportamiento que existen en los claustros
educacionales. Circunstancia que también aprovecha para desplegar sus filosas
ironías y sus cáusticos recursos humorísticos, a los que recurre con
considerable frecuencia. Ese mundo es retomado en “El cazador” y en este caso la
autora habla de la relación de una joven poeta con el decano de una pequeña
pero elitista universidad. En “Desapariciones” es la relación de una pareja,
adulta, la que se coloca en plano protagónico y allí Oates consigue contarnos
cómo el amor de uno de ellos puede ir perdiendo consistencia, momento a
momento, ante la impotencia del otro. “Cosas que quedan atrás, de camino hacia
el olvido”, nos habla de la relación de un padre con una hija adoptada y de
cómo ésta no puede conectar con el mundo, pese a todos sus intentos.
"Santuario al borde de la carretera de Forker River,
Jersey del Sur”, incursiona en lo fantástico al hacer que la historia la
“narre” un muerto (y, de paso, incursiona además en el desconcierto juvenil). “Los payasos”, también apela a lo fantástico y en este caso
resulta el pre-texto para volver a narrar sobre la dilución del amor en otra
pareja adulta. “Traición”, resulta otro aporte al género, aunque de paso
disecciona las contradicciones de una familia típica norteamericana.
Mágico, sombrío, impenetrable, ya se dijo, alude al
misterio de la poesía, pero también le sirve a la autora para entregar una nada
amable semblanza del gran poeta Robert Frost (1864-1963; foto), cuando confronta con
una joven, aparentemente anodina, que lo lleva sin embargo a observarse en un
“espejo de la verdad”, para nada concesivo. La historia es situada por Oates en
1951.
El libro se cierra con “Parricidio”, casi una novela
corta en la que vuelve al mundo de la creación literaria, en este caso en la
personalidad de un presunto Premio Nobel, Roland Marks, y la difícil relación
que mantiene con una de sus hijas, Lou-Lou, quien es la que narra la historia.
Una historia plena de glorias y mezquindades, que admite conexiones temáticas y
expresivas con “Cosas que quedan atrás…” y que deja también mal parado al
protagonista. Esto es de destacar porque la propia Oates no ha vacilado en
señalar (a Berna González Harbour, de “El País”) que si bien el personaje es
inventado, ha tomado mucho de la personalidad de Saul Bellow y hasta algunas
peculiaridades de Philip Roth (foto).
Historias complejas, que se ramifican, “saltan” en el
desarrollo temporal y se muestran enriquecidas por las múltiples sutilezas de
la autora para describir personajes, situaciones, atmósferas. Mágico, sombrío,
impenetrable reúne relatos para disfrutar pese a que Oates nunca es
complaciente, ni edulcore sus textos cuando nos habla de la vida.
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“Ya en el aire, a la azafata le preocuparon mis lágrimas y que
pareciese desorientada. El pasajero sentado a mi lado era un hombre de origen
asiático y avanzada edad que parecía sentirse violento y no deseaba molestarlo.
Lloraba de una manera extraña, medio tosiendo, como si quisiera echar fuera la
arena que se me había metido en la garganta. Con voz ronca logré tartamudear: <Ha
habido una muerte en la familia>. Era una información impersonal, pensada
para evitar que nadie se preocupara, porque no sabía qué otra cosa decir. <Ha
habido una muerte en la familia>”.
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Datos para una biografía
Joyce
Carol Oates nació en Lockport, Nueva York, en 1938. Es una de las grandes
figuras de la literatura contemporánea. Escritora “incesante”, ha publicado
unos cien libros, entre novelas, cuentos, ensayos, críticas literarias, obras
teatrales, poesía y literatura juvenil. Reiteradamente candidata al Nobel, ha
recibido numerosísimas distinciones, entre ellas el National Book Award, el
PEN/Malamud Award, el Prix Fémina y la Medalla de Honor en Literatura del
National Arts Club. Los libros de Oates traducidos recientemente al castellano
son La hija del sepulturero, Mamá, Aves del paraíso, Infiel, Puro
fuego, La hembra de nuestra especie, Mujer de barro y Cartaghe. En 2015
publicó en inglés las novelas The Sacrifice y Jack of Spades y a comienzos de este año The Man Without a Shadow.
El año pasado, además, se conoció su ensayo The Lost Landscape: A Writer's
Coming of Age. (El paisaje perdido, un escritor en la mayoría de edad). Escribió
varias novelas con los seudónimos de Rosamond Smith y Lauren Kelly. Estuvo
casada cuarenta y ocho años con el editor Raymond Smith, fallecido en 2008, quien editó
parte de sus libros y fue un activo colaborador literario. En 2009 Oates se volvió
a casar, esta vez con el neurólogo Charles Gross, quien como ella dicta clases
en la Universidad de Princenton. Diecisiete de sus relatos han sido llevados a la pantalla (cine y televisión), el más reciente de los cuales es “Foxfire”, dirigida por el francés Laurent Cantet.
En
Internet:
Comentarios anteriores
Mamá (Missing Mom, 2005)
Editorial Alfaguara, Madrid, 2009 – Buenos Aires, 2010,
478 páginas
Traducción de Carme Camps
Aves del paraíso (Little
Bird of Heaven, 2009)
Editorial Alfaguara, Madrid, 2010 - Buenos Aires, 2011, 520 páginas
Traducción de José Luis López Muñoz
Las novelas de la
norteamericana Joyce Carol Oates suelen ser extensas, a veces reiterativas,
recargadas de sexualidad y violencia, muy distintas entre ellas, e
invariablemente intensas.
Para el presente
comentario he leído unas mil páginas de Oates porque, con tardanza respecto
de lo ocurrido en España, en la Argentina sus ficciones Mamá y Ave del
paraíso se distribuyeron con diferencia de muy pocos meses. Ninguna de ellas
tiene marcados registros autobiográficos, pero ambas refieren en profundidad a
los vínculos familiares. “Si te alejas completamente del hogar pierdes el
alma”, ha expresado –significativamente- la escritora.
Aunque suelen ser
diferentes, habitualmente las ficciones de Oates registran reiterados saltos
cronológicos, se detienen –a veces en exceso- en el detalle, son minuciosas en
cuanto a refiere a descripción de personajes (aún los de menor importancia), de
situaciones, de ambientes. Requieren paciencia al lector al tiempo que no
descuidan en ningún momento el “sentido” del relato. La gran narradora sabe
bien qué se propone contar en cada caso.
Mamá (o Mamá
desaparecida, su título original) data de 2005 y se centra en la relación
madre-hija, que se acentúa a partir del trágico hecho de que la madre es
asesinada. Ave del paraíso, fue publicada en inglés en 2009 y escrita en
momentos de mucho dolor para Oates porque había muerto Raymond Smith, su esposo
y colaborador durante casi cinco décadas.
“Sobrevivir un día
entero era terrible”, confesó al hablar de sus primeros meses como viuda. No
obstante se repuso, tanto que terminó la novela (en la que también un crimen
resulta el detonante de la historia) y hasta, sorprendiendo a todos, contrajo
nuevo matrimonio. Aparte de seguir escribiendo y publicando.
Sin duda, la
tenacidad es su “marca de fábrica”.
Historias de sangre. Bien dice Stacey D’Erasmo en The New York Times que las historias de Oates son antes que nada historias
de sangre. Es la sangre, en cuanto a lo consanguíneo, pero también respecto de
lo femenino, y a la violencia humana, lo que caracteriza y conforma a sus
ficciones. Es la sangre la que une a Nikki con su madre (en Mamá)
aunque la hija tarde todo un año de duelo para comprenderlo en profundidad.
Nikki es la rebelde
de la familia Eaton y así se presenta el Día de la Madre en la casa paterna,
con el pelo cortado casi al rape, pintado con colores violentos, con ropa
ajustada, breve y provocativa. Todo en Nikki es provocación, como si necesitara
llamar la atención, pero también como si deseara marcar las distancias con su
familia, con los conocidos, con cuanto la condicionó en su niñez y su juventud.
Como suele ocurrir,
ella no entiende a su madre, Gwen, pero ésta tampoco comprende a su hija,
aunque lo intenta. Pero todo se trastoca cuando Gwen es asesinada para robarle.
Para Nikki es un cambio tan sorpresivo como profundo, que le irá haciendo
cambiar de parecer, de perspectiva. Y, también, será un camino de conocimiento.
De sí misma, pero fundamentalmente de su madre.
Porque Nikki
comprende que su madre ha sido una verdadera desconocida y que ella, sin
quererlo, también sin saberlo, ha cometido injusticias porque no supo ver,
entender, como pasó con su hermana “modelo”, Clare.
“Me interesa
reflejar el drama de la gente que huye y regresa a sus antiguos hogares”, le dijo
la autora a Jesús Ruiz Mantilla, en una entrevista que oportunamente le hizo “El
País” de España. El hogar, los afectos, el entender al otro, es lo que
subyace en las intenciones de “Mamá”, significativa en cuanto a los cambios que
experimenta Nikki en ese año posterior a la muerte de Gwen, pero también un
tanto discursiva.
Dos almas que en el
mundo. Krista y Aaron son dos adolescentes que viven en el
imaginado pueblo de Sparta, en el Estado de Nueva York, próximo a Canadá, donde
las bajas temperaturas resultan verdaderos coprotagonistas de estas historias.
Pertenecen a dos
familias disfuncionales pero diferenciadas por su nivel social (aunque sus
ingresos y sus expectativas resulten al término, considerablemente
coincidentes) Ella es rubia, blanca y también inocente. Aaron es rebelde y
(“peor”, para los parámetros con los que se maneja la familia de Kristi,
especialmente su madre) descendiente de indígenas.
Pero un extremo acto
de violencia los une: la madre de Aaron, la bella y considerablemente
irresponsable Zoe, es asesinada y las miradas se centran en Eddy, el padre de
Krista, amante de la mujer muerta y principal sospechoso.
La historia que
narra Oates es compleja, porque tiene tanto que ver con la “condena” social
–que injustamente provoca la destrucción, primero moral, luego física, de Eddy
y también del padre de Aaron, Delray- como con la relación, amorosa y más que
eso, sexual, de ambos jóvenes.
A éstos los hace
encontrar y desencontrar en su juventud para volverlos a unir quince años más
tarde, cuando a través de un personaje secundario (la amiga de Zoe) se dilucide
el enigma de su asesinato y ambos tengan su último, apasionado, encuentro.
Como ocurre con Mamá,Ave del paraíso es también discursiva, habla de la violencia (moral,
física) y aunque los detonantes de los dos relatos refieren a asesinatos, ellos
terminan siendo los “pre-textos” de lo que en realidad Oates quiere contarnos,
vale decir historias de seres desvalidos, de aquellos que –como Nikki, como
Krista- deben hacer grandes esfuerzos para asumirse, para crecer en plenitud:
“Quería pensar que yo estaba por completo serena –rememora Krista- El dolor era
algo con lo que era capaz de codearme. El dolor era una herencia, que conocía y
aceptaba”.
Video: conversación registrada
en 2015, en una entrevista organizada por la Universidad Point Loma (duración
aproximada una hora, en inglés).
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