“A la fuerza” Antonio Dal Masetto debió aprender a
hablar en castellano (en realidad, en “argentino”) cuando tenía doce años
porque tiempo atrás su padre se había radicado en Salto, al norte de la
provincia de Buenos Aires, procedente de Intra, población cercana a Milán. Dos
años después logró reunir a su familia y “el Tano”, como se lo iba a llamar la
mayor parte de su vida, se vio obligado a concurrir a la biblioteca del pueblo
para dominar la nueva lengua.
Lo logró con esfuerzos. Y logró algo más: transformarse
en un potente, cálido y por suerte pródigo escritor quien sorprendió ya con su
primera obra, “Siete de oro”, escrita a los 25 años. Su realidad inmediata, las
bondades y las miserias del amor, de la vida misma, y su siempre inconclusa
relación con Italia caracterizaron a su obra, de extrema sensibilidad,
destacándose entre tantos textos de valor “Oscuramente fuerte es la vida” y su
doble continuación: “La tierra incomparable” y “Cita en el lago Maggiore”, en
los que cuenta la vida de Agata, una italiana que, como él y su familia, se
radica en la Argentina, y las de sus descendientes.
No era condescendiente con sus historias, intentaba (y
lograba) contar con gran belleza y premeditada economía de recursos. Fue un
tipo que la peleó, diríamos en este lado del mundo. A los 18 años se marchó de
su casa para radicarse en Buenos Aires, donde sobrevivió a base de múltiples
oficios. Cuando chico, en el campo italiano, mientras cuidaba las ovejas de sus
padres entonces campesinos le auguraron un destino de pintor, que al final de
cuentas no tuvo, pero ya era advertible esa extrema sensibilidad que lo
llevaría a volverse un escritor de títulos que a veces llegaban a sorprender,
tales como “Siempre es difícil volver a casa” o “Demasiado cerca desaparece”.
La historia de unos pobres tipos que van a un pueblo,
intentan asaltar un banco y terminan de la peor manera está contada en “Siempre
es difícil volver a casa” (llevada al cine). Allí “nació” el pueblo de Bosque,
al que “regresó” en otras novelas, una que tiene como título el nombre del
pueblo y la siguiente, “Sacrificios en días santos”. También la dictadura militar que asoló Argentina entre
1976 y 1983, le hizo escribir, con impronta kafkiana, “Hay unos tipos abajo”
(que como “Siempre” tuvo versión cinematográfica).
En su escritorio tenía un cartel que rezaba: “Justificá
el día”. Con sus textos en el que tanto habló de la inmigración y de esos seres
que no terminaban de encontrarse en ninguna parte, lo justificó largamente. De él ha quedado una novela inédita, "Crónica de un caminante", que se conocerá el mes venidero y también habría otros textos, presumiblemente inconclusos, sobre los que deberán decidir sus herederos. Falleció ayer, en Buenos Aires, a los
77 años. Lo vamos a extrañar.
Muy bello y excelente comentario sobre este gran escritor.. Sì se van a extrañar sus obras literarìas...
ResponderEliminarGracias, Pablo, por el mensaje. Al menos, es bueno saber que están sus obras y también que una más nos espera el mes que viene. Abrazos, Carlos
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