“La habitación de Nona”, de Cristina Fernández
Cubas. Tusquets, Barcelona-Buenos Aires, 2015, 186 páginas. En España: 17
euros. En Argentina: 199 pesos.
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Después de varios años, con “La habitación de
Nona” la española Cristina Fernández Cubas ha vuelto al género por ella
preferido, el cuento. Estamos ante una autora que sabe seducir con sus relatos,
historias sólidas y considerablemente convincentes.
Aunque son diversos los personajes que
aparecen en sus seis nuevos textos, suelen ser las niñas y/o las adolescentes quienes
“abren la puerta” al misterio, a aquello que se esconde, o puede esconderse,
tras la apariencia de lo normal. Es factible hablar de los temas que aborda la
autora, pero al hacerlo conviene andar con cuidado para no dar pistas
innecesarias, dado que lo central es lo que no se debe contar y tiene que
descubrir el lector.
Así planteadas las cosas, digamos que “La
habitación de Nona” relata la difícil relación de dos hermanas. “Hablar con
viejas” se detiene en la situación de una mujer madura que, por encontrarse en
una situación económica desesperada, puede tomar decisiones muy perjudiciales. “Interno
con figura” muestra a la propia autora visitando una exposición pictórica en la
que un cuadro da lugar a una historia posible. Y terrible.
“El final de Babro” se detiene en la relación
de tres hijas con la mujer elegida por su padre en sus últimos años de vida.
“La nueva vida” vincula el presente de una mujer solitaria con
su pasado, amoroso y vital. Por último, “Días entre los Wasi-Wano” narra el
complejo vínculo que se establece entre tío y sobrina.
“El cuadro encierra una
historia que probablemente
nunca desvelemos” (“Interno
con historia”, de Adriano Cecioni)
Un cuadro inquietante
Aunque Fernández Cubas eligió “La habitación
de Nona” como el cuento por excelencia de la serie dado que da título al libro,
me inclino –en cuanto a calidad y a la inquietud que genera- por “Interno con
historia”, cuyo disparador es el cuadro del mismo nombre del italiano Adriano
Cecioni, que ilustra el volumen y fuera expuesto en Madrid dos años atrás,
junto con otros procedentes también de Italia, más concretamente de Florencia,
y que representaban a los llamados “macchiaoli” o manchistas, una escuela pictórica de mediados del siglo XIX.
En clave autobiográfica, la narradora cuenta
su visita a la muestra. Al describir el cuadro afirma que genera en el
espectador una cierta perturbación aunque sólo muestre a una niña arrodillada
al lado de una cama. Sin embargo, la obra es ambigua y sobre el particular
señala: “Si nos fijamos mejor ya no diremos que la niña está arrodillada o en
cuclillas, sino agazapada. O, mejor, escondida. Como si tuviera miedo”.
Pero la historia no se detiene allí, sino que
prosigue cuando siete días más tarde la narradora, que se encuentra
circunstancialmente en Madrid, vuelve a visitar la muestra coincidiendo con una
delegación escolar. Sus integrantes, niñas y niños, observan el cuadro y dan
sus interpretaciones, intrascendentes,
hasta que uno de los escolares, una niña, ofrece una versión distinta que a
todos altera, especialmente a la autora.
“Yo creo que la cotidianeidad no es tan
apacible como parece”, manifestó Fernández Cubas en reciente entrevista. Este
cuento lo certifica: la muestra pictórica da lugar a “algo más” que emerge de
pronto con la declaración de la pequeña escolar. Y con lo que acontece luego
cuando se produce un accidente que puede ser algo circunstancial,
impremeditado, o resultar algo distinto, concatenado y ominoso, que la autora
imagina pero no puede comprobar.
“Su marido me ha precedido.
Pero como físico usted sabrá
que para mí no existe pasado
ni presente” (Albert Einstein)
La anulación del tiempo
Un cuento donde no hay menores es “La nueva
vida”, en el que autora se expone de manera audaz, exhibiendo sus emociones
porque narra el reencuentro presunto no sólo con su pasado sino también con sus
fantasmas personales, especialmente con quien fue su pareja, muerto años atrás.
Con sus sentimientos a flor de piel, relata un presunto reencuentro, a la distancia, con quien fuera su amado y un amigo de
ambos. Einstein fue quien habló de la anulación del presente y el pasado y a él
se aferra para explicar lo inexplicable.
Esta breve y sensible ficción es también una exhibición
de habilidad para volverse “creíble” al hablar de un mundo inasible. Historias
de sentimientos que también informa a “La habitación de Nona”, un texto que
mantiene al lector en un error que únicamente quedará explicado en su final. Y que lleva a reflexionar sobre lo leído, quizás a releerlo, pero sin
duda a replantearse cuanto se había venido interpretando respecto de toda la
historia.
Cuentos diferentes entre sí, cargados de
imaginación, algunos con reminiscencias de Poe, otros de Cortázar, Fernández
Cubas ha hecho suya la idea de Bioy Casares quien afirmaba con razón que
escribir es agregar un cuarto más a la casa de la vida (“sólo que mis
habitaciones tiene altillos, espejos y arcones de doble fondo”). Conviene leer a
esta autora, seguirla en su rico devenir imaginativo, tomando como guía lo que
también ha expresado: “Importa lo que se dice y lo que se oculta”.
“Al principio se me
hizo raro. Entrar sin llamar. Todos en casa nos habíamos acostumbrado a golpear
con los nudillos, aunque empujáramos enseguida la puerta sin esperar respuesta.
Por eso invariablemente sorprendíamos a Nona. Distante, ensimismada, perdida en
su mundo secreto. Pero hoy era distinto. Nadie vigilaba el santuario, así que
entré sin llamar”.
Perfil
Cristina Fernández Cubas nació
en Arenys de Mar (Barcelona, España) en 1945. Es autora de cinco
libros de relatos (“Mi hermana Elba”, “Los altillos de Brumal”, “El ángulo del
horror”, “Con Agatha en Estambul” y “Parientes pobres
del diablo”, que fueron compilados en “Todos los cuentos”, de 2008), dos
novelas (“El año de Gracia” y “El columpio”), una obra de teatro
(“Hermanas de sangre”) y un libro de memorias narradas,
“Cosas que ya no existen”, títulos que han sido bien recibidos por crítica y
público. Escribió también una biografía sobre Emilia Pardo Bazón y con la firma
de Fernanda Kubb una novela, “La puerta entreabierta” (2013). Con Maite
Carranza escribió el guión de “Germanes de sang”, llevada a la televisión por
Jesús Garay. Su obra está traducida a diez idiomas. Estuvo casada con el
filósofo Carlos Trías, fallecido en 2007.
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Algunos enlaces:
Entrevistas:
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Video: La autora, entrevistada por Patricia
García García en el Instituto Cervantes de Dublin, Irlanda, el 22 de febrero de
2012 (duración 8 minutos)
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