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“La apicultura según Samuel Beckett”
(“L’Apiculture selon Samuel Beckett”), de Martin Page. Edhasa, Buenos Aires,
2015, 123 páginas. Traducción de Horacio Pons. En Argentina: 135 pesos.
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Ha sido escasa, hasta ahora, la difusión en
nuestro idioma de la obra narrativa del escritor galo Martín Page, autor de una
veintena de libros de ficción, obras de teatro y guiones de cine. Sería bueno
que se lo difunda más, porque su mundo creativo es muy rico, dotado de
originalidad y humor, tal como lo demuestra “La apicultura según Samuel
Beckett”, novela corta publicada hace dos años en Francia.
Page, con bastante audacia, cuenta en términos
de un aparente diario personal el encuentro que durante cuatro meses mantuvo un joven estudiante de antropología con el gran Samuel Beckett a quien
asistió en la organización de sus archivos.
Sin embargo, en el prólogo se pone en duda que tal relación haya existido, como lo asegura un tal profesor Fabián Avenarius, de la
Universidad de Reading, donde se conservarían archivos del autor de “Esperando
a Godot”. En consecuencia, desde el mismo comienzo Page nos advierte sobre la ambigüedad esencial de
su propio relato.
En cuanto a la novela en sí, el “diario” va contando las impresiones del joven estudiante sobre los diversos
encuentros que va manteniendo con el gran autor irlandés radicado en París y
que se produce entre junio y septiembre de 1985. Page ha recordado en diversas entrevistas,
que Beckett fue leyenda en vida y lo sigue siendo aún en la actualidad. Con
este libro ha buscado “desestructurarlo”, hablando de un hombre pleno,
humorístico, irónico, que rehúye el contacto con el mundo precisamente para
evitar su propia canonización.
“Hay algo de perturbador
en frecuentar a Beckett
y comprobar que es una
persona normal”.
Los falsos archivos
Decidido a desmitificar, a “jugar” con sus
semejantes, como su asistente concluye muy rápido el trabajo encomendado,
Beckett le propone continuarlo, pero haciendo algo distinto, incorporando
elementos falsos a los archivos: “Hay que tomar a los archivos como una ficción
construida por un escritor y no como la verdad”, dijo. “¿Y qué nos dice esa
ficción? Ese es el trabajo de los investigadores” (p.26).
De esa manera y de otras, análogas, Page
retrata a Beckett como un hombre muy vital, habitualmente mal entrazado,
incluyendo el uso de una larga barba, dispuesto a las bromas y preocupado por
cuestiones que podrían ser consideradas banales, como lo es hecho de mantener
colmenas de abejas en la terraza del edificio donde vive, a las que brinda
extremo cuidado.
Si bien el autor se tomó libertades para
dibujar a “su” Beckett, sin duda tomó en cuenta opiniones concurrentes de
quienes lo conocieron en la intimidad, como Phillip Sollers, quien en un libro
expresó que el autor de “Molloy” era todo lo contrario a “una esfinge o a una
momia impasible, un esqueleto nihilista, una abstracción fría e inhumana, un
santo al revés”.
En el texto no hay apelaciones a la biografía
de Beckett, que se sabe fue plena de detalles, ya se hable de su forma “arisca”
de relacionarse con el mundo, su vida amorosa (tuvo relaciones simultáneas con
dos mujeres hasta sus últimos años) o de la repercusión mundial de su gran obra
dramática o de las sólidas ficciones que también escribió.
Beckett interpretado por presos,
en este caso internos venezolanos
en una representación de
“Esperando a Godot” (foto de
El Universal, de Caracas)
Representaciones carcelarias
En su “diario”, el asistente cuenta cómo
Beckett se interesó en la representación de “Esperando a Godot” que se lleva
adelante en una cárcel de Suecia, con internos del lugar. En realidad, Page
replica un hecho que efectivamente ocurrió, pero en San Quintín, famosa cárcel
californiana, en la década de 1960, episodio en el que el dramaturgo estuvo muy
involucrado.
En este caso, Beckett se maneja con una
intensa correspondencia. La famosa obra representada en prisión lo lleva a
reflexionar sobre el teatro que ven las clases acomodadas y el que, de manera
muy escasa, llega a los sectores más marginados. Así el asistente cuenta que su
admirado escritor “lamentó que los pobres solo tuvieran contacto con el teatro
cuando están encerrados: en escuelas, prisiones, hospitales psiquiátricos. Como
si hiciera falta un público cautivo que no pudiera escaparse. Esa situación no
lo satisfacía”.
Page nos dice a través de su personaje que se
ha propuesto, mediante el “diario”, obrar como “un antídoto contra la amnesia”
porque se dice a sí mismo que a través de las páginas escritas podrá volver a
estar con Beckett cuando quiera, “caminar por París con él, oírlo hablar”.
Tratar de recordar sus ideas, muchas veces enfrentadas al propio Sistema.
Pequeña, pero efectiva ficción, “La apicultura
según Samuel Beckett” es una propuesta que va más allá del intento de
desmitificación apuntado, porque en pequeñas dosis el autor, a través de sus
personajes, reflexiona sobre la creación, el arte, la misma sociedad en la que
vive. Una propuesta atractiva e inquietante.
“Quienes conocen verdaderamente
a Beckett saben que es muy diferente a la imagen seria en blanco y negro que
deja ver al mundo. Todo está perfectamente pensado, me dije: construía una
imagen estereotipada del ‘Samuel Beckett escritor’”.
Perfil
Martin Page nació en 1975. Estudiante
de antropología, ha escrito trece novelas, nueve libros infanto-juveniles y
otras dos novelas, del género fantástico, firmadas con el seudónimo de Pit
Argamen. Entre sus novelas se destacan “Cómo me he vuelto estúpido” o “Cómo me
convertí en un estúpido” (2000,
traducida a veintitrés idiomas), “Uno se va acostumbrando al fin
del mundo” (2005). Estas dos ficciones, junto con “La apicultura según Samuel
Beckett” (2013, ganadora del premio Salon du Livre de Chaumont), son hasta
ahora las únicas traducidas al castellano. “Peut-être
une histoire d'amour” (2008), fue seleccionada
para el Premio Renaudot.
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Algunos enlaces:
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Videos: Como por razones técnicas no se pueden
subir a este blog videos de Martin Page “protagonizando” acciones de Locomotion
o de animación, consigno a continuación los links respectivos (muy
recomendables):
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