(video, entrevista al final de la nota)
Distancia de rescate, de apenas 124 páginas, es sin embargo el texto de
ficción más extenso que ha publicado hasta el presente la argentina Samanta Schweblin (hoy becada
en Berlín). Y ello es así porque la narradora eligió el cuento como forma
expresiva, resistiendo la presión editorial de “pasarse” a la novela, como si solo en esta residiera la auténtica literatura.
Es un lugar común afirmar lo último, con su fuerte tufillo comercial, lugar
común que no se sostiene porque escribir cuentos reclama tanto o más que la
novela, dadas las fuertes exigencias del género. No puede sorprender entonces que
los buenos cuentistas no abunden. Schweblin sabe bien de qué se trata porque
no ha decepcionado con sus dos primeros libros y es sabia para moverse entre los, a veces, estrechos andariveles del texto corto.
En cuanto a Distancia de rescate, aunque se trata de una novela corta desde determinada perspectiva
puede ser considerada como un cuento extendido por desarrollarse en un solo
escenario, tener pocos protagonistas y no desperdigarse en historias
secundarias.
La ficción nos hace saber que a un abúlico lugar de descanso llegan Amanda
y su pequeña hija Nina, mientras aguardan al padre. Se hallan de vacaciones en
un sitio impreciso del extenso campo argentino, donde se imponen los cultivos
de soja, “verdes y brillantes” y en apariencia anodinos. Allí Amanda conoce a
Carla, madre del pequeño David, sobre el que cuenta un episodio que vivió y que
le obligó a tomar una decisión extrema,
suceso que cambiará el curso y el sentido mismo del relato.
Dos voces. La anécdota central, aquello que ocurrió en el campo, lo cuenta Amanda, en
un diálogo permanente y respondiendo a una serie de inquietantes preguntas que
le formula David. El niño que pregunta no parece encontrarse en ninguna parte,
es como un fantasma que indaga y guía a la mujer, quien a su vez estaría
internada, enferma, y que trata de comprender –contando- qué ha ocurrido en el
breve tiempo que permaneció en la zona.
El relato contado por esas dos voces y ausencia absoluta del narrador
omnisciente, con buenos recursos, ahoga
al lector desde casi el mismo comienzo y no le da respiro hasta las líneas
finales, cuando se toma conciencia de que una nueva clase de peste se ha
instalado en forma definitiva. Y que parece a punto de explotar.
Distancia de rescate: “necesito medir el peligro, sin esta medición es
difícil calcular la distancia de rescate”, dice Amanda. Se refiere a la
necesidad que siente de saber que, llegado el caso, podrá salvar del peligro a
Nina, cualquiera sea ese riesgo. Dicha “distancia” la obsesiona: “me paso la
mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería”.
Esa distancia tan particular es que la intenta sostener durante su estada alejada de lo citadino, un territorio en apariencia abúlico, pero en el que “late” el horror, del que toma conocimiento a
partir de lo relatado por Carla, vale decir a lo que ocurrió con David no bien tomó
agua envenenada en una laguna cercana. Y, como se dijo, al recurso extremo que
debió tomar (aceptar) para tratar de salvarle la vida.
El verosímil. David se envenena cuando su madre sale en persecución de un caballo
padrillo, prestado, al que encuentra en medio de una laguna. Animal y niño beben el agua del lugar agua y al día siguiente el caballo muestra signos de
envenenamiento. Carla toma conciencia de que a su hijo, que ha comenzado
mostrarse enfermo, le quedan “hilos” de vida, de ahí que acepte la esotérica propuesta
que le hace una curandera o “manosanta”, oferta que entronca con el misticismo y la
transmigración de almas.
En consecuencia, es el propio verosímil de la historia el que peligra, pero
la autora lo conjura porque si bien lo fantástico se hace presente logra que
la trama se mantenga en una ponderable zona de ambigüedad, avalando así su
posición sobre el tema. En efecto, Schweblin oportunamente manifestó:
“Para mí
el verosímil es fundamental. Me importa mucho partir de una historia casi
totalmente realista, pero que lo que suceda en el medio puede ser un poco
sobrenatural. La idea es que eso se produzca por un corrimiento pequeño de la
realidad, como un detalle. El resultado es monstruoso, pero en realidad la
anomalía es mínima”.
En cuanto a la estructura de la nouvelle, ya se dijo que la escritora optó
por un diálogo constante entre dos personajes: uno de ellos, que se limita a
tener breves intervenciones, es David, y la que va contando la historia es
Amanda. Fantasmal, o recordando la voz propia de un psicoanalista, David va
“guiando” a la mujer, haciendo que se detenga en lo que considera
importante, mientras ella reconstruye lo que le ha ocurrido en el campo,
situación que no cabe explicar pero que le ha hecho soportar situaciones
extremas, vinculándola con la muerte.
La soja, la soja. En la novela es la soja, la que tiene un sesgado protagonismo. Schweblin ha manifestado que no ha querido escribir
un texto de denuncia, o panfletario, pero es ese grano el que esconde al
“monstruo” en sus entrañas, aunque las plantaciones de dicho poroto no
presenten en apariencia peligro alguno.
Pero bien se sabe, al menos donde se lo cultiva de manera intensiva, como
ocurre en la Argentina, que es una planta muy agresiva al dañar el humus y que
resulta particularmente sensible a las plagas, de ahí que para combatirlas hay que acudir al glifosato y otros agroquímicos, buenos para el grano pero no las
personas, que suelen contraer enfermedades.
Ha habido muchas presentaciones en el ámbito judicial respecto de este
perjuicio, mucho ruido político, pero como la soja sigue generando altos
producidos económicos mientras las controversias se mantienen en pie no deja
de ser sembrada en amplios predios de la extensa geografía argentina.
Tal el “fantasma”, nunca totalmente explícito, pero muy presente, en esta
novela febril, escrita con fuerza y habilidad y que logra transmitir al lector
todo el dolor de sus personajes. Y todo el horror que en ella se impone.
Distancia de rescate, de Samanta Schweblin. Literatura Random House, Buenos Aires-Barcelona, 2014-2015, 124 páginas.
Datos para una biografía
Samanta Schweblin nació
en Buenos Aires en 1978. Su primer libro, El núcleo del disturbio (2002),
obtuvo los premios Haroldo Conti y Fondo Nacional de las Artes. El segundo,
“Pájaros en la boca (2009), fue distinguido con el premio Casa de las Américas
y traducido a trece idiomas. Becada por distintas instituciones, vivió
temporalmente en México, Italia, China y Alemania (Berlín), donde reside desde
hace dos años. Fue seleccionada por la prestigiosa revista Granta como uno de
los "mejores jóvenes narradores en español" y ha obtenido en 2012 el
Premio de Cuento “Juan Rulfo” de Francia. Con el cuento premiado, “Un hombre
sin suerte”, como texto
central, prepara un nuevo libro de relatos que se conocería este año.
Video
Declaraciones de la autora a la revista “Leemás”, de la librería Gandhi, de México, subida a Youtube con fecha 15/10/2014 (duración: 6 minutos)
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