El matarife (A mészáros), de Sándor Márai
Salamandra, Barcelona-Buenos Aires, 2022, 105 páginas
Traducción de Mária Szijj y José Miguel González
Trevejo
Inesperado
rescate del inspirado primer relato del húngaro Sándor Márai, texto que
presenta a un verdadero “hijo” de la guerra y de su consecuente desesperación
existencial
“Las ideas (que, aunque aprendidas, eran las únicas de su vida) tomaron cuerpo entonces y se unificaron en el aullido de un único gran mandato contra el cual no se oponía ni una vibración de su conciencia. Integrarse en la masa a la que pertenecía por sangre y lengua le parecía la conducta natural del ser humano, le resultaba perfectamente razonable estar boca abajo en un prado embarrado o a metro y medio bajo tierra, cavar el suelo o, de vez en cuando, disparar su arma a un horizonte envuelto en la niebla”.
Encontrarse con un texto desconocido de Márai resulta
casi siempre una gran experiencia. Por suerte, me ha vuelto a ocurrir. Hacía
tiempo que el lector en nuestro idioma no recibía esta clase de alegría, máxime
porque se trata -en todos los sentidos- del primer relato de quien en vida se
llamó Sándor Károly Henrik Grosschmid de Mára, a quien en realidad “se
lo había perdido de vista” luego de que se radicara en Estados Unidos, en 1948,
huyendo del gobierno comunista. Nunca volvió a Hungría, pese a haber sido su
máximo narrador del período de entreguerras y brillante personalidad de la época.
Márai fue un gran relator de historias, un agudo “dibujante” del mundo burgués, lo que quedó plasmado en las decenas de ficciones que escribió a lo largo de su vida y de la que solo conocemos una veintena en español. Es bueno entonces el rescate de su primer relato, escrito en 1924, cuando tenía veinticuatro años.
Este, de sorprendente buena factura, en poco y nada se relaciona con lo que vendría después, vale decir esa poética, y fascinante, "vivisección" del mundo burgués de entreguerras, que marcó a los relatos esenciales de Márai.
La breve historia comienza con un hecho accidental,
muy traumático, ajeno al que sería protagonista de El matarife: Otto
Schwarz. Quienes serán sus padres asisten a una función de circo en la que una
domadora de cuatro osos polares encuentra horrible muerte al colocar su cabeza
dentro de la boca de la hembra mayor.
“Otto fue concebido esa misma noche”, advierte el
narrador, vale decir actuando sin sorpresas, anticipando el horror que
contendrá el relato. el hijo quedará huérfano de madre al nacer y será criado
por su padre, un guarniciero (es decir, un negociante encargado de
proporcionar toda clase de elementos para carros y caballos em una época
anterior al automóvil) y un ama de leche que se volverá amante del padre, pero
sin que Otto llegue a amarla.
El joven se muestra abúlico, nada dispuesto a seguir
los pasos del padre, hasta que, llegado el momento, verá sacrificar a un buey y
comprenderá, de una forma oscura, imprecisa, que algo en lo profundo -el
sacrificio ajeno- conecta con él. El resto será indiferencia, salvo su
incondicional lealtad al último emperador de Alemania.
Quien, al poco tiempo de la radicación del joven en
Berlín (había nacido en Brandeburgo), es convocado a filas y enviado a la guerra
contra los serbios. Al principio fueron los desfiles, luego la larga espera en
las tétricas trincheras de la Gran Guerra (1914-1918) y por fin la lucha cuerpo
a cuerpo contra un enemigo hasta ese momento invisible:
Describe Márai: “Y, de pronto, todo su cuerpo comenzó
a bramar. Había vuelto a sus manos la destreza con que mataba al animal, ya
agarraba la bayoneta correctamente, listo para clavarla y hundirla con un ímpetu
que le resultaba familiar. Y el ímpetu lo llevaba hacia delante. La bruma se condensó,
tomó forma y él clavó la bayoneta en esa masa. El cuchillo entró sin resistencia,
luego adquirió peso, algo arrastraba el arma hacia el suelo y también él mismo
cayó sobre un cuerpo cálido y dos manos gesticulantes se agarraron a su jubón”
(pp 66-67)
Seguirá la guerra, Otto adquirirá experiencia y se
volverá tan eficaz como letal, recibirá cruces de hierro y en algún momento una
de esas distinciones le será entregada por el mismísimo emperador:
“Cuando Otto lo vio acercarse por la fila solo
quedaban quizás dos soldados por delante de él y le costó gran esfuerzo vencer
el temblor que le sacudía el cuerpo entero. Cerró los ojos, los volvió a abrir,
el zancajo ya estaba enfrente. Pero el semblante que conocía por las estampas y
que ahora tenía apanas a medio metro de sus ojos no guardaban mucha similitud.
El bigote le resultaba familiar, pero el rostro arrugado era el de un anciano,
pequeño y flaco, sus ojos se entornaban con nerviosismo. De su ser emanaba un sutil
olor a lavanda, sus botas de charol y sus pantalones rojos resplandecían. Una
mano con guantes grises se extendió hacia él y se entretuvo un rato en su
pecho. Luego sintió que la mano le rozaba el hombro. Dos veces. Su majestad le
había dado unas palmadas. Oyó una voz aflautada y desvaída que le decía: ’Has
cumplido con tu deber, hijo’”. (pp 72-73)
Y después vendrá lo que vendrá, El hombre encerrado en
sí mismo, en las luchas horribles que libró, pero que dieran como resultado
quitarle el sentido, la sustancia de las cosas. Y, ya lejos de las trincheras y
los combates, el sobreviviente, perdido en la ciudad que desde su perspectiva
lo rechaza y, más aún, perdido en los laberintos de su mente confundida.
Como colofón, el remate de la historia, que no se
puede contar acá.
Bienvenido, joven, persistente Sándor Márai. Leerlo sigue
siendo un privilegio y un honor.
Breve
comentario adicional, ajeno al libro, pero no a su precio. Se trata de un
pequeño volumen de unas cien páginas que, al menos en Argentina, se lo paga
como si doblara esa cantidad. Lamentable.
Datos para una biografía
Sándor Márai nació en la ciudad húngara de Kassa (que hoy pertenece a Eslovaquia) en 1900 y terminó suicidándose en 1990 en San Diego, California. En los apuntes finales de sus Diarios hablaba de la intensa soledad en la que vivía y en los problemas físicos que debía afrontar. Además, había perdido a su mujer, tres hermanas y su hijo en menos de un año y medio. Luego de la caída del Muro de Berlín su obra fue redescubierta con un éxito internacional que hasta hoy mismo se mantiene. Márai fue uno de los puntales de la narrativa europea de entreguerras y mantuvo, entre otras, una sólida amistad con Thomas Mann. Estuvo en el exilio cuando se proclamó por breve tiempo una república comunista en Hungría y se radicó definitivamente en Estados Unidos cuando volvió el comunismo en su país, en 1948. De familia noble, logró evitar que su esposa judía fuera detenida por los invasores nazis. Afincado en el verismo, escribió novelas, cuentos y poemas, amén de haber trabajado en el periodismo. Entre sus novelas se destacan El último encuentro, La mujer justa y Divorcio en Buda. De las casi setenta publicaciones su autoría, muchas de ellas póstumas, las conocidas en nuestro idioma no llegan a los veinte títulos.
Estimado maestro Morán:
ResponderEliminarLe escribe Ignacio Ortiz Monasterio desde México. Leí la sentida nota de despedida que le dedicó al escritor Ángel Balzarino y pensé que tal vez usted me podría ayudar con una pequisa que estoy realizando. Busco datos de contacto de quien sea el/la heredero(a) de los derechos de autor de Balzarino para solicitar el permiso de reproducir uno de sus cuentos en un libro de texto para el aprendizaje del español que se está editando en Estados Unidos. Si usted me pudiera facilitar cualquier información que me permita avanzar en esta investigación, se lo agradeceré mucho. Le comparto la dirección de mi blog, si es que quisiera verificar mi identidad: laliebrededurero.com. Y le doy mi correo electrónico: ignacioomq@gmail.com .
Muchas gracias anticipadas y saludos cordiales.
Envíeme sus inquietudes a cmoran24@gmail.com. Gracias
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