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“La violencia está en nosotros” (“Deliverance”), de James Dickey
“La violencia está en nosotros” (“Deliverance”), de James Dickey
La Bestia Equilátera, Buenos Aires, 2015, 276 páginas
Traducción de Rafael Vázquez Zamora
En Argentina: 198 pesos.
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Quizás se sentían afectados por “la pena de vivir”, de
la que hablaba Pirandello o, más prosaicamente, como dirá a la policía uno de
ellos: “Queríamos airearnos un poco, nosotros trabajamos en la ciudad y es muy
cansador estar sentados tanto tiempo en una oficina”. Como fuese, ya se tratase
de cuestiones existenciales o de “estirar las piernas” por ahí, cuatro
conocidos –porque no todos son amigos y, menos, íntimos- aceptan la invitación de
uno de ellos para recorrer en canoa un río desconocido, agreste, ubicado en una
zona de Georgia que en poco tiempo más sería inundada para transformarla en un lago. Y hacía allí parten,
confiados e ingenuos.
Lo hacen porque, de verdad, están hartos de la rutina
pero porque sobre todo confían en un líder natural, Lewis, seguro de sí, de
gran físico, adepto a lo hoy llamaríamos el turismo de riesgo, afecto a la
aventura de conocer lo ignoto. De manera que a esa suerte de terra incognita
parten detrás del líder, Bobby, un pusilánime, Drew, una suerte de iluso que
sólo sabe llevarse bien con su guitarra, y Ed, quien narra la experiencia.
La novela fue publicada en 1970, pero podía haberse
escrito hoy mismo, porque la división entre el país liberal y urbano y la
nación conservadora, ultramontana y racista que es los Estados Unidos no se ha
modificado. Basta con ver los resultados electorales que se registran cada
cuatro años; en los extremos del extenso territorio triunfan los demócratas,
pero los Estados Unidos “profundos” (ese “Sur profundo” que como nadie pintó
Faulkner) se imponen los republicanos (con matices, claro está). Esa división
nítida y hasta ahora nunca superada (piénsese sólo en la cantidad de prejuicios
insólitos, y peligrosos, que despierta el color de la piel de Barack Obama) fue
la que llevó a decir a Paul Auster que los Estados Unidos viven “una guerra
civil de baja intensidad” y que en lo personal él poco y nada tiene para
decirle a los que siente que están “del otro lado”. “¿Qué tengo que ver yo con
esa gente?”, fue su pregunta.
Esa sería la pregunta exacta que podrían hacerse estos
personajes cuando llegan al lugar donde se encuentra el Cahulawasee, el río que
proyectan conocer. “¿Quiénes son estos?, podrían interrogarse respecto de los
hoscos campesinos del lugar, que los reciben como lo que son: seres ajenos a
sus usos y costumbres, ignorantes del medio, ufanos hasta la pedantería,
tontos, de cierta manera. Pregunta que, por supuesto, desde una perspectiva
diametralmente diferente también se podrían formular (de hecho, se la formulan)
los pocos hombres –las mujeres no parecen contar- con los que toman contacto y
que, expertos respecto del mundo hostil en el que se encuentran, por supuesto que les recomiendan no emprender la aventura que se proponen
concretar, propia de imberbes principiantes. Advertencia que -por supuesto también- los visitantes no toman para nada en consideración.
“Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con
las mínimas distracciones”, les podría haber advertido Borges. Pero, ciegos se
lanzan a la aventura con mínimas experiencias y mucho de improvisación
infantil. Y, se podría decir también, como máxima de abuela sabia: y así les
va.
Dickey desarrolló la mayor parte de su carrera literaria
como poeta. Según expresa la crítica, fue uno de los grandes vates
norteamericanos del siglo anterior y sólo como excepción mostró su fibra de
narrador, en apenas tres novelas. La más importante se sostiene que es la
presente (no he tenido oportunidad de leerlo previamente, sus libros
prácticamente no circulan en nuestro idioma). De “Deliverance” se ha dicho en “Esquire”
que estamos ante “una de las mejores novelas de la historia de la literatura”.
El ditirambo parece excederse en generosidad. Pero no es novela desdeñable.
Por el contrario: el poeta Dickey sabe narrar. Lo hace con rigurosidad, con
temple, logra manejar con sapiencia el suspense o suspenso, asesta golpes efectivos e inesperados que en cualquier momento reactivan la trama y llevar la acción
hasta la exasperación o el ahogo del lector, mientras estos cuatro
desventurados luchan tanto contra la hostilidad de una naturaleza que no da
tregua. Y contra la hostilidad humana, que se hace presente en medio de esa “nada”
que es el río (con sus rápidos, sus rocas traicioneras, sus trampas mortales y
sus sorpresas que irrumpen a cada rato y sin aviso previo), hostilidad humana
reducida a escasas personas, letales, de extrema crueldad.
El “misterio” de la novela la enriquece
considerablemente y supone una deriva que parece actuar especularmente con las
derivas impensadas y terribles del río y que vuelven a “La violencia está en
nosotros” una formidable experiencia de lectura. Lectura que angustia y que
deja sedimento. Mucho sedimento para reflexionar sobre este terrible viaje al horror.
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“”Eran cerca de las cuatro de la tarde y me causaba una tremenda
impresión pensar que íbamos a pasar entre los bosques, o en ellos, otra noche.
Los problemas y el esfuerzo físico de haber hecho la fosa habían apartado mi
mente de nuestra situación, pero ahora, al pensar en lo que podría sucedernos,
era como si alguien me metiera a martillazos ese pánico en la cabeza. Pero
también había algo diferente que se apoderaba de mí. Las hojas brillaban como
puntos misteriosos y el río y su luz eran energía pura. Nunca había vivido con
los nervios tan en punta y una entereza gigantesca”.
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Datos para una
biografía
James Dickey nació en 1923 en
Buckhead, un suburbio de Atlanta, Georgia, Estados Unidos. Es considerado uno
de los grandes poetas norteamericanos del siglo XX. Crítico y novelista, luchó
como piloto en la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de su vida, enseñó en las
universidades de Florida, Wisconsin y Carolina del Sur y también trabajó como
creativo publicitario. En 1966, recibió el prestigioso National Book Award de
poesía por su obra "Buckdancer’s Choice". En 1977 fue invitado a escribir el
poema inaugural de la presidencia de James Carter. En 1970 alcanzó un éxito
total en los Estados Unidos con “Deliverance” o “La violencia está en nosotros”,
su primera novela, de la que luego escribiría el guión para el director de cine
John Boorman. El mismo Dickey actuó en la película, desempeñando un pequeño
papel (el del sheriff Bullard). Un curso juvenil sobre lírica inglesa del siglo
XVII y otro sobre carpintería le procuraron, según Dickey, los instrumentos y
herramientas para aprender a narrar. Autor de una prolífica obra poética,
publicó otras dos novelas: “Alnilam”, en 1987, y “To the White Sea”, en 1993,
novela editada dos años más tarde en castellano con el título de “Hacia el
mar blanco” y de manera conjunta por Grijalbo-Mondadori y BCN. “La
violencia está en nosotros” fue publicada por primera vez en nuestro idioma por
Destino en 1973 con el título de “Liberación”. El título que se le asignó ahora
en la reedición argentina se debe a que así se llamó en este país la versión filmica de Boorman, hoy considerada película de culto, interpretada por Jon Voight y
Burt Reynolds y con los grandes secundarios Ronny Cox y Ned Beatty. También el autor escribió el guión de “Call of the Wild”, película para la televisión dirigida
por Jerry Jameson (1976). Dickey murió en enero de 1997, en Carolina del Sur.
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Video: Trailer de “Deliverance” o “La violencia está en
nosotros”, en la que aparece James Dickey como actor secundario. Película de
John Boorman, Estados Unidos, 1972:
Hola! Pregunta para el autor de esta crítica: cree usted que es un libro para alguien que no lee mucho? Es decir, la narrativa es fluida? Tiene vocabulario estándar? Es capaz de atrapar a cualquier lector? Desde ya gracias!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAlejandra: recomendar libros es siempre algo arriesgado porque cómo saber si "ese" libro es aquel que a ti te puede interesar, motivar, o hasta conmover. Lo que tienen estos libros "negros" de La Bestia Equilátera es que responden a algunas constantes a mi juicio interesantes: son cabales representantes del género policial norteamericano, son duros, en cuanto a los temas, fluidos y muy bien construidos. Estará en ti (en vos decimos los argentinos) decidir si esos parámetros te convencen. Bien es sabido que Borges dijo que no todos los libros son para todos los lectores. Hay libros que sí te esperan. Ahora mismo estoy "dialogando" de nuevo con "Suite francesa" de Némirovsky y "escucho" la voz del maestro diciéndome que sí, que este libro es para mí. Saludos.
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