"Gracias por la compañía", de Lorrie Moore. El regreso de la gran cuentista

“Gracias por la compañía” (“Bark”), de Lorrie Moore
Seix Barral, Barcelona-Buenos Aires, 2015, 197 páginas
Traducción de Daniel Gascón
En España: 17,90 euros. En Argentina: 169 pesos
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Por motivos que no se pueden entender demasiado, el “Ladrido” del título original que la norteamericana Lorrie Moore eligió para su regreso al cuento, se ha transformado en “Gracias por su compañía” en nuestro idioma. Título tomado del último de los cuentos de la serie y al mismo tiempo una sutileza, presumo, porque en rigor casi nadie termina agradeciendo la compañía del otro en estos relatos y por consiguiente es dable entenderlo como ironía. “Ladrido”, en todo caso, me resulta más explícito.

Al margen de eso, cabe alegrarse porque Moore ha vuelto al cuento luego de dieciséis años alejada del género (su libro anterior, “Pájaros de América”, que en Argentina titularon “Es más de lo que puedo decir de cierta gente”, había aparecido en 1998). Y sus lectores bien saben que esta autora se demora considerablemente en publicar porque, lo ha dicho explícitamente, el proceso de escritura en ella es “lento y azaroso”.

En los ocho cuentos que integran la selección la insatisfacción de los personajes se impone al resto y las parejas demuestran que poco o nada tienen que decirse: “Robert Louis Stevenson escribió que el matrimonio es una larga conversación. Stevenson murió a los cuarenta y cuatro años y, por supuesto, no tuvo la menor idea de cuan larga podía llegar a ser esa conversación” (p.183). Su propia conversación “se detuvo” años atrás, cuando se divorció, pero la autora ha pedido no ser nunca confundida con sus personajes y que buscarla en ellos, sostiene, “sería una búsqueda muy tonta”.

Realismo, un humor que muchas veces se vuelve ácido, cuando no sarcástico, la política del momento como telón de fondo (el ataque contra las Torres Gemelas en “Al pie de la escalera”, la guerra de Irak en varios de estos cuentos; fotos), conflictos externos que se corresponden con los que viven en sus “almas” sus personajes. Tales los basamentos de los textos de ficción que le dieran fama a partir de “Autoayuda” (“Self-help”, 1985) cuando tenía 28 años. Ahora, con 58, y siempre con sus historias de soledades, Lorrie Moore mantiene sus peculiares puntos de vista sobre lo que significa vivir, y especialmente vivir en relación, en nuestros días.

En “Muda”, Ira, que viene de un divorcio traumático (“Ira llevaba seis meses divorciado y aún no podía quitarse el anillo de bodas”) conoce circunstancialmente a Zora, también divorciada, pero con un hijo adolescente (Bruno), con el que ella mantiene una relación enfermiza, que lleva a la incipiente pareja a un callejón sin salida. En “Enebro”, la muerte de una amiga, Robin Ross, genera en la protagonista una sensación de culpa (está saliendo con un hombre que fue amante de la muerta) que termina en una extraña situación fantasmal. En “Pérdidas de papel”, Moore cuenta la historia de la separación de Kit y Rafe, decidida por este último, que mal se resuelve en un absurdo y desdichado viaje familiar a una isla caribeña. En “Enemigos” expone las hipocresías a la que acuden Bake McKurty y su esposa, en una cena benéfica, para tomar contactos y promocionar su oscuro libro dedicado a la vida de Washington y las humillaciones que deben soportar.

En “Alas”, Moore aborda temas más complejos o en todo caso no tan lineales. Así, por una parte, habla de la relación de KC o Casey con Dench, ambos jóvenes y músicos frustrados, que sobreviven como mejor pueden mientras esperan, sin ganas ni búsquedas concretas, la “salvación” que por cierto no les llega. Además, por sacar diariamente a su perro, se encuentra con el anciano Milton, con el que termina estableciendo una amistad que (¿inexorablemente?) lleva a ambos a una situación equívoca. En el medio, la confusión de la vida, el aliento malsano de Dench para que la joven busque sacarle ventaja al anciano, la dificultad de KC para asistir a Milton sin que se despierten en éste falsas expectativas. Y un final inesperado, que sirve para que todo se mantenga en suspenso. En especial, lo emocional.

En “Referencial”, Pete conoce a una viuda con un hijo internado por haber intentado mutilarse, o algo más, en varias oportunidades. Moore se reserva el final del relato para demostrar lo difícil, cuando no imposible, mantener vivo al amor. En “Sujeto a registro”, la autora hace que Tom y una mujer, con la que mantiene desde hace años una intermitente relación afectiva, se encuentren en un restaurante de París. Es un clima “sofisticado” y extraño en su narrativa, porque Tom pertenece a los servicios secretos norteamericanos y se reúne con ella brevemente porque tiene que partir en una misión que nadie debe conocer. Clima extraño y situación también extraña, porque la pareja ha mantenido relaciones clandestinas durante años pero en el ahora del relato ambos están libres y sin embargo siguen sin consolidar esa relación. ¿Otra manera de decir que para el amor no hay lugar en ninguna parte? “Gracias por la compañía”, cuento que da título al libro en nuestro idioma, habla de la relación, complicada, que vive una madre con su hija adolescente, Nickie, y lo que ocurre cuando ambas asisten al segundo casamiento de quien fue niñera de esta última.

”El humor es un acto de resistencia y supervivencia”, ha sostenido Moore.  Y el humor está en estos cuentos, omnipresente, a veces de manera sesgada, otras en forma explícita, y otras más vuelto bromas que a alguna crítica ha llegado a molestar por su reiteración. Sin embargo, Moore lo utiliza siempre con precisión, y logra “aliviar” las tensiones que suelen generar sus relatos, en los que se superponen capas emocionales que el lector deberá ir desbrozando.

El humor, aún el más directo, en la escritora estadounidense “funciona” muy bien. Una prueba: “Para eso se había inventado la fe: para criar a los adolescentes sin morir. Aunque por supuesto también era la razón por la que se había inventado la muerte: para escapar a los adolescentes por completo”. Claro está, la mayoría de las veces es más sutil y así, hablando de la relación complicada de una mujer con un hombre, señala: “Una mujer tiene que elegir su infelicidad particular con cuidado. Era la única felicidad en la vida: elegir la mejor infelicidad”.

Moore sabe relatar y sabe derivar, hacer que –como en su admirada Alice Munro- los cuentos tomen erráticos caminos y en ese discurrir nos vayan contando sobre la vida, sobre el duro conflicto del existir. Leer a Moore sigue valiendo la pena.
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También Bark significa corteza de árbol y Moore alude a ella en un poema de Caroline Squire que sirve como epígrafe: “Seguiré aquí… dejando que mi corteza crezca en torno a una alambrada como una sonrisa”. ¿Corteza como piel externa, como si se hablara de piel de elefante? Sin embargo, la mayoría de sus personajes son débiles y bien que les penetran las balas de los otros. Queda en el lector descifrar el último significado de esta suerte de enigma.
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“Le rompía el corazón haber llegado a eso: si uno pudiera conocer el futuro, todos los atisbos imprevistos del ser amado, quizás tuviera problemas para encontrar el coraje necesario para seguir adelante. Probablemente, ésa era la razón por las que nueve décimas del cerebro humano se habían vuelto inútiles: para hacerte estúpidamente intrépido. Uno sólo trabajaba con el cerebro animal, el cerebro Pringle. El cerebro del mago-dios, el que podía ver el futuro y mover objetos sin tocarlos, estaba dormido”.
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Perfil
Lorrie Moore nació en Glens Falls (Nueva York) en 1957. Es autora de cuatro libros de relatos, “Autoayuda” (1985), “Como la vida” o “Como la vida misma” (1990),  “Pájaros de América” o “Es más de lo que puedo decir de cierta gente” (1998), finalista del National Book Critics Circle Award y elegido por Entertainment Weekly como uno de los cincuenta mejores libros de los últimos veinticinco años, y “Gracias por la compañía” (2014). Publicó también tres novelas: “Anagramas” (1986), “Hospital de ranas” o “El hospital de ranas” (1994) y “Al pie de la escalera” (2009). Ha sido galardonada con varios premios, entre ellos el Irish Times International Prize for Literature, el O. Henry Award, el PEN/Malamud Award y el Rea Award for the Short Story, y la Lannan Foundation le ha concedido una beca. Es miembro de la American Academy of Arts and Letters. “Gracias por la compañía”ha sido elegido libro destacado por The New York Times y The Washington Post, y entre los mejores libros del año por San Francisco Chronicle, NPR, Financial Times, BookPage y St. Louis Post-Dispatch. Ha sido finalista del Frank O’Connor International Short Story Prize. Es profesora universitaria y escribe artículos diversos, incluyendo críticas literarias, para diversos medios.
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Entrevistas recientes:
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Video: La autora dialoga con Deborah Treisman en The New Yorker Festival. Duración: 1 hora, 25 minutos (en inglés).

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