"Termina el desfile", seguido de "Adiós a mamá", de Reinaldo Arenas. Una vida sin sosiego, una escritura inolvidable
“Termina el desfile”, seguido por “Adiós a
mamá”, de Reinaldo Arenas. Tusquets, Buenos Aires, 2015, 289 páginas. Reedición
en colección Maxi. En Argentina: 249 pesos.
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La reedición argentina de los cuentos
completos del cubano Reinaldo Arenas, permite el reencuentro con la obra breve
de un enorme, complejo y contradictorio escritor. “Con los ojos cerrados”,
reunió, por primera vez en 1972 y en Montevideo, los primeros ocho cuentos que en
la década de 1960 había escrito Arenas en su isla natal, cuando era un joven
entusiasta y desconocido que, procedente de Holguín –en el interior rural del
país- se había radicado en La Habana y sostenía una adhesión militante a la
Revolución que terminaba de triunfar.
Eran cuentos potentes, inaugurales, de alta
creatividad y fluida escritura que deben haber llamado mucho la atención,
porque resulta siempre infrecuente que una persona joven y desconocida logre
sorprender con aportes renovadores. Por comparación, podrían recordar (en forma
parcial) una cierta forma de escritura de la que se “apoderaría” Gabriel García
Márquez a partir de “Cien años de soledad”, pero sus cuentos que abrevaban
tanto en el surrealismo como en la realidad de su país, así como en sus
costumbres y leyendas, no se escribieron bajo el influjo del colombiano, porque
se trató de una escritura independiente y en muchos casos anterior a la de
Gabo. Simplemente, ellos no llegaron a tener contactos, dado que casi al mismo tiempo
y en geografías diferentes buscaban sus propios caminos.
En cuanto a Arenas, como es conocido, a poco
“andar” en términos creativos y personales, sus actitudes rebeldes y
provocativas le cerraron muchas puertas haciéndolo enfrentarse con el régimen
castrista, a punto tal que fue con presteza apartado de la “nomenclatura”,
castigado con dureza (dos años de prisión efectiva, confinamiento en un “campo
de reeducación”), hasta que dejó de ser publicado y se intentó que su nombre
quedara sepultado en el olvido. Eso, a pesar de la gran calidad de sus textos y
a que su novela “Celestino antes del alba” (1967), resultó ser uno de los
textos más renovadores que dio Cuba (y que dio nuestro idioma) por aquellos
años.
Marginal por definición, Arenas llegó a vivir
en un parque público, vio prácticamente toda su obra destruida y por fin fue
expulsado desde el puerto de Mariel en 1980, radicándose primero en Miami y
luego en Nueva York, donde contrajo sida y terminó suicidándose en 1990, no sin
dejar su testimonio/testamento literario, “Antes que anochezca”, un texto
desgarrador.
“En manadas, entre las pedradas,
el polvo y el tiroteo, van entrando,
vamos entrando” (toma de la
embajada de Perù, La Habana, 1980)
Así termina el desfile
En el primer cuento de esta antología,
“Comienza el desfile” (1965), se expresa la celebración por el fin del batistato
y el ascenso al poder de los guerrilleros barbudos que habían peleado en la Sierra
Maestra liderados por Fidel Castro. Pero esa visión ya es sesgada, puesto que
quien habla es un pequeño traidor, quien no hubiera merecido celebrar porque, a
la hora de “jugarse” por la revolución no lo hizo. Como suerte de
contrapartida, en el último relato de la serie, ya escrito en el exilio,
“Termina el desfile”, el protagonista-narrador cuenta lo que fue el asalto a la
embajada de Perú, en 1980, de la que participó el propio Arenas, una toma
masiva, con mucha represión, que implicó la expulsión de miles de cubanos desde
el Puerto de Mariel, entre abril y octubre de ese mismo año. Es decir, el
protagonista –que puede ser el mismo del primer relato- cuenta su desilusión,
su ruptura definitiva con el propio proceso revolucionario.
Escrita en un corto plazo (entre 1964 y 1968),
o sea entre los 21 y los 25 años del autor, la serie de ocho relatos admite
múltiples vasos comunicantes: son textos desmesurados, transcurren en el ámbito
rural, el paisaje se muestra tan feraz como feroz y resulta notoria la
dificultad del protagonista para comunicarse con los otros (en general, con las
otras, porque hay pocos hombres-personajes en estos cuentos en gran parte
esperpénticos, poblados de monstruos –aunque tengan rostros y actitudes humanas).
“Rosa”, el texto más largo de esta parte del
libro es, por comparación, el más “concesivo”, puesto que muestra a través de
una propietaria rural los cambios profundos que ha producido la revolución y
que ella no termina de interpretar, comprender ni, menos, compartir. En cambio,
el resto es desmesura constante, muestras reiteradas de disfuncionalidad familiar,
incomprensión, magia, personajes brujeriles
(especialmente unas tías que parecen estar en permanente aquelarre) y un
lenguaje exuberante, riquísimo, que se corresponde con los “excesos” de estos
textos, tan ligados a las novelas fundamentales de Arenas, que transitan por senderos
similares: “Celestino” y “El mundo alucinante”, escritas en la misma época.
La desmesura continuará acompañando en el
exilio a Arenas, quien se volcará a las novelas (en los Estados Unidos escribirá ocho en total, en
tanto reorganizará los textos desperdigados que en su enorme mayoría había
perdido –o se los habían destruido- durante su vida en la Isla). También escribió poesía, apuntes de tipo político, ensayos, teatro, memorias y algunos cuentos. Estos últimos, en forma póstuma y con el título de “Adiós a mamá”, se publicaron
en libro en 1995.
“¿Cómo se llamaba esa
película? ¿y sobre todo
ella, la actriz, tan hermosa?
¡Ingrid Bergman!”
La madre terrible
Los cuentos que integran esta segunda parte no
guardan entonces unidad, ni han tenido esa intención. En su errante vida de una
década en los Estados Unidos, durante la cual –apátrida, homosexual- vivió de manera
muy irregular (en el video incorporado a esta nota pueden escucharse las
propias declaraciones de Arenas que ilustran al respecto), escribió también “a
los saltos”, resultando su intención central enfrentar en obra al gobierno y a la
política encarnados por Fidel Castro (de quien ofrece la peor imagen en su
esperpéntica novela “El color del verano”, publicada de manera póstuma en 1999).
Los relatos son dispares, pero de
todos ellos corresponde hablar de “Final de un cuento”, en el que el
protagonista lleva con él las cenizas de un amigo que no ha podido soportar el
exilio y ha terminado suicidándose. Y las lleva a Cayo Hueso, a la máxima
cercanía posible, desde los Estados Unidos, a Cuba, para que simbólicamente su
amigo se reencuentre con el mar, con todo lo perdido. Cuento melancólico,
bellamente escrito, es también el mensaje crepuscular de Arenas, la despedida conmovedora de alguien que sólo en la muerte debe haber encontrado el sosiego que nunca
tuvo en vida.
“Y yo en la sala,
ya sin poder oír a Miguel Aceves Mejía. Y yo en la sala, dándome sillón, sin
saber qué hacer. Y abuelo regando el flit noche tras noche; sin nada que comer
y con esta casa llena de mosquitos, de cucarachas y ratones. ¡Ratones!,
cualquier día vendrán silbando hasta mi cama, me tomarán por los pies y me
llevarán hacia no sé qué sitio, a sus cuevas oscuras; allá, donde termina el
mundo…”.
Perfil
Reinaldo
Arenas
nació en Holguín (Cuba), en 1943 y, enfermo de sida, se suicidó en Nueva York,
donde estaba exiliado, en 1990. Hijo de una familia de campesinos, adhirió al
principio a la revolución castrista, pero su rebeldía contra todo dogmatismo no
tardó en convertirlo en un «peligro social». Tras unas penosas vicisitudes, que
narró en su autobiografía “Antes que anochezca” (publicada en forma póstuma en
1992), Arenas fue expulsado de Cuba en 1980 y luego de pasar un tiempo en Miami
se instaló en Nueva York. Durante su exilio, reelaboró gran parte de su obra,
que estaba prohibida en Cuba y había sido varias veces destruida, como parte
del hostigamiento que sufrió por su condición de opositor y homosexual. Su obra
comprende las novelas “Celestino antes del alba” (1967, el único trabajo que
vio publicado en su isla natal), “El mundo alucinante” (1969; texto enviado
clandestinamente a Francia, donde apareció antes en ese idioma que en
castellano), “El palacio de las blanquísimas mofetas” (1980, publicado por
primera vez en Venezuela), “La vieja Rosa” (1980; con ese mismo título publicó
un relato largo junto a otros cuentos en 1972 en Uruguay), “Otra vez el mar”
(1982, debió reelaborarlo en el exilio, luego de que dos versiones anteriores
fueran destruidas en Cuba), “Arturo, la estrella más brillante” (1984), “La
loma del ángel” (1987), “El asalto” (1988), “El portero” (1989) y “El color del
verano o Nuevo Jardín de las Delicias” (1999, póstumo). Cuentos y relatos: “Con
los ojos cerrados” (1972), “Termina el desfile” (1981), “Viaje a La Habana”
(1990, integrada por tres relatos) y “Adiós a mamá” (1995, póstumo, con prólogo
de Mario Vargas Llosa). Antologías poéticas: “El central” (1981), “Voluntad de
vivir manifestándose” (1989) e “Inferno” (2001, póstumo, poesía completa con
prólogo de Juan Abreu). Ensayo: “Necesidad de libertad” (1986). Teatro: “”Persecución”
(1986, cinco obras teatrales). Arenas denominó “Pentagonía” a las novelas
“Celestino antes del alba”, “El palacio de las blanquísimas mofetas”, “Otra vez
el mar”, “El color del verano” y “El asalto”. En el año 2000 Julián Schnabel
filmó “Antes que anochezca”, con Javier Bardem interpretando a Reinaldo Arenas
y una década más tarde Jorge Martín dirigió una ópera basada en el mismo libro.
Basado en su vida, Manuel Zayas presentó en 2004 “Seres extravagantes”, filmado
clandestinamente el año anterior en Cuba.
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Algunos enlaces;
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Video: homenaje a Reinaldo Arenas en París
(subido a Youtube en 2009, duración 10.37 minutos)
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