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La norteamericana Karen Russell sorprende con los ocho cuentos, en su
mayoría casi novelas cortas, que integran su segundo libro, “Vampiros y
limones”, una selección conocida dos años atrás en su país y que de inmediato
(de manera merecida) recibió ponderados comentarios y diversos premios.
Cómo para no. Russell, escritora joven (nació en Miami, en 1981), no sólo
demuestra ser poseedora de una fértil imaginación sino de un sólido dominio de
la escritura. Los ocho cuentos son muy
disímiles entre sí y el lector se encuentra en definitiva ante otras tantas
propuestas de lecturas. Mundos y personajes diferentes, escenarios disímiles y
situaciones “independientes” que dan riqueza al libro. Uno de ellos, "La Ventana de Hox River", nos ha resultado excepcional.
Se sabe, literatura es antes que nada lenguaje, la forma de narrar.
Continente/contenido respecto de los cuales Russell se exime con notas
infrecuentes. “Vampiros y limones”, el texto que da título al libro, habla de
un viejo vampiro que se encuentra con su pareja (obvio, una vampira), la que le
enseña que el mundo ha cambiado y que no todo debe ser sangre, oscuridad y
horror, sino que también existen el sol, los limones cargados de jugo. Y el
concreto amor.
El “salto” que da Russell (arriesgando, claro está) al pasar al segundo
cuento sorprende al lector. Porque en él ya no hay vampiros ni escenarios
europeos, sino que quien le habla en “Devanando para el Imperio“, en la “Era
Ilustrada de los Meiji”, (es decir durante la segunda mitad del Siglo XIX y
principios de los años 20, cuando el imperio nipón avanzó en pleno hacia la
industrialización y su consolidación como potencia mundial), es Kitsune, una
mujer pobre que, como tantas, ha sido capturada para devanar la seda de los
gusanos, pero que de a poco van transformándose en seres monstruosos hasta que
generan ellas mismas la seda que el imperio tanto reclama. El terror “preside”
el texto y la rebelión de las mujeres es lo que va labrándose, como un segundo
tejido clandestino, en este relato de nítida atmósfera kafkiana.
Territorio de gaviotas
El tercer episodio obliga de nuevo al lector a situarse en otro tiempo y en
distinto espacio, porque en “La legión de gaviotas desciende sobre Strong
Beach, 1979”, Russell nos cuenta, en principio, una historia de amor y deseos
de un adolescente y de inmediato la extraña conexión que se plantea entre el
adolescente Nal, protagonista, 14 años, y las gaviotas que arman un nido con
elementos, objetos, que extrañamente conectan con su vida y también con el
derrumbe familiar. Vanessa, la joven deseada, es la contrapartida, la que lo
conecta con la vida, quien con su sexualidad lo proyecta al futuro, abriendo
una hendija a la esperanza.
Dos relatos resultan prescindibles, quizás porque son ingeniosos pero no
mucho más: “El Establo al final de nuestro mandato”, en el que ex presidentes
estadounidenses muertos reencarnan en caballos, y “Reglas para hinchas en la
Antártida, según Dougbert Shackleton”
(la lucha entre ballenas y el krill vista como competencia deportiva). El
último de la serie ("El monigote insepulto de Eric Mutis"), con ser importante (un grupo de adolescentes que ha hostigado a otro se
enfrenta al misterio ante la aparición de un espantapájaros que recuerda
demasiado a la víctima) se ubica en un segundo plano si se lo compara con el
relato de la Ventana y también con el octavo, “Los nuevos veteranos”.
El joven, Derek, sufre por ese recuerdo y Beck, la masajista, sin saber
cómo, con sus masajes le va cambiando sus recuerdos hasta extirpar dolores y
sentimientos de culpa. Aunque las pesadillas de Derek terminen invadiéndola. Es
la habilidad de Russell la que vuelve creíble un cuento de naturaleza
fantástica muy bien narrado.
En el muy lejano y salvaje Oeste
Donde la esperanza vacila y también el espíritu, es en el terrible “La
Ventana de Hox River”, texto gótico, diferente, un relato que casi no se parece
a ningún otro. Transcurre en Nebraska, en la década de 1870, en un verdadero y
crudelísimo Lejano (y tan lejano…) Oeste, donde los pioneros que ocupan tierras
fiscales soportan las mil y una para volverse propietarios. Pero para que así
ocurra deben pasar dos cosas: que los
pioneros se encuentren en el lugar cuando los visite el Inspector y que éste
pueda comprobar que, como gran contrasentido, en las covachas inmundas que
habitan exista una Ventana de Cristal. Mayúsculas.
Incoherencia casi o totalmente absoluta pero que, al parecer, era una norma
legal con la que debía cumplirse a rajatablas. Russell escribe un cuento de
dolor y soledad, con fuerte incidencia de clima y ambiente geográfico,
protagonizado por un niño de apenas 11 años que debe llevar (a caballo,
corriendo contrarreloj) a un “vecino” que vive a unos 30 kilómetros de
distancia, la única ventana con la que cuentan en la zona para que la exhiba
ante el Inspector esperado que, como Godot, nunca llega. El relato es sencillamente demoledor y por
supuesto, su final no se puede explicitar, aunque sí debe destacarse el
lenguaje de Russell, rico en detalles, las atmósferas que crea y recrea, las
sutilezas descriptivas y los monólogos enfermizos de Miles, el niño de once
años a quien confían el traslado de la Ventana, casi un invento de Poe.
Quizás la narradora falle en la “voz” que impone en el texto, porque pone en boca del pequeño Miles palabras y conceptos que a su
edad no sabría cómo expresarlos. El narrador omnisciente hubiera quedado más
justificado. Pecatta minuta respecto de uno de esos grandes cuentos que sólo
de tanto en tanto aparecen en la literatura contemporánea, aunque no tan
sorprendente en un país como los Estados Unidos que sigue teniendo potentes
cultores del género.
Russell, que sorprendió con su novela de familia disfuncional “Tierra de
caimanes”, regresa con renovada fuerza en este libro en el que tanta incidencia
tiene el realismo mágico. No puede sorprender en quien se confiesa admiradora
de Cortázar, García Márquez, Borges, Rulfo... Un libro para tomar muy en
cuenta. Una serie de gratas lecturas.
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Perfil
Karen Russell (Miami,
1981) está considerada una de las mejores escritoras jóvenes norteamericanas
por numerosas publicaciones, entre ellas la revista Granta. Es autora del
volumen de relatos “ Lucy’s Home for Girls Raised by Wolves”, merecedor
del Bard Fiction Prize 2011 y que en 2009 obtuvo el Premio «5 de menos de 35»
de la National Book Foundation. Tres de sus relatos están incluidos en los
volúmenes de Best American Short Stories, y el titulado «The Hox River
Window» ha ganado en 2012 el National Magazine Award en la categoría de
ficción. Finalista del Premio Pulitzer 2012, elegida una de las diez mejores
novelas de 2011 por The New York Times Book Review, y Premio Young
Lions Literary Fiction 2012, En “Tierra de caimanes”, su debut novelístico,
narró un desgarrador a la vez que hermoso tránsito de la infancia y la inocencia hacia la madurez.
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Video: Diálogo de la autora
con Laura Person en The Chicago Humanities Festival, febrero 2014 (48 minutos,
en inglés):
Disfruté mucho tu reseña y concuerdo en gran medida.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que mencionas sobre sobre la voz impuesta al texto de La Ventana (un cuento absolutamente extraordinario) a mí también me resultó algo extraño al principio. Pero leyendo otros cuentos de Russell he llegado a una conclusión: muchos de sus protagonistas son adolescentes, pubertos o niños, y he notado que esa voz elocuente y compleja sólo se manifiesta en los monólogos interiores de los pequeños protagonistas; cuando interactúan con otros personajes, siempre hablan de acuerdo a su edad. Yo supongo que Karen es muy consciente de ese cambio de tono, y lo usa como recurso literario para adentrarnos a la compleja mente de los niños y adolescentes, para hacernos experimentar (a través de una fusión de su propia voz con la del personaje) la miríada de sensaciones y sentimientos que el personaje podría sentir en carne propia aunque no tuviera la capacidad de ponerlo en palabras.
Gracias Ignacio, tanto por leer mi comentario como por tu valioso aporte. No he seguido el derrotero de Russell luego de este gran libro. "Malo" para mí, como suele decir hoy la calle, al menos en Argentina. Ojalá sigas leyendo el blog. Abrazos
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