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MÁS DE MIL VISITAS AL BLOG
Amigas, amigos: quiero comunicarles que en el día de hoy (26 de diciembre) se registró un total de 1.016 visitas al blog, desde que fue incorporado a Blogger en agosto pasado. (En su anterior ubicación, en La Comunidad de El País, registró más de 40 mil visitas). Los datos estadísticos indican que el blog ha recibido visitas de Argentina, de México, de España y de -otros lugares del mundo, algo que por cierto estimula (a veces me sorprende) y en todos los casos me alienta a seguir.
Gracias por la compañía. felices fiestas y feliz año nuevo.
-----LA NOTA SOBRE PYNCHON----
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Gracias por la compañía. felices fiestas y feliz año nuevo.
-----LA NOTA SOBRE PYNCHON----
“Bleeding-edge” (título original de la novela) es una tecnología sin ninguna utilidad demostrada aún, un material de alto riesgo, es decir una tecnología de especulación para quienes se arriesgan a las novedades que resultan poco fiables. También puede querer referirse a los bordes de una herida abierta, sangrante.
El autor de los mundos paranoicos y
conspirativos ha regresado con su octava novela, “Al límite”, esta vez para
hablarnos, a su modo, del atentado contra las Torres Gemelas. Pynchon tiene
ahora 77 años y sigue siendo el mismo escritor casi inescrutable y desconocido
que ya diera que hablar cuando en 1963 (a los 26 años) sorprendió con su
magnífica “V”.
Varias veces se ha dicho, y con razón, que a Pynchon
se lo acepta “in toto” o se lo deja, porque sus propuestas narrativas son muy
cifradas, personales y, también, un tanto arbitrarias. Es al mismo tiempo, un
enorme escritor, uno de esos que aparece sólo cada tanto. Para Harold Bloom, el
crítico menos concesivo del mundo, estamos ante una de las cuatro voces
estadounidenses actuales que por fuerza propia se coloca en primera fila. Las
otras son las de Cormac McCarthy, Don DeLillo y Philip Roth.
Ha escrito obras maestras, como lo fueron V o El arco iris de gravedad, o libros inolvidables como Mason & Dixon o Contraluz, un relato extraordinario, texto que a mi juicio fue su última gran
contribución a la narrativa contemporánea. Vicio propio (del 2009, llevada al cine por Paul Thomas Anderson), no llegó a esas cotas. Al límite, a
su vez, se muestra abierta a toda clase de análisis, calificación y discusión.
Como indiqué, en ella Pynchon aborda la
complejidad del atentado a las Torres, aunque la historia comienza un poco
antes, cuando han estallado los entonces llamados punto.com (o dot.com), esa
promesa de hacer negocios en la incipiente Internet de la época, que resultó
una gran creación de paraísos artificiales, generadores de grandes y efímeras
fortunas así como de múltiples desilusiones (y estrepitosos fracasos
económicos).
La protagonista casi excluyente de la novela es
la investigadora de fraudes fiscales Maxine Tarnow, atribulada madre judía de
dos hijos que suele ubicarse un tanto al margen de la ley para sus trabajos,
más propios de un detective privado que de alguien que debería actuar en un
ámbito excluyentemente administrativo. No por nada nunca olvida de portar una
Beretta en su cartera.
El mundo entrópico. La paranoia, el caos, el mundo entrópico, una
sociedad manejada por seres oscuros e innominados, el misterio que subyace
detrás o por debajo de lo aparente, son temas recurrentes en Pynchon, que se
reiteran en Al límite. Se dice que la entropía es el grado de desorden y de
caos que existe en la naturaleza. Es el segundo principio de la termodinámica
que puede definirse esquemáticamente como “el progreso para la destrucción” o
“desorden inherente a un sistema”. Este
principio establece que a cada instante el Universo se hace más desordenado.
Hay un deterioro general pero inexorable hacia el caos.
Por eso, el “piso” nunca es firme ni hay
seguridad alguna en las historias, si así pueden ser llamadas, que cuenta
Pynchon. La novela tiene que ver con todas estas cuestiones y con los seres
que la pueblan, y que son muy variados. Seres extraños, muchas veces violentos,
de comportamiento ambiguo, que aparentan vivir en movimiento constante,
aparecen y desaparecen en forma arbitraria, están como subidos a una calesita o
tiovivo que gira a gran velocidad y que nunca se detiene.
En la cubierta de la edición española, se
presenta una fotografía de los rascacielos de Nueva York en cuyas torres se
producen explosiones de las que surgen rayos que caen sobre otros edificios, y
que también, como arcos voltaicos que cargaran de electricidad infinita el
ambiente, llegan al cielo. Como si todo estuviera próximo a explotar. Es lo que
el autor nos ha querido contar en su más reciente novela/antinovela.
Es novela, en cuanto a que ocurren distintos
episodios que presentan un cierto orden, una determinada concatenación. Pero
también es una antinovela por su dispersión, porque no presenta un núcleo
temático, porque se disgrega en forma constante y con ella no se arriba a un
punto central o cenital sino que, como diría Bob Dylan, parece quedar todo
flotando en el viento.
Un viento que arrasa. Pynchon le imprime al
libro un tono coloquial, próximo a la comicidad, en la que los personajes y
situaciones aparecen y desaparecen casi sin solución de continuidad. Ha
poblado a sus 500 cargadas páginas de historias que se entrecruzan, y de
múltiples personajes que han sido ya ganados por la por entonces incipiente
Red. Red que no es lo que aparenta, puesto que al parecer hay una “Web
profunda”, que lo mejor que se puede hacer con ella es evitarla…
El enemigo. El “enemigo” por excelencia es el escurridizo
Gabriel Ice, un tipo inescrutable que parece dispuesto a volverse el Gran Villano
como un personaje siniestro que hubiera sido extraído de las novelas de James
Bond. Su objetivo sería el de obtener el dominio definitivo de la Web.
Maxine intenta desentrañar distintos misterios que se van presentando, incluidos los que plantea Ice, y que son como atisbos de los enigmas que se esconden detrás de las fachadas, de las acciones de los distintos personajes, y hasta de lo que esconde la Web, a veces “tapada” por los que aparentan ser nomás que simples juegos de computadora u ordenador.
Maxine intenta desentrañar distintos misterios que se van presentando, incluidos los que plantea Ice, y que son como atisbos de los enigmas que se esconden detrás de las fachadas, de las acciones de los distintos personajes, y hasta de lo que esconde la Web, a veces “tapada” por los que aparentan ser nomás que simples juegos de computadora u ordenador.
No es de extrañar que haya también un “detrás”
impreciso, imprevisible, pero siniestro, en las novelas de Pynchon. Insinuado,
nunca totalmente dicho. Es la “Web profunda”, pero también otros recovecos en
los que se atreve a incursionar Maxine y que parecen esconder centros
neurálgicos de un poder innominado e impreciso. Y que también remiten al
horror, a la muerte.
Hackers, nerds, mafiosos rusos, mujeres
rebeldes o sumisas, espías, personas estrafalarias (como la que percibe el
“todo” a través de los olores), páginas Web que abren puertas a mundos
paralelos. Y eso siniestro que “late” en la novela, que en determinado momento
ocurrirá, y que es nada menos que el pérfido ataque a las Torres.
Aunque hay quienes sostienen que Pynchon se
muestra en esta novela explícito como nunca, lo cierto es que su apelación
constante al humor, hasta al sinsentido de distintos episodios, los reiterados
juegos de palabras, las claves que esconden otras claves (y así de continuo),
obligan al lector a “andar” a paso lento por las pobladas páginas de Al
límite para lograr interpretarlas.
Al mismo tiempo, las paranoias y los secretos
de Pynchon no resultan tan originales como cuando “veía” conspiraciones en sus
libros iniciales (por ejemplo, en El arco iris de gravedad, de 1973), porque
hemos aprendido a ser muy desconfiados luego del atentado a las Torres, luego
de Wikileaks, luego de las revelaciones de Edward Snowden. Y más “ahora mismo”,
después que el propio Senado norteamericano denunciara las acciones
clandestinas de la CIA, torturas incluidas, cometidas durante años después del
múltiple atentado de 2001 (U otro “ahora mismo”: el ataque cibernético y
despiadado a Sony, de tal calibre que casi la destruye).
El libro, la historia, las historias, se
cierran de la misma manera ambigua con la que comenzó, aunque –claro- en el
medio están las Torres atacadas por aviones, el comienzo del siglo XXI, el auge
del terrorismo, las miles de preguntas que se han hecho y que no parecen
encontrar respuestas.
Otras consideraciones. ¿Qué me ha ocurrido con la lectura de Al límite? Lo primero es
un hecho subjetivo y está dado por la traducción, muy llevada a lo
coloquial-español que genera dificultades a un lector como yo, argentino, demasiado ajeno
a ese lenguaje. Esto de inmediato reclama una aclaración: la traducción de
Pynchon a cualquier idioma es tarea ardua, reservada para pocos. Al traductor
Campos el trabajo le demandó nueve meses, nada menos.
Lo segundo es más general: a mi manera de ver a Al límite le falta intensidad y, de cierta manera, sorpresas. Quizás porque
el mundo-Pynchon ya ha sido demasiado transitado y uno, lector, siente que
“algo así” ya lo ha leído antes. Por supuesto, no se puede ni debe comparar,
pero una historia –si así se la puede llamar- como la que narra la última ficción del gran autor necesitaba la potencia que exhibía El arco iris de gravedad. Pero está visto
que mucha agua ha pasado bajo el puente también en el territorio de Pynchon.
Pero se trata del maestro. El
maestro que con sus conspiraciones, sus paranoias, sus chistes malos o
geniales, sus personajes estrambóticos, nos muestra el mundo subvertido, nos
dice que la realidad virtual ha llegado para agudizar el caos. Y que en el
comienzo mismo de este siglo actual hemos perdido definitivamente toda
inocencia.
Fotografías, ciertas o presuntas,
de Thomas Pynchon: arriba, izquierda, el autor cuando cumplió servicios en la Marina. A la derecha,
Pynchon caminando con su hijo, en Nueva York, en la década del 90. Lateral,
arriba: Pynchon en la veintena. Lateral, medio: el narrador tomado a la distancia, con su hijo, también en los '90 del siglo pasado, cuando
había aparecido Mason & Dixon (1996).Lateral, abajo: una interpretación de cómo se lo vería al escritor en la actualidad.
“Esto, que quede claro, no supone en absoluto insinuar que Bush y su gente han perdido la cabeza y han montado los sucesos del 11 de septiembre. Habría que tener una mente irremediablemente enferma de paranoia, más aún, habría que ser un pirado desquiciadamente antiamericano, para que te pasara siquiera por la cabeza la posibilidad de que ese espantoso día haya podido ser organizado deliberadamente como pretexto para imponer una interminable ‘guerra’ orwelliana y la legislación de emergencia que pronto viviremos. No, ni lo penséis, líbreme Dios. Pero siempre queda lo otro. Nuestro anhelo. Nuestra profunda necesidad de que sea verdad. En alguna parte, en algún vergonzoso y oscuro recoveco de nuestra alma nacional, necesitamos sentirnos traicionados, incluso culpables”.
Datos para una biografía
Thomas Ruggles Pynchon Jr. Nació en Long Island, Nueva
York, Estados Unidos, el 8 de mayo de 1937. De él se desconoce casi todo, salvo
que estudió ingeniería y literatura en la Universidad de Cornell, donde fue
alumno de Vladimir Nabokov (aunque éste no recordara haberlo tenido en clase),
que escribió folletos técnicos para la compañía Boeing, que envió a un
comediante a recoger el National
Book Award en 1974 por El arco iris de gravedad y que declinó recibir una
medalla de la Academia Norteamericana de Artes y Letras. Como es un escritor
que, salvo en su juventud, nunca fue fotografiado y jamás concedió una
entrevista, los datos que hay sobre él son mínimos. Todo indica que vive
en Nueva York, casado con la editora o publicista Melanie Jackson y que tiene
un hijo llamado Jackson, nacido en 1991. Por esa época la CNN logró ubicarlo,
pero llegó a un acuerdo para no difundir su imagen. En la publicidad de Vicio
propio (Inherent Vice), que se puede ver por YouTube, se escucha una voz que
se le atribuye. Ha publicado las novelas V. (1963), La subasta del lote 49 (1966), El arco iris de gravedad (1973), Vineland (1990), Mason &
Dixon (1997), Contraluz (2006), Vicio propio (2009) y Al límite (2013).
En 1984 Pynchon permitió que se editara Lento aprendizaje, una colección de
relatos escritos entre 1958 y 1964, con un prólogo de su autoría en el que
marca los errores e imperfecciones de cada uno de esos textos.
Algunos enlaces:
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