EL ORDEN EQUIVOCADO Y OTROS CUENTOS, DE ELIZABETH TAYLOR


El orden equivocado y otros cuentos, de Elizabeth Taylor
Elba Editorial, Madrid, España, 2019, 364 páginas
Selección y prólogo de Clara Pastor
Traducción de Socorro Giménez Cubillos
En España: 23 euros. Aún no se lo ha distribuido en la Argentina, donde se lo puede conseguir en librerías on line a distinto precio


Equívoco que se debe descartar de inmediato, porque mientras la Taylor estadounidense se destacaba por su belleza, sus buenas actuaciones, el glamur y los escándalos, la escritora inglesa tendía a las actitudes humildes, la escritura constante y, también, a mostrarse tímida y reticente respecto de su vida privada.

Salvo un galardón póstumo (ella murió a los 62 años), los reconocimientos fueron escasos, aunque tuvo consecuentes lectores a lo largo de los años. Escribió de manera considerable, tanto que publicó doce novelas y más de sesenta cuentos, pero no brilló ni su obra resultó rutilante. Solo en estos años, tanto tiempo después de su fallecimiento, recibe reconocimientos.

Una pena, por cierto, porque si bien no estamos ante una Alice Munro, sin la menor duda Taylor fue una consistente escritora. Lo demostró con Prohibido morir aquí y queda de nuevo comprobado al leer la veintena de cuentos ahora publicados en España, elegidos por Clara Pastor con mucha inteligencia y traducidos con gran cuidado por Socoro Giménez Cubillos.

Subrayo lo de gran cuidado porque, como bien advierte Pastor, la sutileza fue el central aporte de Taylor a la narrativa. También la observación y su forma de escribir, que volvía fácil lo complejo (como en Argentina se decía habitualmente cuando se hablaba de Adolfo Bioy Casares).

Ella se “movió” en el territorio del verismo, en la Inglaterra de los años ’50 (centralmente), cuando aún se notaban las carencias que había dejado la guerra (escasa comida, edificios deteriorados, ropaje gastado, poco y antiguo tránsito). Como quería Nabokov, Taylor fue maestra del pequeño detalle. Pequeño detalle a través del cual llegaba a mostrar las tragedias que vivían sus personajes, gente tomada del común, la gente de la calle como dirían los españoles, mucha de ella más que marcada por la soledad. Mucha más, por la incomprensión.

Taylor fue notable además para imaginar historias. Y para encontrar inesperadas derivaciones (vueltas de tuerca) al desarrollar sus relatos. (Qué manera inteligente, y persuasiva, de narrar…).

Londres, 1945 fila de personas
en pleno racionamiento
Una carencia de datos. Los veinte cuentos de este libro no están datados. Es decir, no hay información sobre su origen, el momento de escritura y similares. De los veinte encontré datos sobre trece. El más antiguo de estos es “Un jardín triste” (de 1945), notable texto sobre la soledad y la locura, que termina de una manera excepcional, diría que exquisita. Imposible contar más, salvo que se habla de una mujer que ha quedado viuda a causa de la guerra reciente, y de la experiencia que vive con su sobrina, una niña tímida y callada, que a todo accede.

El pequeño (o gran) infierno que se genera en ese extraordinario relato, reaparece en muchos otros. Entre ellos el primero, con el que se abre el libro, “Paseando con mamá”, en el que el hijo (“ostentoso, cínico”) de una anciana (a la que obviamente explota) queda expuesto de una forma inesperada. Otro cuento casi perfecto. O perfecto, sin el casi.

A quien le interese saber cómo se escribe, cómo se “arma” un texto, los cuentos de Taylor son excelentes para analizarlos. Ella decía que se le ocurrían sus historias cuando planchaba. Qué envidia puede llegar a despertar.

Son, como acoté, veinte relatos. Difícil escoger los mejores. Están signados en la mayoría de los casos por la melancolía. Hay desazón, hay sensación de pérdida, de finitud. La autora a veces ironiza, en otros casos cuenta con humor. Casi todos son relatos de perdedores. También, en determinados casos, sus personajes se muestran dignos, más allá de los avatares que deben enfrentar.

Taylor supo decir “desde”, por ejemplo, la vejez, como ocurre en “Ratones, pájaros y un chico” (de 1963) en el que una anciana que ha quedado muy sola en una casa tan envejecida y abandonada como ella, intenta comunicarse con un niño, con resultados poco felices.

Escasa felicidad se encuentra en “Una excursión al origen”, en el que el personaje Gwenda intenta recuperar lo perdido en Francia (donde fue alguna vez feliz con su marido, ya fallecido). Es lo que le cuenta a Polly, una heredera tímida a la que expolia, mientras esta busca, sin demasiada suerte, encontrarse a sí misma.

Difícil sintetizar sin incurrir en más de un spoiler, que en este caso hay que evitarlo, evitarlos, porque los cuentos de Taylor se caracterizan por la sorpresa, por “lo que viene después”. Como ocurre en “El orden equivocado” (de 1972) excelente relato que da título al libro, en el que la anciana Hilda, desahuciada, espera la muerte, acompañada por su esposo Héctor y un agregado, Tom, quien sin la menor connotación sexual se transforma en un ser fundamental en su vida y se vuelve casi protagonista de esta historia, para la que Taylor se luce dándole una inesperada, y fundamental, vuelta de tuerca.

En verdad, todo El orden equivocado es una invitación para la lectura. Algunos cuentos resultan más eficaces que otros, pero con seguridad ninguno es desdeñable. Taylor tuvo, y tiene, a su favor la singularidad de que, al cerrar el libro quien ha tenido la felicidad de leerla quiere más. Al respecto, hago mías las palabras de Paul Bailey: “Envidio a aquellos lectores que llegan a Elizabeth Taylor por primera vez”.

Datos para una biografía

Elizabeth Taylor (Dorothy Betty Coles, Reading, Inglaterra,1912–Penn, Inglaterra 1975), escribió su primera novela, At Mrs Lippincote’s, durante la guerra, mientras su marido (el pastelero John William Kendall Taylor) combatía en las fuerzas aéreas británicas. Tuvo dos hijos. A su primera ficción le siguieron once más, cuatro colecciones de relatos, que fueron publicados en Vogue, The New Yorker y Harper’s Bazaar, entre otros medios, y un libro para niños. No tuvo mucho eco crítico en vida y nunca ganó un premio. Sólo tras la aparición póstuma de su última novela, en 1976, le concedieron el prestigioso Whitbread-Prize por su trayectoria, que recogió su marido. No obstante, desde la publicación de sus primeros libros contó con un público de lectores amplio y entregado. Kingsley Amis y Antonia Fraser, entre otros escritores, ponderaron sus trabajos. En los últimos años han comenzado a reeditarse algunos de sus títulos en nuestro idioma, entre ellos Prohibido morir aquí o Mrs. Palfrey en el Claremont (también El hotel de Mrs. Palfrey), Ángel, El juego del amor, La señorita Dashgood, Un alma cándida y Una vista desde el puerto, además del libro aquí comentado. Han sido llevadas a la pantalla sus novelas Ángel y Mrs. Palfrey on the Claremont (estrenada en castellano con el título de “Una dama digna”), así como algunos de sus cuentos para episodios de la televisión.

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