Historias
tardías (Late Stories), de Stephen Dixon.
Eterna
Cadencia, Buenos Aires, 2018, 380 páginas.
Traducción
de Ariel Dilon.
En
Argentina: 499 pesos. En España: 17.90 euros.
En la buena cubierta de este libro, también de considerable calidad,
dos figuras reclaman la mirada: la nítida de un hombre levemente encorvado, con
perramus y sombrero, al que vemos de espalda, y a su lado la difusa imagen de
una mujer que se apoya en un bastón.
Él se llama Philip Seidel, es escritor, vive en Baltimore, Estados
Unidos. Es también un anciano que ha enviudado poco tiempo atrás y extraña a la
que ha sido su compañera de casi toda su vida adulta, Abigail, Abby, con la que
ha tenido dos hijas. Ellos dos, nítido el hombre, difuminada la mujer, son los
que aparecen en la portada de este libro. Y los protagonistas de las historias que aquí
se narran.
Ocurre que el autor, Dixon, es también escritor de Baltimore y muy
mayor de edad (nació en 1936). Escribe con su vieja máquina de escribir y es judío, en ambos casos como su personaje y, hecho nada casual,
enviudó a comienzos de la presente década. Un poco más tarde escribió una
novela sobre este doloroso tema, Su esposa lo deja.
Ahora ha vuelto al tema, pero de una manera considerablemente diferente
y ello es así porque vuelve a narrar la relación del viudo con la mujer perdida
a través de cuentos, distintos uno del otro, jocosos algunos, tristes otros,
originales casi todos, narrando, esto conviene subrayarlo, con pareja y a veces
sorprendente solvencia.
Dixon nos cuenta historias diversas, etapas distintas en la vida del
matrimonio, desde el momento en que la conoció hasta este “ahora”, en que su
personaje se encuentra solo, tratando de sobrevivir, tratando (sin lograrlo) de
superar la ausencia. Y recordando mucho, una y otra vez, casi todo el tiempo.
Los treintaiún cuentos de Historias tardías no transcurren por el mismo
andarivel. Tampoco Dixon intenta mostrar a personajes perfectos o abnegados,
sino profundamente humanos, esto es con lo bueno y lo malo que acompañan a
hombres y mujeres en su devenir. Hay comicidad, hay ternura, la relación entre
Philip y Abby se relata desde diversa perspectiva, con “muestras” de la
habilidad del autor, como cuando, en dos páginas, cuenta la historia
de la pareja desde el final al principio (“En reversa”)
Dos cuentos comparativamente largos, “Lo que es” y “Lo que no es”,
sumerge a Dixon en secuencias narrativas distintas, alternativas a lo que fue
la historia “real” del matrimonio y en otra, muy bien desarrollada,
“Perdérsela”, cuenta lo que eventualmente hubiera ocurrido si él no hubiese llegado
a tiempo para obtener su primera cita con Abigail.
Literatura, música, cine, “nutren”
estas historias cotidianas protagonizadas centralmente por el hombre viudo y
solitario del presente, pero también por la presencia constante de Abby, una
mujer sensible, traductora del ruso y, también, intérprete musical. Una vida
plácida y bastante anodina que ha dejado de serlo luego de la muerte de la
mujer, pero que cobra relieve por la manera como narra Dixon, al “atacar” desde
distintos ángulos lo que fue. Pero también lo que pudo haber sido.
Hay, es cierto, una determinada monotonía en este libro un tanto extenso
y, por qué no, melancólico, pero como también es un dechado de imaginación, de
creatividad literaria, puede superarse ese presunto escollo. Otra alternativa,
propone el crítico argentino Pedro B. Rey, es leerlo “a los saltos”, como en la
rayuela. Una idea a tomar en cuenta.
Como fuere, vale la pena la aventura de adentrarse en sus páginas. Y de
conocer, o re-conocer, a este autor inquietante, otro más en la interminable
lista de grandes narradores que una y otra vez resultan perlas a descubrir en
ese venero llamado la literatura de los Estados Unidos.
Stephen
Dixon nació en 1936 en Nueva
York. Es autor de más de una veintena de libros de ficción, entre ellos, las
novelas Frog (1991) e Interestatal (1995),
finalistas del National Book Award. Trabajó como periodista en Washington D.C.
pero a los veintiséis años dejó el periodismo para dedicarse a trabajos que le
permitieran concentrarse en la escritura de ficción. Desde entonces, sus
relatos han ganado la mayoría de los premios literarios más importantes,
incluyendo el O. Henry Award y el Pushcart Prize. Asimismo, ha sido acreedor de
los honores de la Fundación Guggenheim, la Fundación Nacional para las Artes y
la Academia Americana de las Artes y las Letras. Hasta el 2007 dictó clases de
escritura en la John Hopkins University. Reside en la ciudad norteamericana de
Baltimore. Por su relato “Hablar” (“Talk”), que integra Historias tardías,
recibió el Premio 0’ Henry de cuentos (que se otorga anualmente en los Estados
Unidos) en 2014.
En Internet:
Video: el periodista argentino Alejandro Apo lee el cuento “La firma”
(“The Signing”), de Stephen Dixon, publicado en nuestro idioma en la selección Calles
y otros relatos (Eterna Cadencia, 2014). Subido a YouTube por Dorotea, el
14.12.18. Duración: 10 minutos.
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