“Pecado” (“Snow”), de Benjamin Black
RBA, Barcelona-Buenos Aires, 2017, 296 páginas
Traducción de Miguel Temprano García
En España: 19 euros. En Argentina: 375 pesos.
El irlandés John Banville es uno de los grandes
escritores de nuestra época que ha entregado ficciones de alto y complejo valor
literario, como “El mar”. Pero desde hace más de una década encontró una veta
más directa -y comercial- para volverse autor de multitudes al escribir una
serie de relatos policiales con el patólogo Quirke como protagonista.
Se trata de historias que transcurren en la
Irlanda de los años ’50 del siglo pasado y sobre ellas el escritor dice
sentirse “cómodo y feliz”. Estos relatos policiales le reclaman menos
exigencias literarias (es decir artísticas) que sus textos -llamémosles así- serios.
En efecto, mientras los últimos le piden constantes correcciones, con las novelas negras Banville/Black no parece tener
tantos pruritos, de manera que de una producción de doscientas palabras al día,
promedio, “salta” a las dos mil cuando aborda sus novelas de suspenso.
No obstante, los libros policiales de
Banville-Black no resultan desdeñables.
Pueden ser un tanto previsibles, se les advierte el “esquema previo”, pero al
mismo tiempo son muy disfrutables.
Ocurre con “Pecado”, Premio RBA de Novela
Policíaca del año pasado, que transcurre de nuevo en Irlanda, pero no en Dublin
sino en un pueblo y, más estrictamente, en una mansión, Ballyglass, donde se ha
producido un asesinato. No un asesinato cualquiera, sino la de un sacerdote, lo
que significa un sacudón en la ultracatólica, y ultraconservadora, Irlanda de
los años ’50.
Esta vez el protagonista no es Quirke, sino el
alto, delgado y conflictuado inspector Strafford, que carga varios sambenitos,
tales como su nombre, St.John, y su pertenencia a la clase “alta” y a una
familia protestante, mosca en la leche que genera resistencias a causa de los
prejuicios, que no son pocos, en una población mayoritariamente católica que ha
mantenido en el pasado enfrentamientos feroces con los protestantes, incluyendo
una guerra civil.
Black, además de ser fiel a la época aludida, busca
“justificar” la ausencia del popular patólogo haciendo saber que se encuentra…
en luna de miel. Pero para que no todo sea nostalgia,
mantiene la presencia, aunque a la distancia, del comisario Hackett, otro
popular personaje de sus policiales, quien es también jefe de Strafford.
En su nueva novela, Black pone especial énfasis
en la nieve, omnipresente (“Nieve” es, precisamente, su título original), y en
las dificultades de todo orden que tiene Strafford para relacionarse con los
demás. Con el mundo. Al inspector le cuesta hacerse entender, empatizar con la
gente. Y más le cuesta bajar la cerviz, aceptar lo que ordena y manda, no
siempre de manera franca, la autoridad. Que puede ser tanto la policial como
otras, más elusivas, entre ellas la misma Iglesia Católica.
Una verdadera
conmoción.
Porque, como se dijo, han matado a un cura, el padre Tom Lawless (sin ley),
amigo del coronel Osborne, el dueño de la mansión venida a menos, y de sus
hijos Dominic y Lettie, cuyo cadáver fue hallado en la biblioteca de la casa,
apuñalado con saña. Y, para peor, castrado.
No la tiene fácil el inspector Strafford en su
investigación. Tanto el coronel, como su esposa Sylvia, los hijos del coronel
(Sylvia es su madrastra) y hasta los sirvientes de la casona, guardan silencio
o son reticentes para contar lo que ocurrió en la noche en la que el cura fue
muerto.
Sus vicisitudes no terminan allí porque su
ayudante, el oficial Jenkins, que lo asiste en la investigación, desaparece de
pronto, con lo que el cuadro se agrava y la historia se vuelve más compleja e
intrincada.
A todo esto ¿qué opina Banville sobre la Iglesia
Católica irlandesa? En diálogo
con Juan Carlos Galindo, de El País de España, ha expresado: "La Iglesia ha sido
uno de los grandes actores de la escena criminal en Irlanda en las últimas
décadas. Conozco a muchos curas y monjas decentes. La Iglesia Católica ha
sacado de la nada un sistema educativo y de salud cuando no teníamos dinero y
hay que reconocerlo. Pero, al mismo tiempo, un número considerable de monjas y
curas han cometido crímenes terribles contra los niños y eso hay que decirlo.
La iglesia lo ha ocultado y ese es su mayor crimen” .
Volviendo a la ficción: entre tanto que debe
resolver, al inspector le cuesta dilucidar quién fue Lawless, hijo de un famoso
guerrillero irlandés, de cierta manera desclasado y que ha buscado en la
Iglesia quizás un refugio para separarse drásticamente de su progenitor antes
que el sitio elegido para desarrollar su vocación.
Eso que se muestra ambiguo en la vida del cura
es también la ambigüedad, o la indefinición, con la que se encuentra el
inspector en sus investigaciones que terminarán conduciéndolo a una determinada
resolución del caso. Aunque Black se reserva una nueva vuelta de tuerca que
cambia todo el sentido del relato al final de éste. Habría que decir: como
corresponde.
Historia llevadera, a pesar de cierta previsibilidad.
Pero Banville es siempre un narrador de fuste y en esta novela cargada de
referencias autobiográficas -aunque nunca manifiestas- vuelve a demostrarlo.
“Condujo lo más de
prisa que se atrevió, atravesó el pueblo y salió a la carretera de Ballyglass.
Tenía el pulso acelerado y las palmas de las manos húmedas sobre el volante;
sabía que estaba huyendo. Había una pesadilla que tenía con una frecuencia
espantosa en la que estaba atrapado en la oscuridad, en una especie de pecera
llena, no de agua sino de un líquido espeso y viscoso, y para escapar de él debía
escapar por un lado con los dedos resbalando en el cristal, saltar por encima
del borde y retorcerse en la oscuridad en el suelo suave y resbaladizo. Había
habido veces, en las últimas veinticuatro horas, en las que había tenido la
sensación de que el sueño se había hecho real y de que nunca despertaría.
“Nevaba con fuerza.
Grandes copos blandos del tamaño de una hostia de comunión caían y se
amontonaban en gélidos pegotes sobre los bordes del parabrisas y hacían que los
limpiaparabrisas chirriaran contra el cristal. La nieve helada era más espesa,
por lo que tuvo que acercar la cara al parabrisas con los ojos entornados,
hasta que casi acabó con la barbilla apoyada en el volante.
“Cuando miró el
reloj, le sorprendió ver que eran poco más de las once en punto. Desde su
llegada el día anterior a Ballyglass, el tiempo se había convertido en un medio
distinto, que ya no fluía en forma constante, sino a sacudidas, ora
acelerándose, ora ralentizándose, como si estuviese bajo el agua. Era como si
hubiera pasado a un plano distinto, en otro planeta, donde las reglas
terrestres conocidas hubiesen dejado de ser válidas”.
Datos para
una biografía
John Banville (Benjamin
Black) nació en Wexford, Irlanda, en 1945. Trabajó como editor de The Irish Times y es habitual
colaborador de The New York
Review of Books. Ha publicado cerca de treinta novelas, además de
relatos cortos. Con “El libro de
las pruebas” fue finalista del Premio Booker, que obtuvo en 2005
con “El mar”, consagrada
además por el Irish Book Award como mejor novela del año. Entre su obra
destacan también “Copérnico”, “Kepler”, “La carta de Newton”, “Mefisto”,
“El libro de las pruebas”, "El
intocable”, “Los infinitos”, “Regreso a Birchwood”, “La señora Osmond” y
la Trilogía «Cleave», ciclo de novelas que incluye “Eclipse”, “Imposturas”, “Antigua luz”, uno de los mejores
libros del año según la crítica, y “La
guitarra azul”. Bajo el seudónimo de Benjamin Black ha publicado “El lémur”, “El secreto de Christine”, “El otro nombre de Laura”, “En busca de April”, “Muerte en verano”, “Venganza”, “Órdenes sagradas”, Las sombras de Quirke”,
“Prague Nights” (con el patólogo Quirke como protagonista), “La rubia de ojos negros” (en la
que, por invitación de los herederos de Raymond Chandler, resucitó al mítico detective Philip Marlowe) y “Pecado”, Premio RBA
de Novela Policíaca 2017 (protagonizada por el inspector Strafford). En 2011
recibió el prestigioso Premio Franz Kafka, considerado por muchos como la
antesala del Premio Nobel, y en 2013 fue galardonado con el Premio Austriaco de
Literatura Europea, y, en España, con el Premio Leteo y el Premio Liber. En
2014 le fue otorgado el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, por «su
inteligente, honda y original creación novelesca» y por «su otro yo, Benjamin
Black, autor de turbadoras y críticas novelas policíacas». Varias de sus
ficciones fueron llevadas al cine y la TV y escribió diversos guiones. “La
carta de Newton” tuvo una versión cinematográfica dirigida porr Kevin
Billington en 1984 con el título de “Reflections”. Stephen Brown hizo lo propio
con “El mar” en 2013. Fue guionista de “El secreto de Alfred Nobbs”, dirigida
por Roberto García (2011). Con Quirke como protagonista (interpretado por
Gabriel Byrne) en 2014 se realizó un episodio para la televisión.
Video: Entrevista de Óscar López, director de “Página
Dos“, de Televisión Española, 25/5/15. Tomado de YouTube. Duración: 9,21
minutos:
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